El impacto de la crisis pandémica

Granjero en EEUU busca mano de obra al quedarse sin inmigrantes para la cosecha

La restricción de los visados ha impedido que los inmigrantes vayan esta temporada a EEUU
La restricción de los visados ha impedido que los inmigrantes vayan esta temporada a EEUU
EP

Los espárragos que venden en el mercadillo en New Paltz son perfectos. Lleva una hora llegar en coche desde Manhattan, pero merece la pena hacer el viaje una vez a la semana aprovechando que el tráfico no atasca el George Washington Bridge como un día normal de trabajo. Millie Wang aprovecha que lleva el maletero vacío para comprar verduras y fruta frescas que le encargan vecinos que como ella optaron por quedarse en la ciudad de Nueva York en lugar de escapar.

Lo que no sabe decirle el tendero es si podrá traerlos la próxima vez. La granja en Vermont que le suministra tiene problemas de personal. Los campesinos que suelen llegar por estas fechas a Nueva York y otros estados al norte no aparecieron aún. Los hay que tienen miedo de caer enfermos durante el viaje desde los estados del sur. Pero la mayoría es porque no tienen los permisos para trabajar en Estados Unidos.

Las imágenes de agricultores dejando pudrir los tomates en la planta, quemando cebollas que no pueden plantar o tirando leche que no pueden procesar se repiten. Y no es solo por el brusco desplome de la demanda por parte de restaurantes, hoteles y colegios. Incluso los que están dispuestos a donar los alimentos antes de echarlos a perder se enfrentan al reto de dar con la mano de obra cualificada.

La Produce Marketing Association calcula que se desperdiciaron ya frutas y verduras frescas por un valor de 5.000 millones de dólares. Es lo que le pasa a los dueños de RC Hatton Farms. Los repollos que cultivan para la cadena KFC se les marchitan sin que puedan hacer nada. Lo mismo pasa con los pepinillos que produce Long & Scott Farms o las lechugas romanas que se cultivan en Greenfield, California.

Y todo sucede en un momento vital para el campo. Daniel Costa, del Economic Policy Institute, recuerda que el empleo agrícola repunta en abril y llega a su máximo en julio. Pero este año los productores están nerviosos por las limitaciones introducidas a la concesión de visados H-2A, que permiten contratar a decenas de miles de inmigrantes para cubrir empleos temporales. El 90% proceden de México.

Las restricciones en la frontera con México y Canadá para contener la expansión de la pandemia provocan, a su vez, un descenso en las entradas ilegales. No son solo inmigrantes de origen latinoamericano, también lo intentan por esa vía rumanos, haitianos, jamaicanos y sudafricanos. El tránsito por la frontera con los dos países se limitó a lo esencial, lo que eleva el riesgo de ser detectado. El trabajo de los inmigrantes, legales o ilegales, es crucial en este periodo del año.

A diferencia del trigo o del maíz, que recolectan con sistemas mecanizados, los espárragos que compra Millie se cortan de la tierra a mano. Es un trabajo duro, mal remunerado y con turnos muy largos, considerado indeseado en una economía como la de Estados Unidos. Pero lo que sobra estos días en el campo es trabajo. Ante esta situación de carestía de mano de obra, los productores se ven obligados a buscar empleados en sus propias comunidades, como estudiantes, camareros o incluso presos. El problema, indican desde la Snake River Farmers Association, una organización que opera en 15 estados, es que muchos de los emigrantes trabajan para la misma granja desde hace años y su experiencia no tiene valor.

El 40% de campesinos extranjeros que trabajan el campo ya solicitó este tipo de permisos en anteriores campañas, de acuerdo con las Western Growers Association. El Departamento de Estado, a la vista de la dificultad, está relajando algunos de los requisitos para los inmigrantes "invitados" que ya tienen registrados. Pero incluso si la concesión de visados se agiliza, el impacto será significativo. La mayoría de los nuevos solicitantes quedará, por tanto, excluido de los permisos de trabajo.

Hay otro problema, como señalan desde la asociación Campesinos sin Fronteras. Citan la desinformación y el miedo a los contagios. Las condiciones higiénicas en el transporte y los dormitorios en las granjas, señalan, no son las adecuadas. Explican que los inmigrantes suelen moverse en grupos de 20 ó 30 personas. La potencial reducción del número de empleados disponible con visados H-2A, combinado con las perspectivas de un incremento del paro por el impacto económico del Covid-19, debería motivar a los productores a elevar los esfuerzos de reclutamiento entre trabajadores desempleados en EEUU. "California, Florida y Nueva York van a perder juntas 3,4 millones de empleos", proyecta Costa.

No se trata solo de dar como mano de obra nacida en EEUU que esté dispuesta a trabajar en el sector agrícola. Las organizaciones coinciden al señalar que hay también muchos inmigrantes que trabajan en el sector servicios que pueden perder sus empleos durante los próximos meses. Si se permite una extensión de sus visados y un ajuste en las condiciones, estos empleos podrían transferirse entre industrias. Las restricciones en los visados, advierte Zippy Duvall desde el American Farm Bureu, representa "una amenaza adicional para el negocio de los granjeros y la cadena de suministro".

El desplome del precio de las materias primas, la guerra arancelaria de Donald Trump y los desastres naturales ya estaban forzando a muchos pequeños productores a declararse en bancarrota por las deudas. El confinamiento económico llega, por tanto, en el peor momento. Esta situación tiene una derivada política. El campo es un hervidero de votos clave para la reelección de Trump en noviembre. "El presidente ama a los granjeros", asegura el secretario de Agricultura, Sonny Perdue, al anunciar nuevos recursos financieros para mitigar los efectos del Covid-19. Está por ver si será suficiente para aliviar el lastre.

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