Trabajaba como economista

Los exiliados por Putin: "Espero volver pronto porque mi vida está en Ucrania"

Kateryna lleva poco más de un mes en España. Un país en el que ya estuvo como turista y donde conoció a su actual marido. Aunque confiaba en volver a nuestro país, jamás imaginó que sería como refugiada.

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Los exiliados de Putin: "Espero volver pronto porque mi vida está en Ucrania".
Javier Leal

Kateryna, de 37 años, era hace escasos dos meses una economista que trabajaba en una empresa internacional que exportaba e importaba mercancías a Turquía a través del Mar Negro. Ella vivía en Odesa, una ciudad que se distingue del resto de lugares del sur de Ucrania por su importante puerto. Residía en un piso alto de la ciudad con su marido, su hija (de 9 años) y su perro (un pomerania). "La gente de allí era muy divertida", recuerda con una mirada perdida y unos ojos humedecidos, que los mantiene durante toda la conversación. El pasado 24 de febrero -el día en que los rusos entraron en el país- su vida cambiaría de forma radical

Los días previos a la guerra, Kateryna en lo último que pensaba era en Putin. Tenía que recoger a su hija del colegio y, además, ayudar en el trabajo porque estaban en plena mudanza de oficina. Sus vecinos y amigos sí hablaban de la inminente guerra, pero nada de todo aquello era seguro, por mucho que su marido insistiera. En escasas horas, su frenética vida se centró solo en sobrevivir. El ejército de Putin ya amenazaba todo el país. Tuvieron que abandonar su casa y permanecer en la de un conocido, donde pasaban horas interminables sentados en una silla actualizando las noticias que llegaban. "Para los niños era como un juego, para nosotros una pesadilla. Cada noche nos acostábamos con la ropa del día en los subsuelos de la casa donde estábamos y bajo el sonido que hacían nuestros antimisiles". 

"El 3 de marzo mis dos sobrinos -que son gemelos- cumplieron dos años. Íbamos a ir a visitarlos para celebrar su cumpleaños. Pero en ese momento estaban bombardeando todo el país. En lugar de que hubieran globos por todos lados en un lugar bonito, lo pasaron en los sótanos escondidos y con mi padre ayudando a traer a la gente que estaba herida. Al principio, lo niegas todo y no te crees nada, luego no te queda otra que aceptarlo porque no tienes otra cosa que hacer". El 12 de marzo decidió salir del país rumbo hacia España. En coche -y con unos amigos que iban a Alemania- abandonó junto con su hija y su perro Odesa. Su marido no les acompañaría.

"En España conocí a mi marido. Él llevaba viviendo allí desde los 18 años con su familia donde trabajaba como recepcionista de hotel. Mis padres y los suyos se conocían de la universidad. Fue entonces cuando fui de visita a Madrid y lo conocí. Vivimos nuestros primeros años juntos allí, pero la crisis de 2008 fue muy dura y pensamos que lo mejor era volver a Ucrania; y eso hicimos". Aunque reconoce que siempre pensó en volver a España de turismo, jamás imaginó que lo haría como refugiada. "Me vine a Vallecas (un barrio del sur de Madrid) porque aquí tiene familia mi marido. Aunque siento que tengo suerte, es duro al mismo tiempo. Yo antes vivía sola, y ahora vivo con mi suegra (risas)".

Una de las consecuencias del exilio -y por lo que muchas personas tratan de eludirla y mantenerse en su país a pesar de las complejas circunstancias- es por la crudeza de comenzar una nueva vida laboral en un territorio ajeno al tuyo. "De momento, mi antigua empresa me sigue pagando todos los meses. Pero sé que esto no durará mucho más tiempo. Aunque soy economista, también soy diseñadora gráfica. Me han hecho los papeles y homologado mis títulos aquí en España de forma rápida, pero ahora tendré que pensar qué hacer". 

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Los exiliados por Putin: "Espero volver pronto porque mi vida está en Ucrania".

Javier Leal

La comunicación durante estas últimas semanas con sus seres más queridos ha sido mínima. "Yo mandaba por Whatsapp algunas bromas contra los rusos por el grupo de mi familia. Pero mi padre me dijo que no lo hiciera más, porque los rusos cuando matan a los ucranianos cogen los móviles y ven los mensajes". Un contexto que mantiene aún más su incertidumbre. "Mi marido me dice que todo está genial, que van a ganar la guerra. Pero el día de la pascua ortodoxa (hace una semana) bombardearon Odesa, en concreto un lugar cerca de mi residencia. Sin duda, lo mejor que hemos hecho ha sido salir de allí".

Kateryna vivió durante casi 15 años en Beringovskii (una pequeña ciudad rusa que tiene enfrente el estado norteamericano de Alaska). "Todavía tengo muchos amigos, o tenía, porque desde que empezó la guerra me preguntan por qué estoy del lado del enemigo. Tienen los mismos argumentos de Putin y defienden la invasión". Ella -que habla ruso- asegura que se siente ucraniana y no de Rusia. "Mi hija esta en la edad de estar con amigos y aquí sufre mucho porque no sabe español. Echa de menos sus juguetes, su cama, sus amigos y sobre todo a su padre. Prefiero no pensar en el futuro, quiero que todo vaya bien en el presente. A mí me gusta mucho España, pero esa belleza que me transmitía Odesa no la siento aquí. Espero volver pronto allí porque ahí está mi vida". 

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