Los hosteleros invierten en Portugal a pesar de la crisis

  • Tanto hosteleros como veraneantes parecen estar de acuerdo, la región portuguesa del Alentejo tiene mucho que ofrecer. A pesar de las malas condiciones que parece ofrecer la economía portuguesa, decenas de hosteleros están viendo una nueva oportunidad en parte de la costa atlántica lusa.
Tanto hosteleros como veraneantes parecen estar de acuerdo, la región portuguesa del Alentejo tiene mucho que ofrecer.
Tanto hosteleros como veraneantes parecen estar de acuerdo, la región portuguesa del Alentejo tiene mucho que ofrecer.
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Paul Ames, Aljezur (Portugal) | GlobalPost

Los percebes cuello de ganso son un manjar apreciado en la costa salvaje del suroeste de Portugal.

Para ser comidas, las criaturas en forma de gusano se deben se extraídos de su caparazón, de sus pieles negras y después separarlas de sus conchas. Sólo entonces puedes paladear sus delicados cuerpos.

Pero si comer los percebes no es apto para cardiacos, deberías ver la forma en que se capturan.

Los crustáceos viven en colonias, aferrados a las cuevas, junto a las grietas al pie de los acantilados, en la frontera suroeste del continente europeo.

Los pescadores locales, a menudo de edad avanzada, trepan por las rocas para recolectarlos entre los escondites repartidos por en línea de flotación. Pero no pueden perder de vista el peligro, esquivar las grandes olas del Atlántico que constantemente rompen en esta costa abierta al océano. Se trata de una profesión peligrosa, a veces mortal, pero los altos precios a los que se ofrece esta delicia en los restaurantes de la región hacen que merezca la pena.

Los robustos pescadores son un símbolo de este litoral accidentado y poco poblado de la provincia del Alentejo. La región portuguesa, al sur de Lisboa, llega hasta el extremo suroeste de Europa en el Cabo de San Vicente.

A partir del cabo y en dirección sur, la costa ante plagada de acantilados se vuelve salvaje para dar lugar a amplias playas, un paraíso para los amantes del surf. Olas suaves y calas que han hecho del sur de la región del Algarve uno de los enclaves favoritos de los turistas europeos en su búsqueda de climas cálidos.

Los recientes problemas económicos de Portugal han generado una tormenta de titulares negativos, pero el turismo está creciendo gracias a los viajeros europeos que buscan una alternativa segura a los conflictivos destinos mediterráneos al norte de África. Como resultado, los complejos turísticos más conocidos a lo largo de la costa sur del Algarve, como Albufeira o Praia da Rocha, se verán relanzados este verano con turistas atraídos por los bajos precios, la confianza en un buen clima y algunas de las mayores concentraciones de Europa de playas de arena, campos de golf y hoteles junto al mar.

La Ría de Alvor, una laguna de tranquilas aguas turquesas, que es un lugar perfecto para los navegantes de yates y los observadores de aves, hace de frontera entre el patio de recreo del turismo de masas del centro del Algarve y la costa virgen del oeste.

Más allá de la ciudad de Lagos, la mayor parte de la costa está incluida en el Parque Natural Vincentina, que ha mantenido el la región del desarrollo urbanístico masivo que marcan la mayor parte del Algarve.

Con espectaculares playas como las de Odeceixe, Arrifana o Carrapateira, la región ha sido durante mucho tiempo popular entre los surfistas que vienen deseosos de cabalgar en algunas de las mejores olas de Europa. También los amantes de la soledad encuentran allí un lugar donde acampar felices en las montañas y dunas. Sin embargo, últimamente, ha habido una nueva oleada de peticiones de alojamiento sofisticado con encanto, surgiendo un nuevo tipo de oferta turística en forma de casas rurales, fincas y eco-resorts. Este nuevo tipo de alojamiento está ayudando a preservar la arquitectura y las tradiciones locales.

Uno de ellos es Muxima, donde un par de casas de campo blancas de piedra y adobe que una vez albergaron a los trabajadores agrícolas se han convertido en una encantadora colección de habitaciones y suites escondidas entre bosques de eucaliptos y alcornoques cerca de la pequeña ciudad de Aljezur.

Hay terrazas con sombra, hamacas colgadas entre los árboles y el silencio únicamente se rompe por el croar de las ranas en el estanque que se ha convertido en una "piscina biológica."

"Es otro modo de vida", dice la propietaria, Sofia Faustino, que renunció a una ajetreada vida en Lisboa para abrir una casa rural en este lugar remoto. "Así que con tanto sosiego y tanto espacio, tienes realmente tiempo para relajarte y para disfrutar la vida".

Muxima es parte de una red de turismo rural llamada Casas Brancas, que consta de tres docena de pequeños hoteles y alojamientos tipo bed and breakfast alrededor de la zona.

La Casa do Adro cuenta con siete habitaciones en una casa del siglo XVII en la preciosa localidad Vila Nova de Milfontes, donde una cadena de playas doradas sirve de punto de encuentro entre el Río Mira y el Océano Atlántico.

En el interior, en las densas y boscosas montañas de la Sierra de Monchique, se encuentra Villa Vina, una típica casa rústica recientemente restaurada cerca de la histórica ciudad balneario de Caldas que ofrece espléndidas vistas sobre las colinas verdes y exuberantes.

Desde el Puerto de Sines, al sur, no hay grandes ciudades a lo largo de la región del Alentejo y el Algarve. Pero el viejo camino que serpentea por la costa de Lisboa pasa por una sucesión de ciudades pequeñas, blancas, como Alcacar do Sal, Santiago do Cacem y Aljezur, cada una salpicada de multitud de restos de castillos que recuerdan las batallas entre moros y cristianos por el control del sur de Portugal durante la Edad Media.

En Alcácer do Sal, el castillo ha sido convertido en un hotel de lujo con impresionantes vistas del río Sado y de los campos de arroz circundantes. Aljezur fue uno de los últimos bastiones árabes en el Reino del Algarve antes de que fuera conquistado por los portugueses en el siglo XIII.

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