La UE necesita funcionar como la liguilla de la Champions para mejorar su eficacia

  • El análisis apuesta por una Europa que se aleje del modelo de actuación en bloque para cualquier aspecto que se negocie.
El primer ministro belga, Charles Michel, regala una camiseta de la selección belga de fútbol a la primera ministra británica Theresa May, durante la reunión del Consejo Europeo celebrada en Bruselas, Bélgica, el 28 de junio del 2018. EFE
El primer ministro belga, Charles Michel, regala una camiseta de la selección belga de fútbol a la primera ministra británica Theresa May, durante la reunión del Consejo Europeo celebrada en Bruselas, Bélgica, el 28 de junio del 2018. EFE
El primer ministro belga, Charles Michel, regala una camiseta de la selección belga de fútbol a la primera ministra británica Theresa May, durante la reunión del Consejo Europeo celebrada en Bruselas, Bélgica, el 28 de junio del 2018. EFE
El primer ministro belga, Charles Michel, regala una camiseta de la selección belga de fútbol a la primera ministra británica Theresa May, el 28 de junio. EFE

¡Merde alors! El exabrupto que le espetó el ministro de Exteriores de Luxemburgo al polémico dirigente italiano, Matteo Salvini, en la reciente cumbre informal sobre inmigración, celebrada en Viena, sirve de muestra de las tensiones que sacuden el seno de la Unión Europea en estos momentos. Y eso sin recordar la convulsión constante que rodea todo lo relacionado con la salida del Reino Unido. 

Asumiendo que los debates existenciales han sido casi un sello propio de la UE desde su nacimiento, la perspectiva de una Europa actuando en bloque en medio de un convulso panorama socioeconómico global parece hoy más lejana que nunca. Quizá la solución pase por acercarse a un modelo más parecido al que se utiliza en algo tan mundano como el fútbol y la Liga de Campeones. O sea, que la salida al atolladero al que parece condenada la UE podría estar en dividirse en distintas liguillas de intereses, cada una con países distintos, antes de abordar los grandes asuntos transversales. 

Porque lo que sí parece claro es que la desunión ha sido el fruto más visible después de la crisis económica que se inició en 2008, con la grieta abierta entre los países deudores y los endeudados, a lo que se ha venido a sumar la disputa sobre el trato a la inmigración, la percepción de las amenazas exteriores y los fallidos intentos de unificar el poder militar.

Un recurso desgastado

En un artículo publicado por Jean Pisani-Ferry para el 'think tank' Bruegel, el autor explica cómo tradicionalmente la UE ha sorteado sus diferencias a través de dos estrategias. La primera ha sido comprar tiempo, con la idea de que todos los países miembros terminaran por alcanzar un estatus similar.

Pero la idea de las diferentes velocidades hace tiempo que se ha dado por agotada. Puede que siga siendo posible conseguir que todos los países que se han sumado recientemente terminen por adoptar la moneda común, pero será más difícil lograr cerrar el abismo entre aquellos que piensan que se puede aceptar una Europa musulmana y el de aquellos que fijan en la herencia cristiana la quintaesencia de la ciudadanía europea.

La segunda herramienta ha sido la transferencia de competencias de los países a los organismos europeos, reduciendo así las diferencias entre miembros. Es la forma a través de la que se creó el mercado único y con la que se ha logrado el éxito en la política comercial. Lamentablemente, ello no ha servido para lograr ningún avance en los apartados de la seguridad, la defensa y -recientemente- la política de asilo.

Además, la perspectiva de ampliación de la UE en los Balcanes complicará el problema, ya que si bien estos países han hecho un enorme esfuerzo para integrarse en el proyecto, harán la unión aún más heterogénea y pueden disparar la división.

Reformar la estructura

¿Qué hacer pues ante este panorama? Pisani-Ferry junto a otros analistas de Bruegel abogan por una reestructuración de la arquitectura de la UE, que mantenga una base común del proyecto y promueva la creación de unos pocos clubes opcionales en áreas de gobierno específicas.

En la base 'intocable' estaría el mercado único, la unión aduanera y el tronco legislativo común para asegurar la protección de los consumidores y las políticas conjuntas en áreas como la energía, el clima o las las infraestructuras. Las instituciones pilares como la Comisión, el Consejo, el Parlamento y la Corte de Justicia europea estarían en esa base.

Ahora bien, los 'clubes' se construirían alrededor de áreas políticas claves, y en ellos sus miembros podrán compartir los mismos objetivos, y serían más efectivos tanto dentro como fuera de la UE. Uno de los clubes puede englobar el Euro, la coordinación fiscal, la supervisión bancaria y la resolución de crisis financieras. Otro club puede combinar la política de asilo, la protección de fronteras, y la cooperación policial y judicial.

El tercer club podría estar dedicado a la defensa y seguridad exteriores, lo que podría servir para que sus miembros aportaran recursos y personal a operaciones militares. Un cuarto club podría centrarse en las políticas comunes que están poco desarrolladas como la educación. Claro que para que estos clubes no se conviertan en un 'batiburrillo' de organismos, es clave que no se puedan crear a la carta, además de fijar unas reglas claras para que entrar y salir de los mismos no sea un proceso fácil.

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