Lo que esconde su gran anuncio

La gran 'fake' de Erdogan inaugura una nueva era económica para Turquía

El presidente turco proclama el descubrimiento de un yacimiento como un hecho que cambiará la historia de su país pero que solo confirma que la comunicación política ha llegado también a la geoenergía.

El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, en un acto público.
El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, en un acto público.
EP

Las tácticas de comunicación política son universales. La combinación de medias verdades, con presentaciones faraónicas ante los medios de comunicación, se repiten desde Washington a Paris pasando por Moscú o Ankara. 

Esta semana, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, se dirigía a los medios tras la inauguración de una fábrica de paneles solares en Ankara. El acto tenía como protagonista a la floreciente industria renovable turca, que pugna con otros países por hacerse un hueco entre los grandes suministradores de componentes mundiales.

"Creo que el viernes podré dar una buena noticia a la nación. Es de ensueño. Confío en que abrirá una nueva era para Turquía". Erdogan cumplía así la primera máxima en un mensaje político, que no es otra que "calentar" el ambiente antes de lanzarlo. La intención del líder turco era llamar la atención sobre el "nuevo poder duro" que Turquía está ejerciendo en su zona de influencia. 

Tras el mensaje, todas las empresas del sector energético turco obtuvieron unas ganancias en bolsa cercanas al 10%. Las autoridades otomanas procuraron "filtrar" a los medios nacionales e internacionales que la noticia estaba relacionada con el descubrimiento de algún tipo de yacimiento de hidrocarburos. Incluso se apuntaba al lugar. El Mar Negro podría ser el punto exacto del hallazgo que podría llegar a cambiar la historia turca en el siglo XXI. 

El efecto ya estaba creado. Las empresas energéticas revalorizadas, los líderes mundiales expectantes, la prensa marcando en rojo el viernes para dejar hueco a la información que llegara desde Ankara, etc. Todo listo y preparado para que Ankara se convirtiera en el centro mediático de la jornada. Sin embargo, en comunicación política tan importante es crear expectativas como cumplirlas. Cualquier anuncio exagerado o falto de credibilidad suele producir el efecto contrario, por mucho que el destinatario del mensaje sea el interno y no la comunidad internacional.

Viernes. Las empresas turcas están dispuestas a recoger en bolsa las ganancias anunciadas con 36 horas de antelación. El presidente Erdogan comparece solemne ante los medios de comunicación para declarar, sin ambages ni medias tintas, que, en apenas unos años, "el gas estará al servicio de la nación". A continuación, se dispone a dar detalles sobre el mayor hallazgo de gas en la historia del país. Los teletipos comienzan a hervir ante lo que todos los analistas comienzan a considerar la madre de todas las noticias.

Tras los preliminares viene el momento de concretar exactamente el volumen de lo anunciado. La cantidad exacta que hará que Turquía entre en "una nueva era" sin ningún tipo de dependencia energética del exterior. Erdogan toma aire y suelta la bomba. La cantidad de gas encontrado asciende a 320.000 millones de metros cúbicos. Aquí es cuando la comunicación política deja paso al marketing. Para un profano en la materia, 320.000 millones es una cantidad inimaginable y, por lo tanto, mucho más contundente que hablar de 320 bcm, la unidad de medida universal para contabilizar los billones de metros cúbicos de gas natural. 

Tras intentar encubrir la grandilocuencia del mensaje utilizando una medida cuando menos cuestionable, hay que pasar a comparar exactamente la magnitud del anuncio. 320 bcm representa, aproximadamente, la importación de gas (fundamentalmente iraní y ruso) de Turquía en 7 años. Es decir, el macro hallazgo que pasará a situar a Turquía en una nueva era se reduce a colmar sus importaciones de gas durante menos de una década

El yacimiento de Sakarya, provincia turca de la que hereda su nombre, aun tiene que demostrar la "calidad de sus reservas". Este aspecto fue omitido por el presidente turco y es que no es lo mismo hablar de reservas probadas que de probables o posibles. Las primeras son aquellas que tienen más de un 90% de posibilidades de extraerse. Resumiendo, se sabe exactamente la dificultad para obtener el gas. Normalmente, los gobiernos o empresas que lo anuncian disponen de la tecnología suficiente para extraerlo ‘motu propio’, algo que realmente Turquía está lejos de obtener, al menos en este momento.

Las reservas probables apenas llegan al 50% de posibilidades de ser producidas. Introducen un mayor grado de incertidumbre y, por lo tanto, pasan a devaluar el precio del hallazgo anunciado. Por último, las reservas posibles suelen ser un brindis al sol. Con un 10% de posibilidades de producción se sitúan a la cola de la calificación de reservas reguladas mundialmente. Erdogan omitió este pequeño detalle en sus explicaciones sobre el gran hallazgo turco.

En cualquier caso, el anuncio turco debe ser enmarcado dentro de la política de choque que está viviendo el país en sus aspiraciones geopolíticas en el Mediterráneo Oriental. Históricamente Turquía ha vivido con frustración la inexistencia de hidrocarburos a gran escala en su territorio; un aspecto vital en una nación rodeada de grandes productores. 

Este hecho justifica el interés y los esfuerzos denodados por parte de Ankara de "hacerse", de una u otra forma, con recursos para reducir su alta dependencia energética y una factura que asciende a más de 45.000 millones de euros que paga religiosamente cada año a las arcas de Moscú y Teherán y que, quizá, ahora sean las que recojan las consecuencias del aumento de la soberanía energética turca.

La última de las matizaciones de la madre de todos los anuncios es la escasa relevancia de la industria extractora turca. Ankara tendrá que desarrollar tecnología autóctona nacional para poder producir eficientemente el gas de Sakarya. Renunciar al control de la producción nacional sería un fracaso para el presidente Erdogan. Sus esfuerzos en Libia y Chipre no tendrían ningún sentido si ahora se dirigieran a recurrir a empresas extranjeras para extraer y canalizar el gas hallado.

Como en toda empresa, la explotación de recursos requiere de una inversión previa que el gobierno tendrá que destinar si realmente quiere entrar en una nueva era energética, curiosamente, en un mundo que cada vez mira con más desconfianza a los hidrocarburos.

Erdogan es sabedor del limitado anuncio del viernes. Por ello se esforzó en reforzar a sus seguidores, incluyendo en el mismo paquete la conversión en mezquita de la antigua basílica bizantina de Estambul. En términos estratégicos, el anuncio del yacimiento de Sakarya, más que suponer un aldabonazo en la geopolítica mundial, servirá para confirmar que la comunicación política se vuelve a imponer a las realidades técnicas, convirtiéndose en un aspecto esencial en el controvertido mundo de la geoenergía.

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