Juego sucio del G20: las ayudas al carbón se han triplicado en los últimos tres años

  • Los fondos para las centrales de carbón suman 47.300 millones de dólares. China o Reino Unido financian instalaciones fuera de su territorio.
Gráfico carbón.
Gráfico carbón.

El G20, el grupo constituido por los 20 países más industrializados del mundo que se reúne esta semana en Osaka, reconoció hace  más de una década que el problema medioambiental iba a ser el gran desafío de las economías desarrolladas. El grupo, al que España asiste como invitado permanente, se comprometió en 2009 a eliminar gradualmente los subsidios a los combustibles fósiles. Pero ha habido juego subterráneo.

Las ayudas a la industria del carbón, la fuente de energía más contaminante, rondan los 64.000 millones de dólares (57.000 millones de euros) al año, según el informe elaborado por el laboratorio de ideas Overseas Development Institute (ODI). Lo más preocupante es que los fondos directos a las centrales térmicas de carbón, las que más emiten, se han triplicado. En el periodo 2014-2017 pasaron de 17.200 a 47.300 millones de dólares.

La distancia entre los grandes propósitos y la realidad de lo que se cuece en las economías más desarrolladas del planeta es un grave problema para el cumplimiento de compromisos como el Acuerdo de París. Los países del G20 tienen un papel fundamental que desempeñar en los esfuerzos principales para combatir el cambio climático, ya que representan el 79% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. 

Las ayudas al carbón, más o menos disimuladas por vía presupuestaria, de apoyos fiscales y a través de empresas públicas, cuestionan el compromiso asumido de eliminar de forma gradual los subsidios a los combustibles fósiles. El juego subterráneo lo encabezan China e India. Son los países que otorgan los mayores subsidios al carbón. Les siguen  Japón, Sudáfrica, Corea del Sur, Indonesia y los Estados Unidos. The Guardian, en un artículo reciente desvelaba los mecanismos de disimulo de algunos de los grandes. Por ejemplo, Reino Unido.

Las centrales, en el extranjero

El Gobierno de Gran Bretaña ha propuesto retirar completamente la generación de energía a base de carbón para el año 2025. Pero en el Parlamento británico se han debatido informes que cuestionan  los miles de millones de libras que utiliza el país para ayudar a construir plantas de energía de combustibles fósiles en el extranjero.

Reino Unido no es una excepción. ODI destaca en su informe que China, el mayor consumidor mundial de carbón para la generación de energía y la industria, se comprometió en 2014 a reducir el consumo de carbón al 58% del consumo total de energía o menos para 2020. Pero el país continúa proporcionando financiación pública internacional para la minería de carbón y la energía de carbón en el extranjero. El importe es significativo: casi 10.000 millones de dólares anuales.

Dentro del G20, el cogollo del poder y de las finanzas internacionales descansa en siete países: Estados Unidos, Alemania, Canadá, Francia, Italia, Japón y Reino Unido. Es el G7, el club que representa el 64% de la riqueza global. Todos están inmersos en un proceso de transición energética que se apoya en las políticas de descarbonización y en la reducción en el costo de las tecnologías limpias.

Todos tienen planes para reducir emisiones, pero todos continúan brindando un apoyo sustancial a la producción y el uso de petróleo, gas y carbón. En promedio por año en 2015 y 2016, los gobiernos del G7 dieron al menos 81.000 millones de dólares en apoyo fiscal y 20.000 millones en partidas presupuestarias, tanto para la producción como para el consumo de petróleo, gas y carbón. En el propio país y en el extranjero. Es la diferencia entre predicar y dar trigo.

El carbón en la UE

En la UE, el carbón es parte fundamental de la economía aún en 41 regiones y 12 países, seis de los cuales necesitan al menos un 20% del combustible fósil para suplir su demanda energética. Representa el 16% del consumo bruto interno en la UE. En España, el carbón supuso el 14,5% de la generación de electricidad en el año 2018. Pero el sector está de despedida.  España está cerrando las minas y las centrales tienen hasta junio del próximo año para adaptarse a los límites de emisiones que marca la UE.

El Ministerio de Transición Ecológica que dirige Teresa Ribera estima que a partir de 2020 cerrarán al menos siete de las 15 centrales térmicas de carbón que funcionan en el país. Y lo más probable, según coinciden fuentes del sector, es que a partir de 2021 sólo se mantengan activas cuatro centrales localizadas en Asturias, Galicia y Andalucía. Serán las de Aboño y Soto de la Ribera, ambas propiedad de EDP Energía y ambas en Asturias y las de As Pontes (Galicia) y Carboneras (Andalucía), propiedad de Endesa.

La factura del carbón -efectos medioambientales al margen- no ha sido barata. Los subsidios, entre los que se encuentran fondos para reactivar las cuencas mineras, las prejubilaciones, las ayudas a la producción para sostener el mineral nacional frente al importado  y las partidas indirectas pagadas a las centrales térmicas, suman más de 28.000 millones de euros en 30 años. El juego continúa.

Mostrar comentarios