Los argentinos lideran la lucha por los derechos de los homosexuales

  • Hace un par de semanas, Alex Freyre y José María Di Bello estuvieron a punto de hacer historia. Iban a ser los primeros homosexuales de toda América Latina en casarse, pero una decisión judicial de última hora impidió que sucediera. Dos semanas después, siguen a la espera de que la Corte Suprema argentina decida.
Julia Kumari Drapkin | Global Post para lainformacion.com
Julia Kumari Drapkin | Global Post para lainformacion.com

(Buenos Aires, Argentina). En frente del registro civil de Buenos Aires había pétalos de rosa y granos de arroz. Pero al final no fueron para Alex Freyre ni José María Di Bello, la pareja gay que esperaba convertirse en el primer matrimonio homosexual de América Latina.En la víspera de la ceremonia hace un par de semanas, una juez dejó sin efecto la decisiónun tribunal de la ciudad de concederles un certificado de matrimonio.

Pese a ello, la pareja llegó al registro con la promesa de que no se irían hasta que estuvieran casados. Los detractores se mezclaron discretamente con los defensores. Roxanna Olivera, de 33 años, llevaba una camiseta con un arco iris que decía “Jesús es tu alternativa”:

“Qué le diremos a nuestros hijos”, se preguntaba mientras miraba a quienes agitaban banderas y cantaban en apoyo a Alex y José. “Hay una ley de Dios que tenemos que obedecer”.

Tim Thomas, conductor del programa de radio “Tal como somos”, interrumpe cortésmente a Olivera. “No se trata sólo de los niños. No tenemos los mismos derechos que tú tienes. Es una cuestión de derechos civiles”.

Desde que se supo sobre la posible boda de Freyre y Di Bello, el matrimonio entre homosexuales ha sido un tema de discusión en Argentina. ¿Cómo puede ser entonces que Argentina, un país que se identifica fuertemente con la Iglesia Católica y una cultura machista, sigue liderando la defensa de los derechos de los homosexuales en América Latina?

“Históricamente aquí venimos de países europeos”, afirma Thomas. “Hay tantos españoles, tantos italianos... Es una mezcla absoluta de Europa y quizás eso hace que Argentina sea más progresista que otros lugares”. Todo el mundo dice esto. Los argentinos, y los porteños en particular, están orgullosos de sus raíces europeas.

España es uno de los siete países del mundo que permite el matrimonio gay, pero Italia, y sus fuertes vínculos con la Iglesia Católica, no. Los otros seis países que han legalizado los matrimonios de personas del mismo sexo son Suecia, Noruega, Holanda, Bélgica, Canadá y Sudáfrica.

En 2002, Buenos Aires legalizó las uniones civiles entre homosexuales. Otras cuatro ciudades argentinas, Ciudad de México y algunas partes de Brasil también lo hicieron. Uruguay autorizó las uniones civiles en todo el país, pero Buenos Aires fue la primera ciudad latinoamericana que se atrevió a dar el primer paso.

“Buenos Aires es una ciudad muy tolerante con los homosexuales”, afirma José Di Bello mientras le coge la mano a su novio Alex. Unos días antes de la ‘boda’, la pareja dio una conferencia de prensa en el hotel Axel, el primer hotel de lujo de América Latina dirigido exclusivamente a clientes homosexuales. El hotel, los clubes de tango para homosexuales, las tiendas y los restaurantes han ayudado a que la ciudad cultive esa reputación. Buenos Aires también acogió el Mundial de Fútbol Gay en el 2007.

Pero Andrea López señala que esa reputación no tiene nada que ver con el argentino medio. “Es un espectáculo para los turistas”, afirma esta mujer de 46 años mientras expresa su apoyo a Di Bello y Freyre en el registro civil. López afirma que la cultura gay de Argentina no es tan abierta como la de Brasil. La novia de López y la mayoría de la gente que conoce sólo son abiertamente gays con algunas personas de su entorno. “No importa si los turistas [gays] se muestran [cariñosos] en la calle, pero los argentinos se tienen que preocupar por no perder su trabajo”.

A pesar de la estigmatización del tema, sí se aprecian algunos pequeños cambios en la cultura argentina que podrían despejar el camino hacia la igualdad. La mayoría del país (un 92 por ciento) se declara católico, pero sólo el 20 por ciento es practicante, según el Factbook de la CIA. Los vaqueros de las pampas y la política de caudillos del siglo XIX forjaron una reputación machista en Argentina, una cultura dominada por hombres e intolerante con la homosexualidad.

Sin embargo, en la práctica, el sexo y los roles de poder son bastante más complejos. Argentina cuenta hoy con una presidenta y el país es uno de los grandes defensores de los derechos de la mujer, según el Índice de Desarrollo Humano de Naciones Unidas. Más allá de la cultura tradicional, existen episodios de la historia argentina que ayudan a explicar por qué el país es especial cuando se trata de movimientos de los derechos de los homosexuales.

Durante la dictadura militar, entre 1976 y 1983, actuar abiertamente como gay era una invitación a la detención o el acoso. Tras los años de violencia de la dictadura, se desarrolló una profunda cultura de respeto hacia los derechos humanos. “Esas experiencias políticas reforzaron las organizaciones y los movimientos sociales”, afirma María Rashid, presidenta de la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales (LGBT). “Se nos permitió avanzar en la lucha por nuestros derechos. No sólo para el movimiento gay, lésbico y transexual, sino que también para otros movimientos”.

El "casi éxito" de Freyre y Di Bello habla de la fuerza de la sociedad civil en Argentina. Durante dos años, los novios planearon en secreto su estrategia con Rashid y otras parejas de la asociación. Cada pareja adoptó un enfoque legal específico ante los tribunales. Su objetivo: liderar una campaña para presionar al poder judicial y convencer a los legisladores de modificar el código civil.

Freyre y Di Bello son los que más lejos han llegado. Después de habérseles negado el permiso para casarse, la pareja demandó a la ciudad de Buenos Aires por negarles sus derechos constitucionales. El mes pasado un juez emitió una sentencia a su favor y en ese momento el alcalde de Buenos Aires comentó que no iba a recurrir. Pero después de que un segundo juez federal se opusiera al permiso, el alcalde optó por esperar y dejar que fuera la Corte Suprema quien decidiera.

Así que en vez de celebrarse una boda, se escucharon canciones de protesta en el registro civil. Los pétalos rosas en las calles se cubrieron con folletos y Freyre y Di Bello lideraron una marcha de protesta, con ramos de flores en las manos, hasta la oficina del alcalde.

"Vamos a continuar luchando", dijo Rashid visiblemente afectado por la decisión del alcalde. Rashid y su pareja fueran las primeras que llevaron un proceso judicial para reclamar su derecho al matrimonio a la Corte Suprema. Su caso es uno de los siete que se encuentran en distintas etapas de litigación. Nadie está completamente seguro sobre qué juez tiene jurisdicción en el caso de Freyre y Di Bello, pero Rashid está segura de una cosa: "Lucharemos por todos ellos, por cada caso, en todo el sistema judicial".

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