El Brexit, Trump, el Movimiento Cinco Estrellas, la Liga Norte, Viktor Orban, el auge de los extremismos y los partidos xenófobos... Corren malos tiempos para la democracia. Esa es al menos la tesis de Jason Brennan, profesor de Georgetown, y experto en comportamientos del votante y abusos de poder en su polémico ensayo 'Contra la democracia' (Editorial Deusto). Su análisis va más allá. ¿Deben valor lo mismo todos los votos, está todo el mundo capacitado e informado para votar? ¿No sería mejor que los ciudadanos más competentes e informados tuvieran un poco más de poder e impacto a la hora de depositar el voto?
Sus ideas han levantado una ola de críticas, pero él es rotundo. La mala política daña la vida de la gente y el voto tiene una importancia capital. La idea del ensayista es hacer un examen de aptitud del votante. Cada año se haría un test voluntario sobre política básica y conocimientos sociales. Si lo ciudadanos aprueban recibirían 1.000 dólares si lograran acertar entre el 90% y el 100% de la preguntas, de 500 entre el 80 y 89%, cien dólares entre 70 y 79% y nada si es inferior. Sería la motivación para que estudiaran y se interesaran. O al menos, leyeran los programas de los partidos. E incentivaría la participación. No en vano, en el siglo XIX votaba un 80% de la población, hoy no llega al 60%.
Analiza Brennan los tipos de votantes a través de estudios empíricos, sociológicos y políticos y llega a la conclusión de que hay tres tipos de votantes. Los hobbit, los vulcanianos y los hooligan. La democracia hoy, en su opinión, es el Gobierno de los hobbit y los hooligans.
¿Cómo es el hobbit?
Se trata de ciudadanos poco informados, con escaso interés y bajos niveles de participación política. Tiene compromisos ideológicos volubles. Es el prototipo medio del abstencionista. Suelen acabar siendo hooligan. Carecen de una opinión sólida sobre la mayoría de los temas. Prefieren llevar su vida cotidiana a implicarse en política.
¿Cómo es el hooligan?
Ciudadanos muy informados que tiene sólidos compromisos con la política y su identidad política. Son hinchas de la política y como tales tienen una visión muy sólida y establecida de la misma. Argumentan sus creencias, consumen información política de un modo sesgado, buscan la que confirma sus opiniones preexistentes e ignoran y rechazan cualquier evidencia que contradiga lo que piensan. Tienen prejuicios y pueden llegar a ser fanáticos. El sesgo intergrupal es clave en ellos, demonizan a otros grupos que piensan lo contrario.
¿Cómo es el vulcaniano?
Son pensadores perfectamente racionales y muy informados que no tienen ninguna lealtad a sus creencias. Son capaces de explicar puntos de vista opuestos. Les interesa mucho la política, son desapasionados, evitan ser parciales o irracionales y toleran las ideas contrarias a las suyas. No son, tampoco, por definición moderados, pero sí capaces de cambiar de opinión si los hechos evidencian que están equivocados.
¿Deben valer todos los votos lo mismo?
Brennan no pone en duda que la democracia sea el mejor sistema. Sí, que este pueda ser mejorable. Para ello propone como alternativas el sufragio restringido o censitario, donde los ciudadanos puedan presentarse a un cargo solo si son competentes para él, o que aunque todos los ciudadanos voten los más cualificados tengan un plus, que sea necesario completar un cuestionario básico para establecer la valía del voto. Las críticas son duras a sus posturas. Se cree que los ricos, blancos y pertenecientes la clase alta controlarían entonces a los candidatos, pero Brennan analiza a los dirigentes de hoy y llega a una conclusión: la mayoría ya viene de las mejores universidades y de familia con pedigrí político. O son ricos. Y responden a unos intereses muy determinados. El caso de Trump y el Brexit, señala, demuestran que la falta de conocimientos, los datos sesgados y las 'fake news' tuvieron un caldo de cultivo perfecto para hooligans y hobbit.
Muchos son los que consideran que un conocimiento superior no debería dar más poder, pero Brennan defiende su postura con el principio de antiautoridad: si eres incompetente, ignorante o moralmente inaceptable, la democracia debe tener herramientas para que no obtengas el poder. Brennan desgrana algunos déficit de la democracia. La primera que la posibilidad de ganar influencia y poder pesan más que el debate para mejorar la realidad. No menos importante es que las personas que han logrado un estatus hablen más, sin que necesariamente sepan más. Las minorías o lobbies tienen una influencia desproporcionada mientras que a la gente le cuesta desmarcarse de lo socialmente establecido.
Un estudio de la Universidad de Monmouth de 2015 desvelaba que los americanos son cada vez más escépticos respecto a si su participación políticamente realmente es útil para provocar cambios. Un 54% creía que era más efectivo implicarse en actividades no políticas, y un 28% aún creía en ella. La pregunta es ¿qué clase de votante eres tú? ¿No necesita ningún cambio la democracia? El debate está abierto.
Increíble, pero cierto
1. El 40% de los estadounidenses no sabe contra quién luchó EEUU en la IIGM.
2. En 1964 solo una minoría sabía que la Unión Soviética era miembro de la OTAN.
3. El 73% de los americanos no tiene una idea clara de lo que fue la Guerra Fría.
4. En el año 2000, el electorado no sabía responder a la pregunta de quién era más progresista: Bush o Gore.
5. Solo un 37% de los americanos sabía que durante los 90 el número de delitos había descendido y la ayuda federal a los pobres, aumentado.
6. Contra la imagen social, los ciudadanos medios republicanos están más informados que los demócratas.
7. Los americanos se definen por los medios que leen (los que lo hacen). Los progresistas de izquierdas apuestan por el NYT, y los conservadores, por la Fox. Los medios son vitales para orientar su voto.
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