Las protestas unen a los yemeníes y amenazan a Al Qaeda

  • Un país fracturado. Es la conclusión que se puede sacar de la historia reciente de Yemen. Sin embargo, las protestas en contra del presidente Salé han unido a los ciudadanos de todo el país. Pero esta unión puede tener otra peligrosa víctima. Al Qaeda no tendría refugio en el nuevo Yemen.
Las protestas en contra del presidente Salé han unido a los ciudadanos de todo el país.
Las protestas en contra del presidente Salé han unido a los ciudadanos de todo el país.
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Jeb Boone y Shatha Al-Harazi, Saná (Yemen) | GlobalPost

Nunca en la historia reciente del profundamente fracturado Yemen la población ha parecido tan unida. Y precisamente un país unido, sumado a un gobierno legítimo, podría suponer el final de Al Qaeda en la zona, según algunos analistas.

Esa no es sin embargo la conclusión de los gobiernos de EEUU y Gran Bretaña, que han advertido sobre un resurgimiento de Al Qaeda si continúan los disturbios en Yemen.

"Si ese gobierno cae, o si es sustituido por uno que es mucho más débil, entonces creo que nos enfrentaríamos a nuevos desafíos en Yemen, no hay duda de ello. Es un verdadero problema", ha asegurado el Secretario de Defensa de EEUU, Robert Gates, refiriéndose a Al Qaeda.

Yemen se convirtió en un único país en 1991, tras la unión de la República Árabe de Yemen y la República Democrática Popular de Yemen. Pero las dos mitades nunca se han convertido realmente en un todo, y las luchas por el poder son habituales. Desde la guerra civil de 1994 el gobierno intenta mantener bajo control al sur rebelde.

Pero ahora, con las protestas contra el presidente Ali Abdalá Salé extendiéndose a lo largo de toda la nación, muchos miembros del Movimiento Sureño separatista están desligándose de la organización para sumar sus voces a quienes desde el norte reclaman un cambio del régimen, enfrentándose a una realidad de gases lacrimógenos y policías antidisturbios.

"No necesitamos separarnos del norte una vez se marche Salé. Nuestros problemas en el sur son el fruto de un gobierno corrupto", asegura Nuha Jamal, un activista de 25 años de Adén, la antigua capital de Yemen del Sur. "La gente está abandonando el Movimiento Sureño. Todos estamos unidos pidiendo que Salé deje el poder. Todo Yemen está unido en esta causa".

Pero un conflicto norte-sur es tan sólo una de las muchas fracturas a las que se enfrenta Yemen. Salé también está inmerso en una serie de conflictos con los rebeldes huthi, que pertenecen a una secta chií con sede en Saada, la provincia norteña de Yemen en la frontera con Arabia Saudí.

Entre 2004 y 2009 las fuerzas militares de Yemen se han enfrentado en seis guerras con los huthi. El gobierno asegura que los huthi quieren reinstaurar las leyes religiosas en el norte del país, mientras que los rebeldes dicen que han sido marginados políticamente y se oponen a la estrecha colaboración de Salé con EEUU.

Las guerras con los huthi han devastado una importante parte del norte del país, creando uno de los mayores grupos de refugiados del mundo. Además, a medida que la lucha continúa, la ya endeble infraestructura sanitaria empeora, lo que ha contribuido a aumentar la crisis humanitaria.

Muchos rebeldes huthi, no obstante, han aparcado su animosidad hacia el gobierno y guardado las armas, y se han unido a los miles de manifestantes acampados en la Plaza del Cambio de Saná, la capital del país.

Uno de los líderes huthi, Ali Al-Emad, vive ahora bajo la protección de la Primera División Acorazada, los mismos soldados que asediaron Saada durante más de cinco años pero que el mes pasado desertaron y se unieron a la oposición al régimen. "Nuestra postura es clara y la compartimos con todo Yemen. Pedimos un estado civil y una ciudadanía igualitaria. Demandamos una verdadera democracia", dice.

Los huthi en la Plaza del Cambio aseguran que una vez se les incluya en el proceso político sienten que no habrá necesidad de más guerra. "Intentamos crear nuestro propio estado soberano en Saada. Pero ahora estamos pidiendo la unidad y los mismos derechos para todos los yemeníes", explica Al-Emad.

Al-Emad celebra la deserción del principal comandante del ejército yemení, Ali Muhsin Al-Ahmar, pese al hecho de que estuvo al frente de las fuerzas del gobierno que durante mucho tiempo lucharon contra los rebeldes huthi.

Las leyes tribales son un obstáculo para el control del gobierno en grandes partes del rural. Además, muchas tribus rivales se enfrentan a menudo por reclamaciones territoriales o se enzarzan en largas luchas por venganza.

Pero ahora, incluso las tribus enfrentadas están compartiendo tiendas de campaña en la Plaza del Cambio. Dos de esas tribus de las regiones de Abeeda y Morad, en la provincia de Marib, han dejado aparte su vieja enemistad y han acudido juntas para sumarse al movimiento de protesta en la capital.

"Cuando las tribus se enfrentan por las tierras o se vengan por el asesinato de familiares, Salé sonríe. Esa situación simplemente permite que su corrupción continúe", afirma Nasser Al-Qadhi, un jeque morad. "Hemos aprendido a perdonarnos los unos a los otros para unirnos y echar a este demonio, y rescatar a nuestro país de las manos de la corrupción", añade.

Los periódicos enfrentamientos entre rebeldes, separatistas y tribus rivales, y la falta de control gubernamental en las regiones rurales, es el caldo de cultivo que según muchos ha permitido a Al Qaeda en la Península Árabe operar a sus anchas.

Los yemeníes, no obstante, creen que Al Qaeda es un producto vinculado a la corrupción del gobierno.

Ahmed Al-Zurqa, analista político y experto en Al Qaeda coincide con esta teoría. "Al Qaeda no será una amenaza para Yemen durante mucho más tiempo. Las tribus se han unido ahora al movimiento pro democracia, dejándoles sin protectores o lugar de refugio. Una vez caiga el régimen, Al Qaeda desaparecerá", sostiene.

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