Sin un resultado claro

Ni Donald Trump ni Joe Biden: Estados Unidos se parte definitivamente en dos

Resulta paradójico que la primera potencia mundial no sea capaz de ofrecer en unas horas el resultado definitivo por el que un hombre se convertirá en el ser más poderoso de la tierra.

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Ni Donald Trump ni Joe Biden: Estados Unidos se parte en dos por la votación.
EFE

Ni voto oculto, ni efecto Trump, ni fenómeno Biden, ni sondeos. Los estadounidenses han optado por la división y la polarización. Las elecciones norteamericanas no tienen parangón con ninguna otra en el mundo. Por eso, en el caso americano, siempre es más adecuado hablar de pronósticos en lugar de encuestas. Estas últimas pueden haber firmado su sentencia de muerte como indicador político por excelencia.

Estados Unidos comparte con el astro rey un movimiento cada cuatro años y que hace que los votos salgan por el Este y se oculten por el Oeste. Así, como si de un reloj de sol se tratara, los compromisarios han ido y están cayendo hacia uno y otro candidato en un recuento interminable y en el que cada voto ha sumado un nuevo apoyo para Joe Biden o Donald Trump.

Sin duda resulta paradójico que la primera potencia mundial no sea capaz de ofrecer en unas horas el resultado definitivo por el que un hombre se convertirá en el ser más poderoso de la tierra durante los próximos cinco años, pero en realidad el respeto a las tradiciones y los procedimientos es lo que hace única a esta Nación y más en unas elecciones que pasarán a la historia por el apretado margen de victoria del candidato ganador.

Como si de una lección de geografía se tratara los Estados de Kentucky y Virginia Occidental fueron los primeros en caer en manos de Donald Trump cumpliendo las expectativas que aseguraban que el ‘Mid West’ sería republicano. El votante blanco de clase media sin estudios universitarios de Tennessee, Alabama, Mississippi, Oklahoma y Arkansas parece haber continuado apostando por Trump, especialmente en aquellos grupos religiosos asentados en las zonas rurales que han apoyado siempre al partido Republicano.

Junto a estos Estados, la América profunda ha decidido apoyar directamente al actual presidente y esto es precisamente lo que ha cambiado el carácter de las elecciones, que han pasado de ser un evento en el que se confrontan programas o ideas de país para convertirse en un plebiscito sobre las políticas desarrolladas por Donald Trump durante su primer mandato.

Lejos de la gestión pandémica, algo a lo que Estados Unidos renunció hace ya mucho tiempo, el conflicto con China, la retirada de los escenarios bélicos en el extranjero y su política económica han conseguido superar la reválida en Texas y los Estados productores de petróleo y Shale Gas, pese a que en los últimos meses la sangría de un precio del petróleo barato se ha cebado con las empresas y puestos de trabajo del cinturón industrial y energético americano. Todos estos votos servirán para afianzar una gran cantidad de apoyos en el colegio electoral para los republicanos que quizá marquen la diferencia en el recuento total.

Por su parte, Biden ha centrado su campaña en atraer a la clase media ilustrada y las personas pertenecientes a minorías. Una apuesta que le ha salido cara al candidato demócrata que ha conseguido sumar a los jubilados de Vermont, tradicionalmente fieles

a los demócratas, y las costas, los históricos graneros del partido azul, pero que han demostrado no ser tan fieles como los republicanos. Por primera vez en la historia reciente, las minorías, especialmente la hispana, puede haber votado más con el bolsillo que con el corazón, traicionando a los demócratas para irse, en una parte importante, con los republicanos. Sin embargo, la clase media blanca urbana que habita en las zonas residenciales (suburbs) que en el pasado votó republicano parece haberse movido al partido demócrata esta vez.

Las paradojas de este sistema político han comenzado a aparecer en el horizonte sin piedad. Los votos populares no se corresponden con los electorales y este factor está causando auténticos estragos en una sociedad realmente polarizada. De no asegurarse un ganador claro durante el día de hoy, no es descartable que los recursos judiciales e incluso los tumultos y protestas alcancen las calles y esto sí sería realmente preocupante para la mayor democracia del mundo.

La manecilla del reloj ha continuado bajando durante toda la noche y el carrusel de Estados han ido sumando compromisarios sin compasión. La sorpresa de la noche asomó en el momento en que Florida, el gran Estado donde Biden aspiraba a derrotar a Trump en el primer round comenzaba a tornarse rojilla. La opción “vote for Trump” de los electores urbanos de Miami y Tampa se ha impuesto a las pretensiones demócratas más focalizadas en los condados con un voto más joven. Florida pasaba a ser roja y con ella la ola azul demócrata rebajaba en varios metros su dimensión para convertirse en una marejadilla sin la fuerza devastadora que prometía apenas unos minutos antes de cerrarse los centros electorales.

Así las cosas, todas las miradas y la sombra provocada por el sol del Este pasaba a centrarse en los denominados ‘Estados del óxido’. Aquellos territorios industriales que fueron abandonados en su día por la administración Obama asegurándoles que los beneficios para la economía norteamericana pasarían por destinar gran parte de sus trabajos a Asia. Una tendencia que Donald Trump ha intentado revertir durante su mandato, pero al que le ha faltado tiempo para conseguirlo. Sin embargo, la sorpresa ha saltado en Wisconsin, Michigan e Indiana, donde demócratas y republicanos se disputarán hasta el último de los votos los compromisarios asignados a estos tres Estados clave.

No todo son malas noticias. Las bolsas asiáticas han abierto con optimismo mientras que el yuan chino sumaba dos días consecutivos de una bajada estrepitosa. China puede ser el gran perdedor de las presidenciales de 2020. De nuevo la sombra de Trump comienza a surgir en el horizonte y es posible que extienda su proyección a la apertura de gran parte de las bolsas europeas.

El margen tan ajustado de las elecciones hace prever un escenario en el que el voto anticipado sea el que incline la balanza hacia uno u otro lado. En cualquier caso, sea quien sea el ganador, los Estados Unidos se han fracturado definitivamente y eso es una pésima noticia no solo para Washington. También lo es para el resto del mundo que puede observar como la primera potencia mundial tiene que esperar a ganar en los despachos lo que no ha sido capaz de ganar en las urnas.

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