Totò Riina y los negocios de la mafia: más de 20.000 millones de euros al año

  • La sangre cuesta dinero y estas organizaciones, como cualquier compañía, sólo entienden de debe y haber, de resultados y beneficio.
Fotografía de archivo del 15 de junio de 1993 que muestra a Totó Riina (c), el ex jefe supremo de Cosa Nostra, la mafia siciliana, mientras es detenido por agentes de los carabinieri en Palermo, Italia. (EFE)
Fotografía de archivo del 15 de junio de 1993 que muestra a Totó Riina (c), el ex jefe supremo de Cosa Nostra, la mafia siciliana, mientras es detenido por agentes de los carabinieri en Palermo, Italia. (EFE)

Ha muerto esta semana Salvatore Riina, el último gran capo que ha tenido la mafia italiana. Y con su muerte desaparece una forma muy particular de entender la actividad criminal, en la que el silencio era sustituido por las demostraciones de fuerza y la infiltración en el Estado por su bombardeo. En la actualidad, la mafia italiana se conduce de manera completamente contraria a como lo hacía en tiempos de Riina: busca pasar desapercibida, corrompiendo al Estado, atacando con dinero sus eslabones más tumefactos y evitando el derramamiento de sangre.

Porque la sangre cuesta dinero y estas organizaciones, como cualquier compañía, sólo entienden de debe y haber, de resultados y beneficios. Esto no quiere decir que hayan renunciado a la muerte; a lo que han renunciado es las grandes expresiones públicas, como la que Rina protagonizó ordenando el asesinato del juez antimafia Falcone.

Camorra, Cosa Nostra, Ndrangheta y Sacra Corona Unita

En Italia existen cuatro organizaciones mafiosas principales: la Cosa Nostra, asentada fundamentalmente en Sicilia; la Camorra, en Campania, la Ndrangheta, en Calabria y la descarnada Sacra Corona Unita, en la región de Apulia. Y aunque son diferentes en sus formas, en los grados de violencia con los que acostumbran a actuar y en la capacidad para controlar territorios, todas ellas, salvo la Sacra Corona, tienen un origen más remoto del que pudiera pensarse.

La primera de ellas, la Cosa Nostra, quedó inmortalizada para el imaginario colectivo en la trilogía de El Padrino de Coppola, si bien la realidad era y es mucho más cruel y menos moral que como la dibuja el director. Su origen se remonta hasta mediados del siglo XIX, en paralelo al nacimiento del nuevo Estado italiano. Sicilia era entonces, y aún hoy lo es, una región en la que las estructuras coercitivas del Estado eran más débiles que en el resto del país. Lo que supuso el caldo de cultivo perfecto para el surgimiento de los primeros grupos mafiosos dedicados a la protección de fincas agrícolas, contando entre sus primeros jefes con grandes propietarios como el barón Turrisi Colona.

Más adelante, con la llegada del fascismo, muchos mafiosos sicilianos tuvieron que huir a Estados Unidos, creándose allí la expresión más poderosa de la Cosa Nostra. Los que quedaron en Italia tuvieron que hacer frente a una durísima persecución por parte de las autoridades fascistas. Pero realzó el vuelo con la rendición de Italia en la II Guerra Mundial, y logró su apogeo durante las décadas siguientes, extiendo su poder más allá de Sicilia, hasta todo el país. Y quizá por la obnubilación que genera el poder, en los 90 empezó el declive, cuando Salvatore Riina ordenó el asesinato de Giovanni Falcone, juez antimafia, con un coche bomba cargado con más de mil kilos de explosivos. Desde entonces hasta hoy, la Cosa Nostra no ha logrado recuperar su poder.

Los 'camorristi'

Más antigua aún es la Camorra napolitana, cuyo origen se fecha en el siglo XIV y a diferencia de la Cosa Nostra, rehuyó siempre cualquier cercanía con el poder, aunque fuera para corromperlo. De hecho, su existencia salió a la luz siglos después de su fundación, aproximadamente hacia el 1830.

Con la unificación italiana y los tumultos y desórdenes que se generaron, la Camorra logró implantarse en el territorio de Nápoles y articular un entramado criminal que es la base sobre el que asienta su pernicioso imperio actual. Llegó incluso firmar un acuerdo con Garibaldi y sus revolucionarios para la expulsión de la monarquía y lo que es aún puede parecer hoy más descabellado: se intentó emplear a los temidos 'camorristi' -miembros de esta mafia- como cuerpo policial. Logró sembrar el terror durante los primeros años del siglo XX, gobernando con crueldad la ciudad de Nápoles, hasta que Mussolini alcanzó el poder.

El duce no toleró ninguna mafia y atacó con dureza estas organizaciones, llegando a eliminar por completo a la Camorra. Pero aquel tiempo sólo fue el barbecho para el resurgir, a partir de los 60, de una organización criminal que hoy compite por el poder en Italia, que tiene sucursales en Francia y Estados Unidos y se ha caracterizado por la crueldad extrema en sus asesinatos y que está implicada en más de 4.000 muertes.

Y si la Camorra tiene una competidora hoy por hoy es la Ndrangheta, la mafia calabresa. Sus orígenes son difícilmente rastreables, aunque sí puede considerarse que fue en la década de 1860 cuando se funda. Al igual que las otras dos organizaciones, ante un Estado naciente y, además, débil en las regiones sureñas del país, surgió esta organización, muy vinculada con el ámbito rural, que, sin embargo, no fue hasta los años 90 cuando vio acrecentado su poder hasta convertirse en lo que hoy es: un imperio del crimen con más de 6.000 miembros, la mayoría con lazos familiares en mayor o menor grado.

La más moderna de todas, es la organización Sacra Corona Unita, que opera principalmente en la región de Apulia. Conocida como la quarta mafia, nació a comienzos de los años 80, como una escisión de la Camorra. Y aunque apenas se conocen datos, y no alcanza los niveles de poder de las tres organizaciones anteriores, sí resalta por haber tejido una tupida red de alianzas con otras mafias del mundo, como la serbia, los cárteles colombianos, la yakuza, las tríadas chinas o la mafia rusa.

Totò Riina y los negocios de la mafia: más de 20.000 millones de euros al año
    

Las cifras por 'sectores de actividad'

Buena parte del “éxito” que las cuatro mafias cosechan año tras año se debe, además de a la violencia y la política del terror que desatan entre los funcionarios, policías, fiscales y jueces, a que sus actividades delictivas se confunden con actividades legítimas.

Un entramado de empresas legales acaba escondiendo otro aún mayor de empresas ilegales que se dedican al tráfico y explotación sexual, el narcotráfico, las falsificaciones o la extorsión. Esto, junto con una maquinaria siempre a punto para blanquear los miles de millones de euros que ganan al año, hacen que las investigaciones judiciales acaben por ser infructuosas o sólo capaces de demostrar delitos menores.

Además hoy resulta mucho más difícil debido a que las mafias han reducido su actuar violento mientras, en paralelo, aquilatan y aumentan el componente empresarial de sus organizaciones, infiltrándose en todos los sectores económicos del país. Por ejemplo, según datos de Transcrime, un centro de investigación italiano, una de cada cuatro empresas de la construcción en Calabria ha sido confiscada por vínculos con la mafia.

Las cuatro mafias generan al año más de 20 mil millones de euros; unas cifras astronómicas que le permiten medrar en zonas de Italia de extrema vulnerabilidad y en los escalones del Estado más débil. De esos miles de millones, según datos de TransCrime, más de 7.700 millones se generan por el narcotráfico, aunque esta veta del maligno negocio de las mafias está decayendo, sobre todo por la pérdida del mercado de Estados Unidos que, según el agente del FBI, James J. Hunt, está controlado por las mafias colombianas.

La extorsión, que ha estado presente desde el nacimiento de estas organizaciones, sigue siendo una de sus fuente principales de ingresos, que se estiman en 4.760 millones. Tras ésta, negocio de las falsificaciones el tráfico (4.541 millones) y el de la explotación sexual, tanto en el ámbito italiano como de otros países, engorda las arcas de las mafias a razón de 3.801 millones, seguido, en cuanto a volumen de ingresos, por el de la usura (2.240 millones). Continúan, además, con los negocios “clásicos” como el tráfico de tabaco (1.139 millones), la gestión de residuos y basuras (424 millones), el juego ilegal (424 millones) y el tráfico de armas de fuego (93,47 millones).

Tantos miles de millones no hacen descabellada la estimación que en 2011 hacía el Banco de Italia de la riqueza de la mafia, que la situaba en los 150 mil millones de euros, con una liquidez superior a los 65 mil millones.

El reparto de tan abultada cifra es lo que marca el poder de cada organización. Así, la Camorra que, siendo la más antigua es la que mejor se ha adaptado a los nuevos tiempos, tiene unos ingresos anuales que se estiman -siempre según TransCrime- en 3.750 millones de euros. Le sigue la Ndrangheta, que ya no es aquella mafia rural que era cuando surgió, con más de 3.400 millones anuales. Por su parte, la Cosa Nostra no ha logrado recuperar el esplendor de décadas pasadas y aunque desde los 90 ha perdido peso en el reparto de poder, sigue recaudando al año 1.870 millones de euros, una cifra un tanto superior a la que logra reunir la Sacra Corona Unita: 1.120 millones.

Un imperio criminal de cifras apabullantes que ha logrado mantenerse en el poder a lo largo de los siglos, enraizándose tan hondamente en los territorios en los que está asentado, que parece ya un elemento más, como una manifestación más de su idiosincrasia. Porque, si bien en los 80 y los 90, buena parte de la sociedad italiana estalló contra la mafia, en especial contra la Cosa Nostra, que había desatado una ola de violencia descarnada y a gran escala en el país; hoy, al sigilo con el que actúan, se une la disponibilidad de grandes cantidades de dinero en efectivo -mucho más que cualquier banco del mundo-, que, en medio de una crisis general y especialmente violenta en Italia, han prestado a familias, comerciantes y pequeños y medianos empresarios, cuando los bancos ni el Estado lo hacían.

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