Su posición estratégica está en riesgo

España se debate entre dos aguas: el gas de Argelia o las fronteras de Marruecos

A apenas una decena de kilómetros de Cádiz se vive una situación de alta tensión que puede derivar en un enfrentamiento directo entre los que son nuestros vecinos más estratégicos en el norte de África.

El ministro de Exteriores, José Manuel Albares, junto al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.
El ministro de Exteriores, José Manuel Albares, junto al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.
Europa Press

Mientras España mira atónita la retirada de las fuerzas multinacionales de Afganistán, a apenas una decena de kilómetros de Cádiz se vive una situación de alta tensión que, por el momento, es diplomática, pero que puede derivar en un enfrentamiento directo entre los que son, sin lugar a dudas, nuestros vecinos más estratégicos en el norte de África: Argelia y Marruecos.

El pasado 25 de agosto, el Ministro de Asuntos Exteriores argelino, Ramtane Lamamra, anunciaba la ruptura de relaciones diplomáticas con Marruecos. Entre otras razones, el Ejecutivo argelino acusaba al reino alauita de mantener vínculos con “organizaciones terroristas” como el Movimiento por la Autodeterminación de la Cabilia (MPAK) y el grupo islamista Rashad. Argel acusa directamente a Rabat de facilitar inteligencia a ambos grupos ya que las autoridades argelinas “habían recibido informes de que algunas organizaciones terroristas recibieron apoyo financiero de la inteligencia marroquí para llevar a cabo actos de sabotaje en varios estados del país, incluidos incendios forestales, después de una reunión tripartita supervisada por el agregado militar de la embajada de Marruecos en París”.

Es una acusación muy dura, incluso para el timorato lenguaje diplomático, y que pone en evidencia el pulso que ambas capitales llevan librando durante mucho tiempo con el Sahara occidental y la indómita región de la Cabilia como telón de fondo de una relación que agoniza y en la que España se juega muchos intereses tanto estratégicos como económicos.

Como es práctica habitual, Marruecos afirma “haber tomado nota” del comunicado argelino en una práctica que recuerda mucho a la respuesta dada hace apenas unos meses cuando el líder saharaui Brahim Ghali aterrizaba en España tras un esperpéntico cruce dialéctico entre España y Marruecos y que provocó la entrada ilegal de miles de marroquíes en Ceuta.

España para empezar sin ‘gas marroquí’

El historial de desagravios entre Marruecos y Argelia arranca en junio, cuando, tal y como avanzó La Información, Rabat cuestionaba la viabilidad futura del gasoducto del Magreb que porta gas de los yacimientos argelinos de Hassi R’Mel y entra directamente a Córdoba por el Estrecho de Gibraltar. Era una clara maniobra de intimidación contra Madrid, ya que el tubo permite suministrar 9.000 metros cúbicos de gas natural a España pasando por Marruecos. La táctica del reino marroquí pasaba por alargar las complicadas negociaciones que permitirían renovar una concesión con una historia de 25 años y que tiene como plazo límite el próximo mes de noviembre para dejar de ser una realidad.

Por su parte Argelia no ha dejado pasar la oportunidad para atacar a su íntimo enemigo y tensó más la cuerda al anunciar que no renovará la concesión del gasoducto. Su intención no es tanto cuestionar el suministro energético de España sino debilitar la posición negociadora de Marruecos que perdería un punto de suministro estratégico con el que poder presionar a Madrid en un futuro. Las empresas que operan la infraestructura a su paso por el reino alauita, entre las que se encuentran las españolas Naturgy y Enagás, han provisionado desde hace tiempo las pérdidas que ocasionarían una eventual restricción del suministro a través del Estrecho.

Para reafirmar su postura, el ministro de energía y minas argelino confirmó, al día siguiente de la ruptura de relaciones, que Argelia mantendría su exportación de gas a España, si bien lo haría únicamente a través del gasoducto que une directamente las costas de Argelia y España. En cualquier caso, España ya ha perdido una vía logística de suministro energético y eso, en un escenario de subidas continuadas en el mercado gasístico internacional, puede volverse en contra del Ejecutivo español, muy presionado ya por el incremento desmesurado de la factura de la luz.

El eterno conflicto saharaui

Además del flanco económico, a España se le abren otras muchas vías de agua con la ruptura de relaciones diplomáticas entre marroquíes y argelinos. El Sahara occidental se ha convertido en un lugar altamente explosivo y en un foco de inestabilidad internacional en el que Madrid, pese a sus intentos por desaparecer, permanece como un actor de referencia en la zona.

En ese teatro diplomático, Marruecos concurre de la mano con los Estados Unidos, al igual que Argelia hace lo mismo con Rusia. Cada golpe de efecto dado en la zona del Sahara es contraprogramado con un movimiento similar en la indómita región de la Cabilia argelina, que alberga importantes sentimientos independentistas por parte de la comunidad de origen bereber amazigh. El Rif, el gran Rif, siempre ha sido una zona convulsa en la que tanto Marruecos como Argelia tienen mucho que perder con rifeños y cabileños.

El caso Mohamed Abdellah

Otro hecho que ha pasado desapercibido y en el que España aparece de nuevo como implicado es la situación del activista argelino Mohamed Abdellah. Este exgendarme reconvertido en ‘youtuber’ publicó información comprometida para el Gobierno argelino en la que aseguraba que gran parte de la clase política se estaría enriqueciendo a costa de la seguridad nacional.

Su trabajo como miembro de la gendarmería destinado en la frontera entre Argelia y Túnez le permitió descubrir casos de sobornos, corrupción y abuso de poder por parte de sus antiguos compañeros. En 2018 decidió abandonar el país y dirigirse a España, solicitando protección a al Gobierno español por su condición de exgendarme y alegando persecución política en su país. En agosto de 2020 sufrió una agresión atribuida por su parte a los servicios secretos argelinos.

España acaba de entregar a Mohamed Abdellah a las autoridades argelinas, que ahora abren juicio contra él por presuntos ataques hacia la nación

Pese a los evidentes signos de persecución, España acaba de entregar a Abdellah a las autoridades argelinas que ahora abren juicio contra él por presuntos ataques hacia la nación, participación terrorista, financiación de grupos terroristas y blanqueo de capitales. En este punto, el Ministerio del Interior español ha mantenido un escrupuloso silencio que, sin embargo, no ha servido para que el 'youtuber' tenga que afrontar ahora un proceso en el que probablemente se vea condenado a pasar, en el mejor de los casos, una larga temporada en una cárcel argelina.

Por su parte, Marruecos blande esta situación como una nueva muestra de que el Gobierno español está inclinando la balanza diplomática hacia Argelia, favoreciendo claramente los intereses de un país que en los últimos años está tomando una deriva claramente militarista y en el que los generales del ejército se han convertido en una nueva élite intocable y con un poder omnímodo.

De momento, Marruecos parece estar jugando mucho mejor sus bazas políticas. Por un lado, ha puesto sobre el tapete internacional la cuestión saharaui en la que ha ganado el apoyo de Estados Unidos. Además, ha blindado numerosos acuerdos comerciales con Reino Unido, gracias a su posicionamiento en el mercado del hidrógeno en el que compite directamente con España. Ha estrechado sus relaciones con Portugal en materia de logística y transporte, debido a las represalias tomadas contra Madrid por el incidente con Ghali y que le costó el puesto, ni más ni menos, a toda una ministra de Exteriores del Reino de España. Por si todo esto fuera poco, Marruecos se ha sumado a los países que están reestableciendo relaciones con Israel, otro socio estratégico de los marroquíes. Los hebreos, además de ser líderes en inversiones en energías renovables y tecnológicas parecen más dispuestos que nunca a hacer de Marruecos su punta de lanza en el norte de África.

España, de la mano del nuevo ministro de Exteriores, José Manuel Albares, parece querer pasar página y sumarse a esa nueva ola de adhesiones que está ganando Rabat. Sin embargo, Albares tendrá que hilar muy fino para no romper una cuerda en la que España se juega mucho más que miles de millones en contratos de gas: se juega su posición estratégica en el Mediterráneo occidental. Un lugar en el que hasta ahora tanto marroquíes como argelinos trataban de ganarse sus favores y en el que históricamente España ha sabido nadar entre dos aguas que, ahora, parecen más turbulentas y peligrosas que nunca.

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