Los efectos de Chernóbil sobre la salud son los mismos que hace 25 años

  • La zona de exclusión en Chernóbil no marca el fin de la radiación, que sigue siendo perjudicial para muchas personas. Una ONG irlandesa que trabaja con afectados bielorrusos mantiene los mismos datos y estudios que hace una década. Los habitantes del sur de Bielorrusia siguen cultivando en tierras contaminadas y siguen viendo como nacen bebés con malformaciones y graves enfermedades.
Enfermos
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Efe
Santiago Zarraga

"Los niños estaban cubiertos de costras y piojos, es imposible describir sus condiciones de vida", recuerda Marie Cox su primera visita a la región de Mogel (sur de Bielorrusia) en 2004. Después de 25 años, la ONG 'Chernobyl Children International' (CCI) señala que el 90 por ciento del territorio bielorruso sufre una radiación superior a la recomendada por los organismos internacionales.

El 26 de abril de 1986, el reactor número cuatro de Chernóbil (Ucrania) explotó. Un error humano produjo que fragmentos de grafito con plutonio saliesen despedidos a más de un kilómetro de altura. Teniendo en cuenta la cercanía de la central ucraniana a la frontera con Bielorrusia (unos diez kilómetros), los ucranianos no iban a ser los únicos en sufrir las consecuencias del desastre. El material expulsado por el reactor fue a parar a los ríos con la lluvia, lo que contaminó casi 785.000 hectáreas de cultivos, la mayoría en Bielorrusia.

"La tierra sigue contaminada", denuncia Cox, coordinadora médica de CCI en Bielorrusia. "Los pueblos dentro de las áreas contaminadas se autoabastecen de las setas y frutos que recogen del bosque, los niños también comen esto". Según la ONG, el 85 por ciento de los niños bielorrusos son potenciales víctimas de Chernóbil, ya que cuentan con "marcas genéticas", que pueden afectar su salud en cualquier momento o ser transmitidas a futuras generaciones.

El corazón de Chernóbil

Desde 'Chernobyl Children International' señalan que el corazón "es uno de los órganos más sensibles a los efectos de la radiación nuclear". Cada año, 6.000 niños nacen con problemas de corazón en Ucrania y Bielorrusia, según los datos ofrecidos por la ONG. Ésta es la razón por la que la ONG envía cada año un convoy para practicar cirugías que permitan a los más pequeños seguir con vida.

Cuando el padre de Bogdana se enteró de que su hija sufria síndrome de Down y una cardiopatía, abandonó a su familia. Bogdana no crecía de manera normal, pero cuando su madre la llevó al hospital de Kharkiv le dijeron que no tenían los recursos necesarios para operar a la niña.

Dos años era el tiempo de espera que el hospital de Kyiv dio a la pequeña para ser operada. Pero el corazón de la niña estaba poco musculado, y nadie sabía cuándo podría dejar de latir. Antes de que las autoridades bielorrusas pudiesen hacerse cargo de la operación, 'Chernobyl Children International' intervino a la niña. Bogdana ahora se recupera con calma, comiendo chocolatinas mientras escucha la voz de su madre leyéndole cuentos.

Vivir en la frontera

La zona de exclusión se ha marcado en los 30 kilómetros alrededor de la central de nuclear. Unas 2.500 personas viven allí construyendo un nuevo sarcófago para cubrir correctamente el reactor cuatro, pero no son los únicos que viven bajos los efectos de la radiación. Santiago Camacho, el autor del libro 'Chernóbil: 25 años después', denuncia que el sarcófago que actualmente recubre el reactor tiene tales grietas que los pájaron anidan en ellas.

La nube radiactiva alcanzó primero a Bielorrusia, luego se extendió a los países escandinavos, Austria, Alemania y Reino Unido. La primera alarma se dio el 28 de abril, dos días después del accidente. Los empleados de la central nuclear sueca de Forsmark (a 1.100 kilómetros de Chernóbil) detectaron la radiación y bajo presión internacional, el Gobierno soviético reconoció finalmente el accidente.

"Mi primera experiencia fue traumática", explica Cox, que en 2004 visitó una residencia para niños con enfermedades psicológicas en Bielorrusia. "La falta de normas y el pobre alojamiento se colman con la escasa cualificación del personal médico". La mayoría de las familias "no pueden permitirse comprar comida 'limpia', así que seguirán trabajando la tierra contaminada y comiendo lo que saquen de ella", dice la enfermera y coordinadora de CCI.


Enfermos como siempre

La lista de enfermedades que han incrementado su presencia en Bielorrusia desde el peor accidente de la historia es larga. Han aumentado todos los tipos de cánceres, así como las deformidades, pero la recuperación de la zona es lenta, dice Cox. Las enfermedades consecuencia del accidente nuclear "son las mismas ahora que hace diez años". Desde aquel fatídico día, las enfermedades sanguíneas son un 43 por ciento más comunes y los nacimientos con malformaciones han aumentado más del 60 por ciento, según los datos de CCI.

"Me impliqué en esto porque quería que mis cuatro hijos entendiesen que no todos los niños tienen su misma suerte", explica Cox. Hace diez años que esta enfermera irlandesa comenzó a acoger niños bielorrusos que vivían en áreas contaminadas y desde entonces se siente unida a los afectados por el accidente nuclear ucranio.

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