Presidente con casi 78 años

Biden y la lección de 'Sleepy Joe': lo que cuenta es cómo terminan las historias

El político demócrata acumula medio siglo de experiencia política y de golpes vitales. Nunca lo ha tenido fácil y estaba acostumbrado a no ser el favorito en ninguna de las carreras que había emprendido. 

7 de octubre de 2020. Biden apuesta por no celebrar el segundo debate electoral si Trump continúa dando positivo por coronavirus.
Acto de campaña de Joe Biden a principios de octubre. 
EP

Joseph Robinette Biden Jr. (1942, Scranton, Pensilvania), el 46 presidente de los Estados Unidos, es un hombre de finales. Porque si fuera alguien que se dejara guiar por los comienzos hace mucho que habría dejado la política, la vida pública y quién sabe si hasta la vida a secas. Lo dice él mismo en 'Promese me, dad', el libro que escribió en 2017 a los pocos meses de la muerte de su hijo mayor, Beau (de 46 años), por un cáncer cerebral: "El verdadero valor es cuando hay muy pocas posibilidades de ganar pero continúas luchando". Lo pudo pensar al principio de la noche electoral para las presidenciales en Estados Unidos cuando tantos estados que las encuestas daban por hecho que votarían demócrata estaban cayendo del lado de Donald Trump.   

También pudo pensar que a él no le gusta ser el favorito. Nunca lo ha sido y siempre le ha ido mejor dando la sorpresa. O huyendo de la hibris, ese pecado de orgullo y prepotencia que los dioses antiguos castigan tan duramente. Razones tiene para temer el hachazo divino por mucho que también reniegue de cualquier credo. A la muerte temprana de su hijo mayor, Biden suma la de su primera mujer y Naomi, de apenas un año, en un accidente de coche a finales de 1972. Solo un mes antes, había sido elegido senador por Delaware, el sexto más joven de la historia de Estados Unidos en pisar la Cámara Alta. Primer aviso por volar demasiado alto.  

A ese honor ya había llegado contra todo pronóstico. Sin haber cumplido los 30, Biden era un joven abogado que intentaba hacerse un hueco en el mundo del derecho al norte de Delaware, el estado al que se mudó su familia siendo muy joven. Su abuelo había sido un alto cargo en la American Oil y su padre vivió en la abundancia e intentó varios negocios que salieron mal tras los que obligó a la familia a trasladarse a Wilmington (Delaware) y se puso a vender coches para ganarse la vida. 

Aun así, el joven Biden logró terminar la universidad pero no le terminaba de convencer ninguna de las ramas del derecho profesional y decidió meterse en política como delegado en el condado de New Castle, un reducto republicano en un estado que también dominaban los rojos desde hace tiempo. El mejor ejemplo era J. Caleb Boggs, un viejo halcón republicano que encadenaba mandatos con mano de hierro y contra el que ningún candidato demócrata quería presentarse. Biden lo hizo y empezó una campaña puerta a puerta, sin apenas financiación, y 30 puntos por debajo en las encuestas.

Después de aquella demostración inicial de osadía, vino el varapalo vital con la muerte de su mujer y de su hija pequeña. A punto estuvo de dejarlo todo, pero le convenció para seguir su jefe en el Senado. Había que seguir luchando. Por si acaso, Biden viajaba a Washington DC en tren y lo hacía a diario para estar con sus hijos cada noche a una casa donde la hermana de Joe se había mudado para cuidar de los pequeños. Durante su larga temporada en el Senado labró una carrera de prestigio a la vez que presumía de ser un representante de la clase media. El alias de 'Middle Class Joe' (Joe, el clase media) se lo sacó de la manga en esa época.

Había motivo: en las habituales listas de fortunas de los miembros de las cámaras siempre salía como de los menos acaudalados. Apenas contaba con los 42.500 dólares año de salario (unos 250.000 de ahora) a los que pronto sumaría la paga como profesora de su segunda mujer, Jill Tracy Jacobs. A su actual pareja la conoció en una cita a ciegas organizada por el hermano de Joe en 1975 y se casaron en 1977. Tienen una hija en común.   

Según Forbes, desde que se conocen las declaraciones de Biden en 1998, la fortuna familiar apenas se movió del sueldo oficial de cada uno frente a otros senadores que son casi milmillonarios. De hecho, no ha sido hasta dejar la vicepresidencia en 2016 cuando realmente su cuenta corriente se ha disparado. La revista económica calcula ahora que la pareja acumula 9 millones en patrimonio: 4 por las dos casas familiares de Delaware, otros 4 en efectivo e inversiones y uno más gracias a la pensión federal por sus cargos políticos hasta 2019. Gran parte de este acopio viene por dos fuentes de ingresos: el libro de memorias escrito para su hijo en 2017 y las conferencias, a no menos de 100.000 dólares cada una, que daba contando sus vivencias como mano derecha de Barack Obama durante ocho años.

Sin embargo, antes de ser el número dos de la Casa Blanca, Biden había intentado antes liderar la apuesta demócrata. Fue en 1987 y otra vez el intento vino seguido de un golpe del destino. En primer lugar, el reputado senador aunaba experiencia y cierta juventud (tanta, que habría sido el segundo presidente más joven de haber ganado entonces, solo por detrás de la figura con quien le comparaban: Kennedy). Lo tenía todo... hasta que empezaron a surgir pequeños escándalos de plagio en sus intervenciones públicas. Que si un laborista británico, que si el propio Kennedy... Sus discursos frisaban la copia directa y Biden prefirió no someterse a escarnio público más y dio un paso atrás. Unos meses después, en febrero de 1988, ingresó de gravedad en el hospital donde fue operado dos veces de problemas en el cerebro. Estuvo alejado del Senado siete meses. 

Los rumores de que podría ser el candidato de los demócratas a la Presidencia se repetirían en 1992, una vez olvidada la polémica con los discursos y recuperado de salud, pero Biden asumió que su postura firme en contra de la Guerra del Golfo no era la más popular en aquellos momentos. Una década más tarde, también declinó postularse para la campaña de 2004 porque creía que era más útil en el Senado, donde ya sumaba 30 años de trabajo. Cuatro años después si fue a por todas y con todas las intenciones. 

Entonces sufrió de nuevo una de las características que han jalonado su carrera: la falta de financiación frente a los demás rivales. Cuando comprobó que no tenía nada que hacer frente al fenómeno Obama, decidió renunciar una vez más. Incluso dudó mucho aceptar la oferta del político de Chicago de ser su vicepresidente porque todos saben en el DC que ese puesto apenas tiene carga política o ejecutiva. Que lo que él hacía y representaba en el Senado era mucho más importante y práctico.

Pero al final aceptó y durante ocho años se ganó el respeto con un perfil sosegado, de voz de la experiencia y la razón, que no dejaba de culminar lo que había sido su carrera política las tres décadas anteriores. Aún le quedaba el último paso: la escalinata hacia el Despacho Oval. Su elección para la candidatura demócrata a presidente de 2016 estaba casi cantada... hasta que en la primavera de 2015 el hijo mayor de Joe muere de cáncer cerebral y cambia el guion para mal en la vida de Biden. Una vez más. Finalmente, anuncia que no se presentará admitiendo que es la decisión correcta, pero que "no pasa un día sin que me arrepienta por no presentarme". Es el momento de Hillary Clinton y del primer combate contra Trump. 

Cuatro años después pueden ser muchos años para alguien de más de 70 años. De haberse presentado en 2016 y ganado, ya hubiera sido el presidente más viejo en ocupar la Casa Blanca, con 74 años entonces. Esa edad, precisamente, fue uno de los flancos por donde más atacaron sus rivales en la lucha por ser el candidato demócrata el año pasado. Además, Biden era otra vez de los menos apoyados económicamente. Tampoco era de los favoritos e incluso perdió estrepitosamente los caucus de Iowa (donde quedó quinto y dicen que sale siempre el ganador) y de New Hampshire. Pero el Súper Martes y la victoria en más de una docena de estados de una tacada y a última hora le dieron la victoria final. Ni Bernie Sanders ni Elizabeth Warren pudieron hacer nada por la remontada a última hora. 

Así que cuidado con 'Sleepy Joe' (el dormilón), según se ha mofado desde hace meses Donald Trump. Puede que tarde en llegar pero termina haciéndolo. No le tengan en cuenta que más se crece. Incluso si hay un castigo de los dioses esperando a la vuelta de la esquina (y pocas osadías hay más grandes que ser presidente de Estados Unidos, el humano con mayor poder acá abajo). "Nosotros los irlandeses somos las únicas personas en el mundo que sentimos nostalgia verdadera del futuro", escribió en su homenaje al primogénito perdido. El final, como cada voto, es lo que cuenta.   

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