Los inmigrantes tunecinos duplican la población de la isla italiana de Lampedusa

  • Una oleada de tunecinos ha llegado a la isla italiana de Lampedusa. A solo 112 kilómetros de distancia, es el destino preferido por los inmigrantes tunecinos. Se calcula que en las últimas semanas han llegado seis mil jóvenes norteafricanos. Mientras esperan su traslado, los recién llegados y los isleños buscan puntos en común, el café es uno de ellos.
Más de 1.300 inmigrantes desembarcan en la isla italiana de Lampedusa
Más de 1.300 inmigrantes desembarcan en la isla italiana de Lampedusa
Jodi Hilton, Lampedusa (Italia) | GlobalPost

La isla mediterránea de Lampedusa está registrando la mayor llegada de inmigrantes indocumentados desde el norte de África en su historia. Unos 6.000 jóvenes tunecinos, encaramados en pequeños barcos pesqueros capaces de trasladar hasta unos 200 pasajeros, ya han cruzado en las últimas semanas los 112 kilómetros de mar abierto que separan a su país del territorio más meridional de Italia.

Tras detectarse el inicio de la avalancha humana, las abrumadas autoridades italianas reabrieron rápidamente un centro de tránsito, pensado para 850 personas, en cuyos dormitorios prefabricados se agolpan los inmigrantes que van llegando. Sin otra cosa que hacer más que esperar a su traslado a otras instalaciones en tierra firme, los inmigrantes ilegales caminan por las calles de la única ciudad de Lampedusa y pasan el tiempo jugando al fútbol y bebiendo café en los locales de la vía Roma.

Nissar, de 23 años, dice que en Túnez trabajaba en el bar de un hotel. "En mi casa yo soy el rey, pero aquí soy un extraño. No tengo dinero. No hablo el idioma. Vine aquí buscando un buen trabajo, pero ahora quiero volver a mi casa". El viaje en barco fue terrible, admite. "Vi la muerte, tres o cuatro veces".

Ahora la vida de Nissar es "como estar en una cárcel. Todo lo que hago es dormir, comer y salir a tomar café", se lamenta.

De hecho, los tunecinos y los italianos de Lampedusa han descubierto que comparten el gusto por el café fuerte.

En la cafetería Roma, su propietario, Daniele Vitale, está utilizando estas semanas casi tres kilos de café al día en su local, casi tres veces más de lo que consume habitualmente. Los jóvenes tunecinos ocupan la mayor parte de las mesas a lo largo de la mañana, y también por la tarde.

Pero aunque Vitale quiere servir a todos sus clientes, muchos de los jóvenes inmigrantes no tienen los 80 céntimos de euro que cuesta un expreso. Muchos de ellos han llegado a la isla con dinero tunecino, pero no pueden cambiarlo a euros al carecer de documentos de identificación.

Así pues "decidimos recuperar una vieja tradición napolitana", explica Vitale. Los clientes que tienen algo que celebrar o que se sienten especialmente generosos pueden pagar una taza de café adicional, lo que llaman un caffè sospeso [café en suspense], que queda pendiente en una lista para que se lo tome alguien que no tiene dinero.

El dueño del bar anota a mano estos cafés extra en una lista que tiene al lado de su máquina de expreso, tachando los que va entregando. A principios de la semana pasada había dado más de 30 "sospeso".

"Cuando llega un tunecino y me pregunta por el precio de un café, y después, decepcionado, se gira para marcharse, le llamo y le digo que se espere, que la casa le invita a uno", explica Vitale.

Los inmigrantes ilegales no tienen por qué saber que existe esta iniciativa popular, "simplemente ven que se les ofrece un café, y dan las gracias de una manera muy educada, diciendo alegremente ¡grazie, grazie!".

"Tomarse un café hace a una persona sentirse un poquito más parecida al resto del mundo", dice.

Vitale dice que la idea de las donaciones de cafés se le ocurrió a su hermano Gianfranco. Él y su pareja, Annalisa D'Ancona, organizan festivales y se encargan del Museo de los Inmigrantes, que ocupa un piso de dos habitaciones en la ciudad. Dentro del museo cuelgan del techo unos zapatos desparejados: una chancla de rayas y una playera. Vitale y D'Ancona recogen desde 2008 ese tipo de objetos de las embarcaciones abandonadas que llegan a las playas de Lampedusa. Han encontrado cartas envueltas en pequeños paquetes o dentro de pantalones, y documentos, agendas de teléfonos, direcciones de e-mail e incluso utensilios de cocina.

"Las fotos son lo que más me impactan. En esta se puede ver a una madre agarrando a su bebé en brazos", señala D'Ancona, mostrando la imagen de una mujer con un sari rojo. "Lampedusa siempre ha sido un lugar de tránsito, un lugar de hospitalidad y de descanso para quienes viajan entre los dos continentes", añade.

Aunque los cerca de 5.000 habitantes que viven todo el año en Lampedusa llevan décadas viendo llegar a inmigrantes ilegales desde África y Asia, la escala de esta nueva oleada ha encendido las luces de alarma entre los isleños. En una reciente reunión vecinal los residentes se mostraron preocupados por el impacto que pueda tener este nuevo fenómeno en el turismo, la principal fuente de ingresos de la isla, así como en la seguridad de sus hogares y familias.

Alzando la voz y haciendo gestos con las manos, el policía retirado Antonio Pappalardo exige al Gobierno que acuda a ayudar a los vecinos de Lampedusa para afrontar "esta invasión". Por su parte, Giuseppe Costa, vicepresidente del recién creado Comité de Ciudadanos de Lampedusa, explica que "cada día nos levantamos con miedo a que pueda ocurrir algo y que nos encaminamos hacia una crisis que podría llevar a todas nuestras familias a la ruina".

Cientos de inmigrantes llegados en pateras son trasladados a diario en barco o avión a otros centros de acogida en tierra firme, en donde son procesados por las autoridades siguiendo las leyes de la UE.

Pero Gianfranco Vitale dice que "les echaremos de menos". Los tunecinos, asegura, han animado las cafeterías.

Mientras los vecinos de Lampedusa se preparan para afrontar la llegada de más  inmigrantes, Daniele Vitale asegura que seguirá acumulando cafés "pendientes" en su lista.

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