El valle del Ruhr, de corazón industrial de Alemania a capital cultural

  • Cuando el comercio internacional decidió dejar delado la producción de la región y sus trabajadores quedaron en el paro, el valle usó sus ruinasindustriales para levantar unos cimientos más sostenibles, más vinculados con el teatro y el arte que conel carbón y el acero.
Cameron Abadi — GlobalPost

(Essen, Alemania)  — Antes que la era de la globalización relegara su identidad a la de un basurero, el valle del Ruhr, en Alemania, era el corazón industrial del país. La zona era sinónimo de minas de carbón, empresas siderúrgicas y obreros orgullosos. Cuando el comercio internacional decidió dejar de lado la producción de la región y sus trabajadores quedaron en el paro, los problemas de Ruhr ya no eran sólo económicos, sino existenciales.

Afortunadamente, la sabiduría de generaciones de mineros del carbón les ha enseñado a desarrollar una capacidad de recuperación y resistencia. En lugar de desesperarse, el valle del Ruhr ha usado sus ruinas industriales para levantar unos cimientos más sostenibles, y por qué no, económicos, que tienen más que ver con el teatro y el arte que con el carbón y el acero. 

Esta transformación, que alguna vez fue objeto de burlas, ha conseguido llamar la atención y el reconocimiento general y ha llevado a la UE a designar el Ruhr como una de las capitales culturales de Europa para 2010. Ahora las 53 ciudades y pueblos de la región tendrán 12 meses para mostrar su nueva identidad al resto del continente.

Uno de los elementos centrales de esta iniciativa será el complejo minero de Zollverein en la ciudad de Essen. El lugar cerró hace tres décadas, pero en lugar de quedar como un simple testimonio de la era industrial y la época dorada del valle, se ha adaptado a las nuevas circunstancias y funciona como un espacio multiuso. Los visitantes no solo vienen a admirar el monumental complejo de estilo Bauhaus, sino que también pasean por el museo del Diseño que se ha instalado en el antiguo cuarto de calderas, o practican patinaje en hielo en los canales de la antigua planta de carbón coque.

El plato fuerte del complejo Zollverein es el Museo del Valle del Ruhr. Diseñado por el arquitecto holandés Rem Koolhaas, su acceso se realiza a través de una escalera de 79 pies de largo que sube hasta la planta superior de la antigua zona de lavado del carbón. El museo no sólo reflexiona sobre el papel de la región en la revolución industrial alemana, sino que también narra parte de su historia ya olvidada y su difícil presente. 

La muestra explica cómo la industria pesada fue protagonista de la degradación ambiental de la región, cómo la exposición prolongada al polvo de carbón y al gas sulfúrico perjudicaron la salud y la vida de sus trabajadores, y cómo la región fue castigada por abastecer a Alemania de armamento durante las dos guerras mundiales.

Pero lo mejor de todo es que el museo no sólo ofrece información sobre la cultura del valle del Ruhr sino que también permite vivirla. Los empleados del museo son, en su gran mayoría, residentes de viviendas sociales de barrios locales, los mismos que en el pasado habrían trabajado en las minas. Los guardias de seguridad confirman la imagen del obrero del Ruhr como una raza aparte, abiertos, con confianza en sí mismos, orgullosos y pragmáticos. No dudan en dialogar con los visitantes, contextualizan las cosas y corrigen imprecisiones.

Actualmente, diversos arquitectos de prestigio realizan proyectos en la región para dar nuevos usos a antiguos edificios. David Chipperfield ha trabajado en una extensión del museo Folkwang de Essen y la firma suiza Herzong & de Meuron supervisan los trabajos en el museo Kuppersmuehle de Duisburg.

Otras áreas industriales no han necesitado reformas importantes. El silo de gas Gasometer, de 390 pies de altura, en la ciudad de Oberhausen ha acogido muestras de arte durante más de diez años. Su amplio espacio ha permitido albergar proyectos que otra manera no tendrían un hogar. El Gasometer actualmente presenta una exhibición del sistema solar que incluye una reproducción de la luna de casi 90 pies de diámetro.

Además de nuevos usos para edificios industriales, los coordinadores de la capital cultural se han preocupado de animar a los 53 municipios de la región para pensar y trabajar juntos, como si se tratara de una gran metrópolis. El comité de selección de la UE hizo una excepción con la designación del valle del Ruhr como capital cultural, en lugar de escoger sólo una ciudad.

Los alemanes a menudo consideran la región como un ente único, y si así fuera, sería la mayor ciudad del país, con más de cinco millones de habitantes. Sin embargo, el valle, más que una ciudad, parece una isla densamente poblada: en algunas áreas, las ciudades se chocan unas con otras mientras que en otros lugares existen grandes superficies agrícolas que las separan.

Obviamente, es una incógnita saber si la atención que acapara el valle del Ruhr este año se traducirá en un éxito a largo plazo.  La mayoría de los alemanes no considera la región como una zona de una gran actividad cultural, no más allá de los partidos de fútbol y las manifestaciones políticas.

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