Una tragedia ya era suficiente como para soportar dos. Tras el terremoto que asoló Haití, los ciudadanos del país más pobre de Latinoamérica están teniendo que hacer frente a una epidemia de cólera de cuya aparición responsabilizan a los cascos azules de la ONU. La tensión se ha disparado en la zona hasta el punto que la Policía tuvo que dispersar con gases lacrimógenos una manifestación de protesta contra las tropas internacionales.
Este jueves varios cientos de personas se congregaron frente al Ministerio de Salud Pública para exigir la salida de la Misión de Naciones Unidas para la Estabilización de Haití (Minustah) a pesar de que la ONU ha negado reiteradamente su responsabilidad en la aparición del brote y ha asegurado que en todo momento ha manejado correctamente los vertidos fecales.
Durante la semana tres personas fallecieron al norte del país, en la ciudad de Cabo Haitiano, en enfrentamientos de manifestantes con las tropas, durante las cuales la población lanzó piedras contra el contingente internacional.
Progresión imparable
La enfermedad, mientras tanto, prosigue su avance por el país, donde ha causado ya 1.110 muertos y la hospitalización de 18.000 personas, según cifras oficiales, y se han declarado ya dos casos fuera de Haití, uno en la República Dominicana y otro en Florida.
Y las estimaciones no son buenas: la Organización Panamericana de la Salud (OPS) estima que puedan producirse hasta 200.000 enfermos en los próximos meses, tesis mantenida por un organismo médico estadounidense, según el cual el brote es parte de una pandemia global de hace 49 años y habría llegado al país caribeño por una sola persona infectada, lo que facilita que la epidemia pueda empeorar fácilmente pese a los esfuerzos por controlarla.
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