El tsunami se llevó a los estudiantes de la escuela de Okawa

  • Las alarmas que avisan sobre un tsunami sonaron en Okawa, una pequeña ciudad al noreste de Japón. Por no estar en la costa y creyéndose a salvo, los estudiantes de la escuela de primera no hicieron caso a la llamada de evacuación. Las potentes olas arrasaron la ciudad y no dejaron un solo edificio en pie. Los supervivientes aún buscan los cuerpos de los niños sepultados por el desastre.
Gavin Blair, Okawa (Japón) | GlobalPost

Después del terremoto del 11 de marzo la alerta de tsunami se podía oír cerca de la escuela primaria de Okawa, una ciudad ribereña situada a unos tres kilómetros tierra adentro de la ciudad portuaria de Ishinomaki, en el noreste de Japón.

Al no haber sido golpeados nunca antes por las olas posteriores a un terremoto, nadie en la ciudad pensó que el agua les afectaría gravemente. Los profesores evacuaron a los más de 80 alumnos de la escuela al patio de recreo, en donde pensaron que estarían a salvo de las réplicas.

Uno de los profesores, Jinji Endo, pidió a los demás que buscasen refugio en un terreno más elevado. Sólo le hizo caso un niño, que se marchó con él colina arriba por detrás de la escuela.  

Todos los demás permanecían en los terrenos del colegio cuando un muro de 7,5 metros de agua surgió desde el río Kitakami y arrasó todo lo que encontró a su paso.

Todo menos la estructura del edificio fue barrido por el tsunami, y tan sólo el profesor que subió colina arriba y un par de docenas de alumnos lograron sobrevivir. La mayoría de ellos no habían acudido a clase ese día.

El equipo de excavación pesado no llegó a Okawa hasta 13 días después de la tragedia. Fue entonces cuando se constató la verdadera magnitud de la devastación.

Las carreteras de la zona habían estado bloqueadas durante días para los vehículos pesados. Un puente vital fue destrozado por la ola gigante, y la única carretera alternativa también resultó dañada.

"No puedo dejar de pensar que si hubiesen subido a la colina detrás de la escuela probablemente habrían sobrevivido", dice Emi Ogata, cuyos dos hijos están entre las víctimas. "Los profesores hicieron todo lo que pudieron para proteger a los niños, y también murieron. No les puedo culpar".

Los equipos de rescate han encontrado el cadáver de su hijo, Ryusei, de 10 años, pero no el de su hija, Karen, de 7.

"No podemos incinerar los cadáveres porque la persona encargada de hacerlo también ha muerto", dice el padre de los niños, Kazutoshi Ogata. "Nos dieron un permiso especial para enterrarle, así que le dimos sepultura en los terrenos del templo, que está en la cima de la colina. Al menos hemos enterrado a nuestro hijo; ahora tenemos que esperar a encontrar a nuestra hija".

"Encontramos la mochila escolar de nuestro hijo, su casco de seguridad y sus pinceles de caligrafía, pero nada de nuestra hija. Mi hijo mayor, que tiene 13 años, está vivo. Estaba en el instituto, y se salvó. Todo lo que puedo hacer ahora es vivir por él", dice.

"¡Eran unos niños tan alegres! Los tres hacían karate, y Ryusei ya era cinturón negro", recuerda Kazutoshi Ogata mientras su mujer muestra una foto de sus dos hijos menores en sus trajes de karate durante una competición local.

Cuando llegaron las palas de excavación se empezaron a encontrar docenas de cuerpos.

"He visto a muchos niños muertos para tratar de identificar a los míos, y la mayoría de ellos eran amigos de mis hijos, o compañeros de clase. Es muy doloroso", admite Kazutoshi Ogata, que ayudó a los bomberos en las primeras búsquedas utilizando una pala y sus propias manos.

En Okawa no quedó ni un sólo edificio en pie, a excepción de la estructura de la escuela y un hospital. Los cimientos son el único testimonio que confirma que algún día allí hubo cientos de casas. Los habitantes dicen que menos de un centenar de los 500 edificios que había en la ciudad han sobrevivido, aunque nadie lo sabe con certeza.

Kazuo Takahashi, de 60 años, todavía está buscando los cuerpos de su mujer, de su madre y de dos de sus nietos. "En 300 años ningún tsunami había golpeado esta zona, así que la mayor parte de la gente no intentó huir cuando se oyeron las alarmas. Pensaron que estaban a salvo", afirma.

Los Fukada también perdieron dos hijos: el cuerpo de su hija, Risa, de 12 años, ya ha sido encontrado, pero el de su hijo Masaki, de 9 años, aún no.

"Después del tsunami vine caminando hasta la escuela con el agua hasta las rodillas. Había rumores de que algunos de los niños habían sido sacados en helicóptero, pero no era cierto", dice la madre, Miyuki Fukada, de 43 años. "Eran unos niños tan buenos. Sacaban buenas notas y escuchaban lo que les decíamos. Risa estaba aprendiendo a tocar el piano y acababa de empezar a estudiar inglés", dice. "Sólo tenía 12 años, pero ya era más alta que yo, y muy madura, como un adulto".

"Mi hijo tenía una cara preciosa, de verdad que la tenía. Corría muy rápido, y le encantaba participar en los deportes de la escuela. Era muy bueno. La gente me solía felicitar por ello, pero al ser japonesa les decía 'no, no es para tanto'. No lo podía decir cuando estaba vivo, pero ahora sí puedo", se lamenta con una sonrisa, y los ojos repletos de lágrimas. "Era realmente bueno en deportes, realmente bueno".

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