La sociedad israelí, cada vez más dividida entre ortodoxos y seculares

  • La población más religiosa se enfrenta a los partidarios de la separación entre las creencias y Estado. El último enfrentamiento violento se debió a que un aparcamiento abrió en la festividad del Sabbath.
Los ultraortodoxos judíos protestan contra la apertura de un aparcamiento en la festividad del Sabbath | Reuters
Los ultraortodoxos judíos protestan contra la apertura de un aparcamiento en la festividad del Sabbath | Reuters
Matt Beynon Rees – GlobalPost para lainformacion.com
Matt Beynon Rees – GlobalPost para lainformacion.com

JERUSALÉN – En las últimas semanas, los judíos ultraortodoxos han causado disturbios para protestar contra la idea del ayuntamiento de dejar abierto un aparcamiento durante la fiesta del Sabbath. La situación ha provocado decenas de arrestos y varios heridos, leves y más serios. Por otra parte, los judíos progresistas protestan en defensa de todos aquellos que desafían a Dios por conducir un coche el sábado.

Todo esto es signo de una buena época en Israel. Y ahora la explicación: demuestra que los israelíes piensan que no hay nada peor de que preocuparse.

Cuando este periodista llegó por primera vez a Israel en 1996, los ultraortodoxos o jaredíes como se les conoce aquí (significa aquellos que tiemblan ante la ira de Dios), solían provocar disturbios por la construcción de una vía pública que atravesaba uno de sus barrios. Querían que la calle Bar-IIan quedara cerrada al caer el sol el viernes y hasta la puesta del sol del sábado por la noche.

El Sabbath, argumentaban, debería ser sagrado para todos los judíos, pero como mínimo nadie debería pasar por Bar-IIan, con lo cual recordaban que se estaba violando la santidad de la calle. Los responsables de tal atropello serían los mismos que al arrancar el coche infringirían el mandamiento rabínico de no encender una llama en Shabat.

Labores no permitidas

Se trata de una de las 39 tareas "que se dejan de lado" durante el Shabat porque se realizaron durante la construcción del Arca de la Alianza y, por lo tanto, no se deben realizar durante el día de descanso. Tampoco se permiten los rituales de sacrificio, el teñido de marroquinería ni las labores de costura.

En el barrio de este periodista, había un rabino anciano, con barba blanca, que solía sentarse en un taburete a leer y apuntaba con el dedo cuando alguien pasaba en coche. Pero en los barrios más religiosos, había violencia de verdad.

En Mea Shearim, el corazón del Jerusalén ultraortodoxo, los manifestantes con la cabeza cubierta con la kipá incendiaban los contenedores de basura, lanzaban piedras, daban patadas, escupían a los periodistas y lanzaban algún golpe con poca fuerza contra la policía. ("poca fuerza" porque casi todos los que se manifestaban eran estudiantes de la Torá y el Talmud que, por decir lo menos, no hacen mucho ejercicio)

Los activistas laicos solían convocar contramanifestaciones en Jerusalén. Se presentaban en centros comerciales cerca de Tel Aviv, una ciudad principalmente secular, para abuchear a los llamados "inspectores del Sabbath", personas no judías contratadas por el gobierno para pasar multas a los negocios que abrían el sábado.

Estos eran los temas más importantes en esa época. Pero entonces llegó la Intifada y las cosas cambiaron. El Sabbath ya no era centro de polémica porque los suicidas con bombas trabajaban todos los días de la semana. Y quizás se deba también a que los judíos israelíes decidieron que era hora de unirse contra quienes les atacaban.

Sin embargo, hace un mes, el alcalde de Jerusalén, Nir Barkat (que sustituyó a su ultraortodoxo predecesor) decidió dejar abierto durante en la festividad un aparcamiento al lado del ayuntamiento. En una calle cercana hay decenas de restaurantes y bares abiertos los viernes por la noche. De hecho, el objetivo de Barkat era evitar que la calle se llenara de coches mal aparcados.

El problema es que el aparcamiento estaba cerca del límite con Beit Israel, uno de los barrios ultraortodoxos de la parte central de Jerusalén. Los rabinos dieron la orden de actuar a sus tropas de enclenques y comenzaron los disturbios.

Barkat cambió el parking por otro, bajo las murallas de la Ciudad Vieja, al lado de la Puerta de Jaffa. Si lo hubiese decidido así desde el principio, las cosas habrían sido diferentes. Pero los rabinos ya estaban muy molestos y habían vuelto a la retórica de mis primeros años en Jerusalén: concretamente que los israelíes laicos eran los peores antisemitas porque se repudiaban a sí mismos y se sentían inferiores frente a la dedicación a la religión de sus compatriotas ultraortodoxos, cuya observancia a la religión deseaban destruir.

Nuevas algardas

De modo que la semana pasada, los disturbios alcanzaron una nueva cota de violencia. La policía arrestó a 57 manifestantes ultraortodoxos, muchos de los cuales habían llegado en autobuses para celebrar el día sagrado. Un hombre que cayó de una muralla está grave en un hospital. Los disturbios continuaron hasta el domingo ya que los ultraortodoxos protestaban para exigir la libertad de aquellos que habían sido arrestados el día anterior. La acción se concentró en la plaza Sabbath, en el centro de Mea Shearim.

Hoy en día, Israel tiene muchos problemas, en especial el tortuoso intento del actual gobierno de derechas de continuar con los asentamientos pese a la insistencia de EEUU –expresada por primera vez- de detener su construcción. Tampoco resulta descabellado pensar en la posibilidad de que Europa también se ponga más dura con Israel si no ve algunos frutos reales en las negociaciones de paz con los palestinos.

*Matt Beynon Rees realiza la cobertura de Oriente Medio para GlobalPost. Ha sido jefe de la delegación en Israel de la revista Time, además de publicar en The Scotsman y Newsweek.

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