Johan, el niño que crece esperando a que las FARC liberen a su padre

  • Johan cumplirá 13 años en marzo. Tres meses antes de nacer, las FARC secuestraron a su padre en un violento ataque guerrillero en el sur de Colombia. Hoy es un adolescente que combina sus horas de juego y estudio con interminables protestas para exigir la libertad de Libio José Martínez, el secuestrado más antiguo del mundo. Hablamos con él.
Trece años esperando la libertad de su padre
Trece años esperando la libertad de su padre
lainformacion.com
Carlos García

Cada vez que las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) anuncian liberaciones de secuestrados o que el Gobierno colombiano logra rescatar a los ciudadanos del cautiverio, Johan Stiven Martínez siente una mezcla de alegría y tristeza.

"La libertad de los secuestrados siempre será una buena noticia, pero me entristece que mi padre nunca está en la lista de los que caminan hacia la libertad", se lamenta Johan en conversación telefónica desde Pasto, al sur de Colombia, mientras se prepara para ir al colegio.

No conoce a su padre personalmente porque la guerrilla de las FARC se lo arrebató cuando apenas estaba en el vientre de su madre. Pero aún así lo imagina como un hombre fuerte y cariñoso. Nunca ha perdido las esperanzas de abrazarlo.

El 21 de diciembre de 1997, guerrilleros de las FARC atacaron la base militar de Patascoy, en el sur de Colombia, cerca de la frontera con Ecuador. Asesinaron a 10 militares y secuestraron a 18. De ese grupo, solo continúa secuestrado el sargento Libio José Martínez, uno de los 17 uniformados que las FARC proponen intercambiar por más de cien guerrilleros en prisión.

Johan quiere jugar un partido de fútbol con su padre. Quiere enseñarle los videojuegos que domina a la perfección. Quiere contarle de sus triunfos y tristezas. Quiere abrazarlo, llorar y sonreír. Quiere recuperar los años de cariño que el conflicto armado colombiano les ha negado. Quiere celebrar su cumpleaños número 13 (el 24 de marzo) junto a su padre.

A Libio José solo lo conoce por las fotografías que su familia guarda celosamente. También por las 17 cartas y cuatro vídeos que las FARC han enviado como prueba de supervivencia del secuestrado más antiguo del mundo.

A sus seis años, mientras sus amigos jugaban a los superhéroes, Johan enviaba mensajes por la radio a las FARC para intentar conmover el duro corazón de los jefes guerrilleros. El mismo mensaje que sigue enviando hoy, pero con un tono de voz de un chaval que se convierte en hombre.

Hace dos semanas, cuando la guerrilla liberó a seis secuestrados, Johan envió una carta a su máximo comandante, Alfonso Cano, preguntándole por qué no han liberado a su padre. La carta fue entregada a la senadora Piedad Córdoba, mediadora en los procesos de liberación de secuestrados.

"Espero que Cano haya recibido la carta, se conmueva, y ponga en libertad a mi padre", dice.

Recuerda solo dos episodios de felicidad. Su ídolo, el cantante Juanes, lo subió al escenario en uno de sus conciertos en Bogotá y desde allí envió un mensaje de fortaleza a su padre en las selvas colombianas.

También recuerda con emoción cuando la Fuerza Aérea lo llevó en un vuelo de entrenamiento sobre la ciudad de Cali. Desde entonces quiere ser piloto.

Johan ha pedido libertad, ha suplicado y ha llorado su tragedia. Pero aún no entiende por qué las FARC insisten en una lucha que para él no tiene sentido.

"Yo quiero que dejen en libertad a todos los secuestrados y que también los guerrilleros dejen las armas y regresen con sus familias, porque seguramente también los extrañan", afirma.

De las palabras ha pasado a los hechos. En 2009, caminó a lo largo de 100 kilómetros entre la población de Ospina y Pasto, en el departamento de Nariño, como una forma de protesta silenciosa.

Luego lideró una marcha de centenares de niños montados en caballos de palo con el propósito de exigir el fin del secuestro y pedir al Gobierno colombiano y a las FARC que se sienten a negociar la paz.

"Tener que salir a caminar para buscar la libertad de su padre es valiente, pero es triste", dijo en su momento Claudia Tulcán, madre de Johan quien ante la prolongada ausencia de su novio decidió rehacer su vida al lado de otro hombre.

De ese tema Johan prefiere no hablar. La guerra también desintegró su familia.

Le entristece recordar que su abuelo Fidencio murió en agosto de 2010 sin darle el último abrazo a su hijo Libio José.

Cuando Johan escucha la palabra FARC siente rabia, tristeza, dolor. Su sueño de reunirse con su padre sigue latente, pero cree que la posibilidad de la paz en el país latinoamericano está muy lejos.

Aún así rechaza los rescates por la vía militar y cree que la única salida para traer a la libertad a los secuestrados sanos y salvos debe ser la negociación.

"Una vez liberaron a los secuestrados políticos, entre ellos Ingrid Betancourt, el mundo se olvidó de los militares y policías que se pudren en las selvas", se lamenta.

Religiosamente al despertar Johan le pide a Dios que le de fuerzas a su padre para resistir ese calvario y que un día no muy lejano le ayude a romper las cadenas del secuestro.

"Trece años de cautiverio son una eternidad", dice.

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