Renacer nuclear

Francia abandona a España en el intento de revertir el mercado eléctrico de la UE

La elección de Macron de usar energía nuclear tiene dos consecuencias claras para España. Por un lado, cuestiona la apuesta exclusiva verde del Ministerio y, por otro, aleja el cambio de marco eléctrico europeo.

Central nuclear de Ascó en Tarragona.
Francia abandona a España en el intento de revertir el mercado eléctrico de la UE.
EFE

Emmanuel Macron lo tiene claro: Francia seguirá siendo nuclear por muchos años. Si había algo que realmente distinguía a los franceses del resto de Europa, era la energía nuclear. Por lo tanto, la defensa de esta tecnología es una cuestión de Estado, vital para los intereses franceses que disponen de 58 reactores nucleares y 63 GW de potencia nuclear instalada.

Ahora bien, para conseguir este objetivo, Francia tendrá que pasar por Bruselas para modificar la “EU Taxonomy”, un sistema de clasificación creado por la Unión que establece una lista de actividades ambientalmente sostenibles. El objetivo de esta lista sería apoyar el esfuerzo inversor imprescindible para alcanzar el ‘Green Deal’ promovido por Europa. En realidad, la tipificación energética ofrece señales a los fondos de qué inversiones pueden considerarse ambientalmente sostenibles y cuales no.

Entrar en esa lista supone estar en el ojo de las decenas de miles de millones de euros que moverá la transición energética en los próximos años y lo que es más importante: tranquilizar a mercados, sociedades y gobiernos que comienzan a estar realmente preocupados por el coste de la transición. El anuncio de Macron no es nuevo. Ya en octubre anunció una inversión de 1.000 millones de euros en esta tecnología para 2030. Su apuesta se basa en el desarrollo de los denominados “mini reactores” nucleares. Estos reactores a pequeña escala son menos complejos e incluso más seguros que sus hermanos mayores y supondrían la respuesta industrial gala a los prototipos que se desarrollan en China, Rusia, Estados Unidos o Japón. Algunas empresas como Rolls - Royce ya han anunciado inversiones millonarias para desarrollar este tipo de proyectos que son notablemente más baratos que las centrales nucleares convencionales.

Como no podía ser de otra forma. La decisión de Macron sentó como un tiro en los ‘lobbies’ renovables que pueblan Bruselas. De inmediato las fuerzas verdes se posicionaron en contra de esta equiparación del uranio con el sol o el viento. "Cada euro invertido en energía nuclear es un euro que no se invierte en otras energías", afirmaba Matthieu Orphelin, un diputado francés rebotado del partido de Macron y que en la actualidad milita en los Verdes de Francia. Junto a los franceses, otros diez países: Bulgaria, Croacia, República Checa, Finlandia, Hungría, Polonia, Rumanía, Eslovaquia y Eslovenia consideraron en octubre que “la energía nuclear debe ser parte de la solución” y, por lo tanto, “si no hay una evidencia científica de que la energía nuclear contribuya más al calentamiento global que otras energías, la nuclear debe ser admitida en la lista en controversia”.

España, entre dos aguas, puede quedarse en solitario

La elección francesa tiene dos consecuencias claras para España. Por un lado, cuestiona la apuesta exclusiva verde del Ministerio ya que tiraría por tierra su filosofía de que ningún megavatio que no sea limpio y renovable 100% pueda ser objeto de financiación pública o recibir un mejor tratamiento por parte de Bruselas. Esta política alcanza no solo a la energía nuclear, también al gas que los alemanes defienden por su parte como alternativa en la transición energética. Para la ministra Teresa Ribera, la inclusión de ambas energías en la ‘EU Taxonomy’ supondría una “distorsión en la acción ambiental” al margen de que “puedan tener una consideración singular como tecnologías que puedan acompañar la transición, es bueno que no se incorporen en esta lista de taxonomía verde”

En este sentido, la posición española pasa por el mantenimiento del statu quo comunitario en el que se señala claramente que sólo las energías tradicionalmente consideradas verdes y renovables puedan quedar respaldadas por un marco financiero claramente favorable. La segunda derivada es más compleja y peligrosa. Al margen de lo adecuado o no del debate en torno a la energía nuclear, el giro francés implica un abandono de su intención de apoyar al gobierno español en la modificación urgente del mercado eléctrico europeo.

 Ambos países señalaron al gas como el culpable de la escalada de precios en la factura de la luz vivida desde junio, hasta el punto de que propusieron modificar el sistema de precios marginalista, un tótem sagrado para la Unión Europea, y apostar por compras colecticas y almacenamientos, en el caso español, o incluso “cambiar y abordar la situación del mercado europeo de la energía, porque no está preparado para lo que tenemos que conseguir, que es la lucha contra el cambio climático”, como afirmaba el ministro de finanzas francés, Bruno La Maire, el pasado 4 de octubre a su entrada en el edificio Berlaumont en Bruselas.

Y es que, para París, el gas, además de los dolores de cabeza que produce por Rusia, es el auténtico culpable de la situación atípica que vive Europa. Este pensamiento responde a su realidad energética. El parque nuclear francés aporta el 77% del total del consumo eléctrico, lo que obliga a una utilización menor de los ciclos combinados, por lo que, quitando momentos puntuales, la demanda eléctrica gala suele colmarse con la energía generada por sus centrales nucleares, además de permitirle exportar energía a los países limítrofes. De estos obtiene miles de millones de euros cada año por este concepto. Si atendemos al criterio de emisión de dióxido de carbono, Francia se encuentra entre los países más verdes de Europa y del mundo, una constante que puede observarse al instante gracias a Electricity Map, una app colaborativa y gratuita que permite visualizar los indicadores de producción y consumo eléctrico mundiales.

La consecuencia para España es que podría quedarse aislada en su lucha por modificar el mercado de fijación de precios europeo. Una empresa harto complicada cuando contaba con su vecino y aliado de la mano y que se vuelve prácticamente inviable de afrontar en solitario. La batalla no ha terminado. Antes de que finalice el año, la UE tendrá que tomar una decisión definitiva sobre la inclusión o no de la energía nuclear en la lista de tecnologías beneficiadas con el sello de “verde”.

 Tras el acuerdo político sobre el texto que regula la ‘EU Taxonomy’, la Comisión inició una revisión en profundidad para evaluar si la nuclear se adapta o no a los criterios técnicos que privilegia la lista. Como primer paso, el Centro Común de Investigación, el servicio interno de Ciencia y Conocimiento de la Comisión, redactó un informe técnico sobre los aspectos de la energía nuclear en el que concluye, entre otras cosas, que la energía nuclear tiene muy bajos índices de contaminación por óxidos nitrosos, dióxido de azufre, partículas y emisiones de

compuestos volátiles distintos del metano. Los valores serían comparables o incluso mejores que las emisiones correspondientes de las cadenas de valor y producción de la energía solar o eólica. En caso de incluirse o favorecerse su utilización, España tendrá decidir si continúa en solitario su aventura para modificar el sistema, o bien continuar comprando energía a Francia, que proveerá en su territorio de una energía que parece más renacida que nunca.

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