Los asentamientos judíos pueden pasarle factura a Obama

  • Pese a la determinación del presidente de Estados Unidos, el primer ministro israelí se niega al cese de la actividad de los asentamientos judíos en territorios ocupados.

Los asentamientos palestinos pueden pasar factura al compromiso de Obama con el mundo árabe | Reuters
Los asentamientos palestinos pueden pasar factura al compromiso de Obama con el mundo árabe | Reuters
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HDS Greenway | GlobalPost
HDS Greenway | GlobalPost

La primavera pasada escribí en un artículo que el presidente Barack Obama y el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu se miraban fijamente a los ojos para ver quién pestañeaba primero. La confrontación era sobre los asentamientos judíos en los territorios ocupados. Ahora, hacia el final del verano, queda cada vez más claro que Obama comienza a pestañear.

En la primavera, el presidente de Estados Unidos esbozó una línea nítida y sin ambigüedades para el problema. Debía haber un cese total de la actividad de asentamientos: no a la expansión interna, nada, una prohibición total. El presidente norteamericano se dio cuenta de dos hechos importantes. En primer lugar, que congelar los asentamientos que serpentean las colinas de Cisjordania y la parte árabe de Jerusalén era la condición sine qua non de una solución con dos Estados.

Obama entendió que los asentamientos judíos arrasaban lo que quedaba de las aspiraciones palestinas y que, sin una suspensión, nunca habría paz entre árabes y judíos. En segundo lugar, el líder norteamericano se dio cuenta que necesitaría actuar con rapidez e inmediatez durante el comienzo de su presidencia, en el máximo de su apogeo.

De no hacerlo así, muy pronto quedaría sujeto a miles de factores propios de un gobierno y en menos de lo esperado llegarían las elecciones parciales –en el ecuador de su mandato-, todo lo cual influiría en las decisiones de la Casa Blanca. Y abordar el tema de la paz entre Israel y Palestina a pocas semanas de acabar su mandato –como lo hizo el presidente Bill Clinton- sería una fórmula destinada al fracaso.


A Netanyahu no le gusta la opción de Obama

Por su parte, Benjamín Netanyahu se dio cuenta de que Obama era una amenaza a su posición–conocida desde siempre- de que Israel no debe renunciar a los territorios ocupados y que las aspiraciones palestinas tendrían que ajustarse a seguir bajo ocupación de manera indefinida.

La actitud de la derecha israelí –personificada en Avigdor Lieberman, el ministro de Asuntos Exteriores de Netanyahu- ha sido que los palestinos tienen que aceptar que son un pueblo derrotado y acostumbrarse a ello. Netanyahu es un maestro de la falsedad y ya antes se había encontrado con la presión norteamericana.

Este reportero estaba en Israel cuando se anunciaron los acuerdos de Oslo hace 13 años, y en una entrevista, Netanyahu se mantuvo firme en que un acuerdo territorial con los palestinos no era la solución. Desde entonces se ha mantenido fiel a sus principios.

¡Vaya!, Netanyahu asistirá a conferencias para poner en marcha el proceso de paz. No está en contra de un proceso que rebaje la tensión y opinión internacionales, pero a final de cuentas, no apoya un acuerdo territorial. Reconocerá que tiene que haber un estado palestino, pero después buscará cualquier condicionante para impedir que se haga realidad.

De esta forma, Netanyahu enfatiza los detalles poco importantes y protege sus principios de base de que la ocupación debe continuar. EEUU, el principal apoyo de Israel, un aliado indispensable y donante de ayuda, tiene algo de influencia en el país.

Poco poder de actuación

Israel, en cambio, cuenta con un poderoso lobby (grupo de presión) en EEUU. Su principal actividad es asegurarse que Israel no es víctima de la presión norteamericana por el tema de los territorios ocupados. Cuando Netanyahu anunció recientemente que se construirían cientos de nuevos hogares en Cisjordania, Robert Gibbs, el portavoz de Obama declaró: “Lamentamos los informes sobre los planes de Israel de aprobar nuevos asentamientos. EEUU no acepta la legitimidad de la expansión continua de asentamientos y les instamos a detenerlos”.

Sin embargo, Netanyahu sólo se mostró dispuesto a conceder –como gran cosa- un cese temporal de unos meses. De hecho, dio la impresión que el esbozo inicial de Obama ya no reflejaba sus primeras declaraciones [prohibición total]. “En una negociación, la gente siempre apuesta por una variedad de posiciones”, afirma un portavoz del Departamento de Estado. “¿Será ésa la posición final? ¿Quién sabe?”.

Obama cede y puede pasarle factura

Esta ambivalencia no es la que oímos del gobierno de Obama durante la primavera pasada. Obama parece estar retrocediendo en un asunto que él mismo colocó entre sus grandes prioridades y no parece que Israel vaya a pagar por desafiar al presidente norteamericano. Obama no parece ser Dwight D. Einsenhower, que ordenó a Israel retirarse del Sinaí en 1956; o George H. W. Bush, que retiró las garantías de los créditos a Israel debido a la expansión de los asentamientos.

Habrá que observar ahora a George Mitchell, el enviado especial del presidente, que intentará salvar las apariencias durante la reunión de la Asamblea General de Naciones Unidas en las próximas semanas. Pero sólo los más ingenuos le creerán. El efecto dominó de la marcha atrás de Obama puede restar autoridad a su presidencia.

Todos los esfuerzos para acercarse al mundo musulmán quedarán en nada si Obama respalda y permite los asentamientos israelíes y sólo expresa un leve reproche. Todo quizás habría sido diferente si Obama –en un principio- no hubiera sido tan claro de que quería que se acabaran los asentamientos. Pero al haber adoptado una posición inicial tan firme, la marcha atrás es ahora aún más evidente

El resto del mundo se quedará con la percepción de que a Obama se le puede pasar por encima y sacará sus propias conclusiones sobre hasta dónde pueden tensar  la cuerda. La situación recuerda la percepción de debilidad de John F. Kennedy cuando se reunió con Nikita Kruschev y que llevó al líder ruso a pensar que podía salirse con la suya y desplegar misiles en Cuba.

Los israelíes y los palestinos han estado en conflicto desde finales del siglo XIX cuando los judíos, en busca de la tierra de sus ancestros, comenzaron a llegar en masa a lo que en ese entonces era territorio otomano. Ninguno de los dos pueblos ha sido capaz de llegar a los acuerdos necesarios que les permitan vivir juntos y en paz. Sólo EEUU tiene el poder y la influencia de marcar la diferencia en este antiguo conflicto. Y los israelíes estarán entre los primeros en quedar desilusionados con Obama si permite los asentamientos ya que no serán testigos de la paz durante su gobierno, ni quizás durante su propia vida.

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