Zimbabue mira con entusiasmo los levantamientos populares en Egipto y Libia

  • Los zimbabuenses no han perdido detalle de las revueltas populares en Egipto y Libia. Las historias similares de dictadores anclados en el poder, despierta un interés en sectores de la oposición para emular un levantamiento que termine con el régimen. Robert Mugabe, el presidente de Zimbabue, es amigo de Mubarak y en los últimos días han llegado informaciones afirmando que ha enviado mercenarios a Libia en apoyo a Gadafi.
Mugabe, 30 años en el poder
Mugabe, 30 años en el poder
lainformacion.com
Harare, Zimbabue (corresponsal anónimo por seguridad) | GlobalPost

Tan diferentes pero sin embargo tan parecidos: Egipto y Zimbabue.

Durante varias semanas los zimbabuenses han estado pegados a sus televisores siguiendo la evolución de la revolución en El Cairo. Ambos países africanos son antiguas colonias británicas, con líderes ajados que superan los 80 años y con más de 30 al frente del gobierno.

Los dictadores de ambos países eran grandes amigos, y el presidente de Zimbabue, Robert Mugabe, siempre se aseguraba de hacer una escala con su avión en El Cairo cuando viajaba hacia Oriente. Mientras tanto, los ciudadanos de ambos países sufrían por igual pobreza, corrupción y represión.

En las dos últimas semanas el dirigente de Libia, Muamar al Gadafi, se ha sumado al club de viejos dictadores africanos a punto de caer.

Los zimbabuenses esperan que no termine exiliándose en Harare. Sus pretensiones de liderar el continente africano molestan a muchos habitantes al sur del Sáhara, especialmente cuando le ven vestido como si fuese el personaje de una opereta de Gilbert & Sullivan.

¿Por qué los zimbabuenses no salen a manifestarse a la plaza de la Unidad Africana en el centro de Harare y terminan con un régimen que ya ha caducado?

La respuesta es simple: los opositores al dictador no son capaces de movilizar una masa crítica relevante. Han estado tan coaccionados durante tantos años que han perdido las ganas de confrontación. Y los pequeños grupos de manifestantes son blancos fáciles para los agentes antidisturbios.

Pero aún así, sin salir a manifestarse, no están a salvo.

El ex diputado Munyaradzi Gwisai y otras 45 personas, incluidos algunos sindicalistas, han sido detenidos y acusados de traición por mirar grabaciones en vídeo de los sucesos en Egipto. Les acusan de planear una revuelta similar en Zimbabue.

 "El 16 de febrero celebraron una reunión con el propósito de organizar, planear y ejecutar la caída del gobierno constitucional de Zimbabue con métodos anticonstitucionales, al modo de Túnez y Egipto", afirmó en su acusación el fiscal Edmore Nyazamb.

"En sus intervenciones, los acusados destacaban que hay un dictador que lleva muchos años en el poder, un líder autoritario; hambre, pobreza, desempleo y tendencias capitalistas como que la riqueza la disfrutan unos pocos mientras la población general sufre".

Los zimbabuenses se preguntan cuál ha sido el secreto para el éxito de la revuelta egipcia.

Los egipcios dijeron ante las cámaras de televisión que habían "perdido el miedo". Los zimbabuenses, en cambio, no. Les han quitado el coraje.

Además, en la revolución de la clase media egipcia la redes sociales online jugaron un papel importante. En Zimbabue, las páginas en internet no han sido utilizadas todavía para organizar a la gente a una escala significativa. 

Otra diferencia clave es el papel del Ejército. En Egipto el Ejército es muy querido, especialmente después de su éxito en la guerra de 1973 con Israel.

En Zimbabue, el Ejército es corrupto, y sus líderes han sido sobornados. El Ejército Nacional de Zimbabue es un agente vital del brutal régimen de Mugabe, y parece deleitarse con su papel de supresor de la democracia. Los generales observan a la oposición democrática con un desprecio poco disimulado. 

En Egipto, la sede central del hasta ahora partido gobernante, el NDP, fue uno de los primeros objetivos de la muchedumbre. En Zimbabue, el edificio del Zanu-PF de Mugabe permanece tranquilo, sin sentir la ira de la ciudadanía descontenta.

Lo que destaca en las revoluciones de Túnez y Egipto es la ausencia de una retórica antiimperialista. El énfasis ha estado en la libertad y la democracia, lejos de la fórmula antiamericana con los puños en alto, al estilo iraní.

Muamar al Gadafi reprobó en su momento a los tunecinos por expulsar a su presidente. "Túnez ahora vive con temor", dijo en la televisión. "Las familias pueden ser atacadas y degolladas en sus dormitorios. Y los ciudadanos en las calles podrían morir, como en una revolución bolchevique o americana".

El líder libio evidentemente sabe poco sobre los acontecimientos de 1776 y 1917, pero eso no impidió que siguiese con su hilo argumental.

"¿Y esto para qué? Para cambiar a Zine al Abidine? ¿No os había dicho que se iría en tres años? Sed pacientes durante tres años y vuestros hijos seguirán vivos", les aconsejó. Sonaba en realidad a amenaza.

Los zimbabuenses continúan sin embargo informando e intercambiando datos con sus colegas del norte de África.

Los periódicos informaron que la primera dama tunecina había llenado el avión presidencial de lingotes de oro sacados del Banco Central del país. La primera dama de Zimbabue, Grace Mugabe, tiene también una reputación similar de acaparadora de bienes, aunque ella prefiere el brillo de los diamantes.

La primera familia de Zimbabue parece no haber aprendido nada de los acontecimientos del mes pasado.

En el mismo instante en que Mubarak anunció su abandono del poder, la ruidosa comitiva automovilística de Mugabe atravesó el centro de Harare para hacer gala de su pompa y poder.

Los motoristas iban abriendo el camino, apartando a los conductores e interpelando a quienes lo hacían con lentitud.

La semana pasada se le preguntó al gobierno en el parlamento si hay soldados de Zimbabue entre los mercenarios contratados por Gadafi para suprimir la revuelta en Libia. El ministro de Defensa desvió la pregunta al ministro de Asuntos Exteriores.

Zimbabue ya acoge en sus fronteras a un ex dictador exiliado, el etíope Mengistu Haile Mariam. Ahora los zimbabuenses se preguntan si tendrán que dar la bienvenida a otro. Mientras tanto, entre la oposición radical en Harare circula una nueva consigna: ¡Libia!

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