Irán, la decepción de los jóvenes

  • Para aquellos nacidos después de la revolución islámica y que quieren más libertades el futuro es especialmente oscuro. La vigilancia de los milicianos 'basij' prosigue. Algunas fuentes sostienen que los duros del régimen ya tenían preparada la represión de los reformistas.
Los iraníes que se manifestaron a favor del cambio político han sufrido una gran represión | EFE
Los iraníes que se manifestaron a favor del cambio político han sufrido una gran represión | EFE
Cameron Abadi|GlobalPost para lainformacion.com
Cameron Abadi|GlobalPost para lainformacion.com

TEHERÁN – Dos noches después de la elección presidencial, las milicias del gobierno (basij) informaron a los estudiantes de la Universidad de Teherán de que se aplazaban los exámenes de final de curso.

El mensaje venía cargado de violencia: Los basij, con ropa de calle, entraron a la fuerza en la residencia universitaria e hirieron, arrestaron y asesinaron a cuantos estudiantes les dio la gana. Al resto le dijeron que abandonaran la capital lo antes posible.

Sin embargo, Sharom, estudiante de doctorado en sociología, decidió trasladar sus cosas a casa de un amigo, en otra zona de Teherán. La única alternativa era volver a casa de sus padres en Shiraz, una localidad a 15 horas de autocar de la capital. Demasiado lejos para poder volver rápidamente en caso de que se reprogramaran los exámenes. Y demasiado aislado en caso de que sucediera lo inesperado, y no estar en el centro de la historia.

Hoy en día, todo el mundo en Teherán piensa en la historia. En medio de toda esta violencia sin sentido y la tensión implacable en el aire, los iraníes miran al pasado para entender el presente. En sus hogares, repasan una y otra vez los acontecimientos de la Revolución Islámica de 1979.

En el trabajo, hablan del temor a que sus líderes decidan hacer como los gobernantes chinos en 1989 contra los estudiantes de la Plaza Tiananmen. Susurran sobre las protestas estudiantiles masivas de 1999 y se preguntan cómo el Tribunal Supremo de EEUU resolvió la disputada elección presidencial del año 2000.

La historia ofrece tantos ejemplos verosímiles de momentos decisivos y drama, pero lo que muchos iraníes realmente desean hoy resulta difícil de imaginar. "Todo es posible", declara Sharom. "Y cada día, deseo que mañana las cosas vuelvan a ser normales".

Ausencia de normalidad

Ante los acontecimientos de las últimas semanas, nadie se atreve a decir cómo o cuándo se podrá cumplir ese deseo. Incluso cuando las calles de Teherán quedan libres de violencia, la situación está lejos de cualquier definición de normalidad.

Las empresas siguen enviando a sus empleados a casa antes de la hora. El Gran Bazar, el centro nacional del comercio minorista y mayorista, está tranquilo. Y se habla de que grandes sumas de dinero, hasta ahora depositadas en los bancos locales, han abandonado el país. Quienes miran la televisión pública se encuentran con propaganda que no se corresponde en lo más mínimo con la realidad.

Mientras tanto, la milicia basij y los militares vestidos de civil siguen imponiendo la ley marcial una vez que oscurece. Sus rondas de patrullaje comienzan a sentirse como algo permanente al igual que los gritos en la noche de Allahu Akbar y Abajo el dictador que han aumentado en fuerza y volumen. Cuando hay protestas en la calle, como ha sucedido recientemente, la represión no se hace esperar.

Desde el día de la elección, el régimen ha sido constante: temor e incertidumbre para los detractores, tranquilidad para quienes le son leales. Es una estrategia del gobierno motivada por su propia analogía histórica. La clase gobernante siempre ha temido una revolución de terciopelo dentro de sus fronteras, manifestaciones pacíficas como las que acabaron con los regímenes de Europa Oriental.

Estudio previo

Algunos informes sostienen que el Líder Supremo Alí Jamenei estaba tan preocupado por la revolución naranja de Ucrania en 2005 que ordenó un estudio para ver como se podría combatir un movimiento similar en Irán.

Si las autoridades creían que la intimidación devolvería la calma, se han equivocado, de la misma manera que se equivocaron al pensar que el fraude electoral sólo provocaría una pequeña consternación entre la población.

Pese a que a Sharom le gustaría rendir sus exámenes y planificar su vida, por ahora no tiene nada que hacer excepto pensar y organizar manifestaciones. Si bien nunca se imaginó que asumiría tal papel, parece no haber nadie preparado para hacerlo. A pesar de que por ahora Musaví sigue en libertad, la mayoría de los otros reformistas con experiencia y dotes de organización han sido encarcelados.

Los manifestantes tienen un sentimiento y un impulso común, pese a que deciden participar individual y espontáneamente. La preocupación de la mañana se convierte en entusiasmo, lo que lleva a la acción y esto, a su vez, al cansancio, una situación que vuelve a desatar la rabia y la preocupación al final del día, al ver la retórica de desprecio del gobierno o las horribles imágenes de violencia del día anterior. Es un ciclo compartido por quienes ahora tienen demasiado miedo como para manifestarse en la calle.

En este estado de preocupación perpetua, los ciudadanos se dan cuenta que la vida nunca fue completamente normal en la República Islámica de Irán. Antes estaban dispuestos a creérselo y a menudo tenían éxito si dejaban la política al margen de sus vidas porque la represión del régimen sabía a quién buscar. La mayoría silenciosa aceptaba un sistema basado principalmente en la protección del orden público porque creían que el gobierno estaba preocupado de proteger la noción de justicia. Este es precisamente el acuerdo que Jamenei rompió una semana después de la elección con su discurso de línea dura.

Mostrar comentarios