La guerrilla colombiana secuestra en Venezuela

  • La mejora de la seguridad en Colombia fuerza a los rebeldes a realizar acciones al otro lado de la frontera. Este fenómeno se produce cuando las relaciones entre los dos países empeoran de nuevo.
El Gobierno de Colombia acusa a Venezuela de haber pasado armamento a las FARC | Europa Press
El Gobierno de Colombia acusa a Venezuela de haber pasado armamento a las FARC | Europa Press
John Otis | GlobalPost para lainformacion.com
John Otis | GlobalPost para lainformacion.com

SAN CRISTOBAL (Venezuela) — Samuel Molina pensó que había logrado un acuerdo salvador. Después de meses de negociaciones, el carpintero venezolano había acordado pagar un rescate de 325.000 dólares (250.000 euros) por su mujer e hija, secuestradas por la guerrilla colombiana.

Pero el pasado febrero, poco antes de que Molina acudiese a entregar el dinero en metálico, la policía venezolana rescató a su mujer. Su alivio se convirtió sin embargo en angustia cuando supo que los secuestradores se quedaron con su hija, María José, de 16 años. Desde entonces, los secuestradores han cortado la comunicación con la familia, y Molina se pregunta ahora si la adolescente sigue viva.

En medio de unas intensas medidas militares y policiales en Colombia, las guerrillas marxistas (y también las bandas criminales) están entrando cada vez más en Venezuela para atrapar a rancheros, gente de negocios, extranjeros y niños. Este fenómeno llega en un momento en el que Colombia acusa a Venezuela de haber facilitado armamento antitanque a las FARC.

Las autoridades venezolanas informaron de 373 secuestros el año pasado, en comparación a los 50 de 1998. Algunas de las víctimas más mediáticas han sido el hijo de 11 años del cátcher de los Colorado Rockies Yorvit Torrealba, y la reina de la belleza Dayana Mendoza, que sobrevivió a la pesadilla y el año pasado fue coronada Miss Universo.

"e;Es muy fácil secuestrar a gente en Venezuela"e;, aseguraba Molina hace unos días, mientras caminaba al frente de una protesta por las calles de San Cristóbal, una ciudad cercana a la frontera con Colombia, con motivo del primer aniversario del secuestro de su hija. "e;El gobierno no presta ninguna atención"e;. Por el contrario, las cifras de secuestros en Colombia han caído desde la cifra récord de 3.572 en 2000 a los 437 del año pasado, según datos gubernamentales.

Ausencia de control

Los analistas describen la zona fronteriza entre Colombia y Venezuela como una región a medida de secuestros y otras aventuras criminales. Gran parte de la zona es una jungla densa sin demasiada población y poco protegida. Incluso en el control más concurrido, el que está entre las ciudades de Cúcuta (Colombia) y San Antonio del Táchira (Venezuela), la gente puede cruzar el puente internacional que las une sin mostrar identificación alguna.

"e;No hay ningún control"e;, asegura Juan Carlos Gómez, un cambista que trabaja en el lado colombiano del puente. "e;Cualquiera puede hacer lo que le de la gana"e;.

Como consecuencia, la zona es un paraíso para los contrabandistas, que trafican con todo, desde leche en polvo hasta cocaína. Incluso hay un comercio en alza de gasolina de contrabando. Los ciclistas atan contenedores de gasolina barata de Venezuela a sus portaequipajes y después cruzan el puente para vender el combustible en las calles de Colombia con una enorme ganancia.

"e;Si se tiene dinero, se puede comprar cualquier cosa en la frontera"e;, asegura Wilfredo Cañizares, al frente de una organización de derechos humanos en Cúcuta. "e;Se pueden comprar 100 rifles, una tonelada de cocaína o productos químicos para hacer drogas"e;.

Presencia de la guerrilla

El lado venezolano ha sido ampliamente utilizado por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), el mayor grupo rebelde armado del país, así como por el Ejército de Liberación Nacional (ELN), para escapar del ejército, curar sus heridas y comprar provisiones.

Al caos fronterizo se añade la falta de cooperación entre el gobierno de derechas de Colombia y el de izquierdas del venezolano Hugo Chávez, quien ha expresado su admiración hacia la guerrilla colombiana. Cuando la tensión bilateral aumentó el año pasado, Chávez envió a miles de soldados a la frontera con Colombia, lo que hizo temer el inicio de una guerra.

"e;Las FARC y el ELN no son terroristas"e;, dijo Chávez en su día. "e;Son ejércitos legítimos. Ocupan territorios. Les debemos reconocer"e;.

No resulta sorprendente que las relaciones entre las fuerzas de seguridad de ambos países sean frías. Raramente intercambian información o realizan operaciones conjuntas para combatir a los rebeldes y los criminales, según un reciente informe de la Fundación Seguridad y Democracia, un grupo de análisis con sede en Bogotá.

Con las operaciones del ejército colombiano ahogando la capacidad de las FARC para realizar secuestros y operaciones de droga en su territorio, para las guerrillas resulta a menudo más fácil apresar a venezolanos

Pero a diferencia de Colombia, en donde el secuestro es habitual y hay muchos duros expertos negociadores, los venezolanos son más susceptibles de entrar en pánico y de pagar rápidamente enormes cifras de dinero por los rescates, explica Cañizares. "e;Si estoy conduciendo mi coche y veo a alguien detrás de mí, me pongo nervioso y quiero salir corriendo"e;, asegura Joan Manuel Sulveran, un agente de seguros de San Cristóbal. "e;Hay demasiada inseguridad. Antes, los secuestradores iban a por gente rica, pero ahora van a por cualquier persona"e;.

Samuel Molina, que tiene una pequeña empresa de construcción, vivía con su hija y su mujer, Carmen, a las afueras de San Cristóbal, una zona con muy pocas patrullas policiales. En la noche del 26 de junio de 2008, dos pistoleros entraron en su casa. Buscaban a Samuel, pero como no estaba se llevaron a María José. La madre insistió en ir con la hija. "e;Les dije: si se la van a llevar a ella, llévenme a mí también"e;, explica Carmen. "e;Así que cogieron mi camioneta y nos llevaron a las dos"e;.

Cuando llegaron con sus rehenes a un campamento en las montañas, los secuestradores cambiaron sus ropas por uniformes de camuflaje. Hablaban con acento colombiano y escuchaban emisoras de radio de Colombia. "e;Eran de la guerrilla"e;, asegura Carmen.

Al principio los secuestradores llamaron a Samuel y le exigieron 2,3 millones de dólares (1,8 millones de euros). Después redujeron el rescate a 1,4 millones (1 millón de euros) y posteriormente a 700.000 dólares (500.000 euros). Tras cuatro meses de negociación, Samuel Molina consiguió reducir su demanda a 325.000 dólares (250000 euros) hasta la intervención de las fuerzas del orden que liberaron a su mujer, aunque el paradero de su hija es incierto.

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