Mes y medio de guerra

En la trinchera de Ucrania: "Los rusos no sé cómo están, solo los veo muertos"

Alegrías, tristezas, y mucha tensión... Eney y Yurii -dos soldados ucranianos- relatan lo que es vivir en el interior de una zanja para defender a su país de la amenaza rusa. 

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En la trinchera de Ucrania: "Los rusos no sé cómo están, solo los veo muertos".
Gennadiy Belov

Seis disparos de misiles en treinta segundos. Gennadiy Belov -apodado militarmente como Eney- intenta cubrirse lo máximo que puede dentro de la trinchera. Después de tres semanas, Írpin (una ciudad junto a Kiev) está de celebración. Los soldados ucranianos han conseguido liberarla y la amenaza rusa se aleja de la capital de Ucrania. Esta victoria se traduce en seis días de descanso para el batallón en el que se encuentra. Sin embargo, esta alegría no la podrá festejar ni con su familia (está a miles de kilómetros) ni con el alcohol (está prohibido), sino que la tendrá que compartir con sus compañeros de trinchera en una casa que el Gobierno les ha habilitado

En un minuto de conversación, Eney ha tosido una decena de veces. Es una tos seca, de haber tragado arena en cada temblor que ha sufrido la zanja en la que ha estado refugiado durante las últimas tres semanas. "Me va a venir bien estos días de descanso para recuperar la garganta, porque ya no tengo ni voz", suspira al otro lado del teléfono. Aunque en un principio los soldados tenían que turnarse cada dos horas en la trinchera, al final "eso ha sido imposible" y pasan allí las 24 horas del día. En esas excavaciones improvisadas el movimiento no cesa. Una decena de soldados -con casco, chaleco antibalas (que pesa 15 kilos), granadas y kaláshnikov- se mueven de un lado a otro para evitar el impacto de una bomba. Una actividad que se frena unos minutos al mediodía, cuando los soldados reciben alimentos de los voluntarios. "Hoy, por ejemplo, hemos comido jamón y chorizo que venía de España", dice.

En su último día en la trinchera de Irpin hace una temperatura de siete grados y una fina niebla. Ningún día les ha llovido. "Cuando escuchamos disparos fuertes, nos escondemos; y si localizamos a un ruso cerca, lo matamos; y nos volvemos a esconder. Eso es lo que hacemos todo el día. Ellos no tienen una trinchera, quieren hacerla, pero no les da tiempo. Así funciona una guerra, los atacantes mueren primero", dice Eney, que prosigue: "No sé cuantos rusos habré matado, pero cuando te cargas a uno sientes la felicidad. Ellos están durante todo el día bombardeando, pero cuando llega la noche, actuamos nosotros, porque ahí se pierden los rusos y no tienen ni idea de por dónde van. No sé cómo están porque yo solo los veo muertos".

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En la trinchera de Zelensky: "Los rusos no sé cómo están, solo los veo muertos".

Eney

Pero, pese a la protección de la trinchera, esta no ha evitado la muerte de muchos soldados ucranianos. "Antes de ayer murió un compañero mío y hemos tenido también muchos heridos que han estado en los hospitales. Yo, por suerte, no he recibido ningún impacto". Una realidad que a Eney no le ha cohibido, "yo estoy con el ánimo de seguir para adelante y echar a los rusos de nuestra tierra para estar pronto con mi familia, mis hijos y mi mujer". La vida de Eney ha dado un volantazo en poca más de un mes: de estar de panadero en Gernika (País Vasco) a combatir en primera línea al ejército de Putin. "Yo sabía adonde iba. Al principio no había ropa de camuflaje ni zapatos. Estábamos con zapatillas en las trincheras. Pero con la ayuda europea y americana, hemos mejorado. Ahora lo que necesitamos es que la OTAN cierre el cielo, porque aquí en la tierra ellos no tienen nada que hacer contra nosotros".

Yurii -a diferencia de Eney- ya vivía en Ucrania y, de hecho, había sido durante un tiempo soldado en el Ejército. "Todavía recuerdo la noche en la que empezó la guerra. Me desperté a las 3:30 de la madrugada y solo había silencio. Después de estar pensando, volví a la cama. Y a los pocos minutos comencé a escuchar una serie de golpes metálicos. Me imaginé que sería un camión. Pero justo después se empezaron a escuchar explosiones y confirmé mis peores presagios: estos pirados (los rusos) han comenzado la guerra. En cuestión de horas, vi mi ciudad -Kiev- cambiada totalmente, habían cavado trincheras en los macizos de flores y estaba cubierta de barreras contra tanques, puestos de control y patrullas".

En la trinchera de Zelensky: "Los rusos no sé cómo están, solo los veo muertos".

Al poco tiempo, fue reclutado para luchar en el frente. La trinchera a la que fue destinado la habían construido junto al lateral de una carretera de los suburbios de la ciudad. Su pareja todavía no había llegado y tuvo que estar solo durante todo el día. "¡Al suelo, túmbate, y canta el himno de Ucrania!", gritó Yurii a un hombre de unos cincuenta años de edad, que vestía de paisano, y que había estacionado su coche junto a su trinchera. Al parecer, era un policía que quería fumar un cigarro, tener alguna conversación trivial y, de paso, ver las trincheras. Una actitud que le irritó y le hizo apuntarle con su ametralladora. Durante esas horas se vivían momentos de mucha tensión y los rumores de que dentro del país había "grupos de sabotaje rusos" eran constantes. 

A lo largo de sus 10 días allí vivió un abanico de emociones. De la belleza de los "espectáculos nocturnos de fuego entre los trigales", que ocurre cuando se utiliza munición trazadora -cuyas balas contienen carga pirotécnica y desprende colores muy vivos- para señalar objetivos, a la crudeza de la muerte: "Perdí a mi gran amigo Kruk, también a Artem y Freikor. Lloré cuando mataron a Kirill; y siempre recordaré a Oleksandr, que en el momento del bombardeo estuvo cavando trincheras y luchando con su ametralladora hasta el final".

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