Las claves de sus decenios en el poder

Lukashenko: un Nicolás Maduro en el centro de Europa apoyado por Rusia

El presidente de Bielorrusia, que afronta desde hace semanas multitudinarias protestas que denuncian fraude electoral en la última cita con las urnas, basa su popularidad en su cercanía a Putin y la economía.

El presidente bielorruso, Alexander Lukashenko, charla con el ruso, Vladimir Putin, en un partido de hockey sobre hielo.
El presidente bielorruso, Alexander Lukashenko, charla con el ruso, Vladimir Putin, en un partido de hockey sobre hielo.
EP

Hay cierta coincidencia entre el número de años que un político está en el poder, y qué lugar ocupa ese país en el Índice de la Libertad de Prensa, en el Rule of Law y en el Democracy Index. Digamos que cuanto más tiempo dura un político en su país, ocupa los puestos más bajos en la libertad de prensa, el cumplimiento de la ley y la calidad democrática.

En la lista de los líderes políticos que más han durado en su cargo (y que no son de familias reales). Alexander Lukashenko, presidente de Bielorrusia, aparece en el puesto número 12. Lleva 26 años en el cargo. Bielorrusia ocupa el puesto 152 de 180 países analizados en libertad de prensa, el 68 de 128 países en respeto a la ley, y el 150 de 167 en valores democráticos. Es decir, no es un país muy respetable.

Quizá eso explique por qué miles de bielorrusos se están manifestando contra su presidente. Sencillamente, no se fían. A principios de agosto de este 2020 se celebraron elecciones presidenciales en Bielorrusia, y el ganador fue, en la primera y única vuelta, Lukashenko. Oficialmente se llevó el 80% de los votos, con lo cual encaraba su sexto mandato desde 1994. Pero no fueron elecciones muy fiables. No hubo observadores internacionales. Las elecciones se extendieron cuatro días, del 4 al 8 de agosto, para dar más tiempo para manipular los votos. La candidata de la oposición, Svetlana Tijanóvskaya, dijo que ella había ganado las elecciones con el 60% de los votos. Y de hecho, en los pocos centros de votación donde se realizó un recuento creíble, ella ganó el 70% de los votos. Por eso acusó a Lukashenko de fraude.

Tijanóvskaya se dirigió a la comisión electoral para presentar una demanda. Allí estuvo retenida varias horas y a continuación se presentó un vídeo donde ella, visiblemente compungida, empezaba diciendo: "Queridos ciudadanos de Bielorrusia, yo, Svetlana Tijanóvskaya, les agradezco su participación en las elecciones presidenciales. El pueblo de Bielorrusia ha hecho su elección... les pido que no se enfrenten a la policía y no salgan a las calles".

Según dijo un periodista bielorruso entrevistado por Deutsche Welle, esas declaraciones las hizo bajo coacción: "Probablemente le mostraron un vídeo de su marido, que estaba detenido". De hecho, Siarhei Tsijanouski, el marido de Tijanóvskaya, era la persona que se tenía que haber presentado en las elecciones presidenciales, pero fue detenido en mayo pasado y permanece en prisión. Es un conocido bloguero y Youtuber. Ese fue el detonante para que Tijanóvskaya se presentara a las elecciones.

Desde entonces y a medida que se acercaban las elecciones, la policía bielorrusa ha desatado una oleada de arrestos. Periodistas, blogueros y activistas políticos. Además la policía presentó cargos contra dos candidatos. Hasta julio la policía arrestó al menos a 1.100 personas solo por el hecho de reunirse pacíficamente para hablar de elecciones. Casi 200 personas fueron retenidas hasta 15 días en prisión, y algunas sufrieron condenas. "Las autoridades bielorrusas están utilizando pretextos endebles para silenciar a periodistas y críticos, lo que nunca debería suceder, pero eso tiene consecuencias aún más terribles para los derechos de los ciudadanos en un período electoral", dijo en julio Hugh Williamson, director para Europa y Asia Central de Human Rights Watch. "La comunidad internacional no debe ignorar un incumplimiento tan grave de las obligaciones sobre los derechos humanos".

Fue a partir de entonces que la Oficina para la Seguridad y Cooperación Europea (OSCE) declaró que por primera vez no acudiría a supervisar la votación presidencal, debido a que las autoridades bielorrusas no le entregaron ninguna invitación. Era obvio que cuando se celebraron las elecciones, la UE ni EEUU dieran mucha credibilidad a los resultados. Y entonces, de nuevo e mundo se dividió en dos bloques: China, Rusia, Kazajstán, Uzbekistán, Moldavia, Azerbaiyán y Venezuela enviaron mensajes de apoyo. Nicolás Maduro, en concreto, habló de "inobjetable victoria", probablemente tomando como ejemplo su propio fraude en las elecciones presidenciales de Venezuela en 2018, que fueron rechazadas por la comunidad internacional.

Desde que tuvieron lugar las dudosas elecciones en Bielorrusia, las protestas y las detenciones se han extendido por muchas ciudades del país, y han salido en todos los medios de comunicación. Como suele ser en estos casos, siempre hay un trasfondo económico que explica buena parte del clima contra Lukashenko. La economía bielorrusa ha tenido unos años malos debido a su dependencia de Rusia, su mejor aliado. Hasta 2014 el Producto Interior Bruto creció de manera notable hasta rozar los 80.000 millones de dólares. Pero partir de esas fechas, como todo el mundo recordará, la economía rusa, su mentor, tuvo una caída debido a la bajada de los precios de la energía: el petróleo en los mercados internacionales pasó de 100 dólares a la mitad, y ahora incluso menos: alrededor de los 40 dólares por barril.

El poder de compra ruso ha disminuido, lo cual ha afectado a las exportaciones bielorrusas. El país de Lukashenko exporta maquinaria agrícola e industrial (tractores y camiones), madera, excavadoras para construcción y minería, máquina herramienta, productos químicos, fertilizantes y sobre todo productos agrícolas. El principal socio comercial es Rusia, que se lleva el 90% de los frutos del campo. 

A pesar de que Bielorrusia logró la independencia en 1992 (debido a la disgregación de la Unión Soviética), ha seguido manteniendo una economía sovietizada y sometida al control del estado. La crisis financiera rusa de 1998 le afectó profundamente, y solo se pudieron recuperar en la primera década del 2000. A partir de ahí, los logros de Lukashenko fueron manifiestos pues la economía creció a ritmos superiores al 7% anual, lo cual le ganó el aprecio de los ciudadanos. La mayor parte de los bielorrusos apoyaban su gestión, según las encuestas de IISEPS. En eso no se parece a Maduro. 

A medida que el país mejoraba, Lukashenko concertó acuerdos internacionales y recibió préstamos, e incluso los consejos del Fondo Monetario Internacional. El presidente bielorruso habla ahora del bienestar de aquellos años de progreso, para demostrar a la población que gracias a él el país ha mejorado notablemente. No le falta razón. Y de hecho sigue teniendo popularidad en las generaciones más antiguas, las que conocieron los desastres económicos de la caída de la URSS, la crisis del 98... y un terrible suceso. En 1986, cuando estalló la central atómica de Chernobyl, en Ucrania (aún de la URSS), la onda radiactiva castigó la agricultura y la economía bielorrusa más que a ninguna. Literalmente la devastó. Por cierto que Svetlana Tijanóvskaya, la actual líder de la oposicion, fue una niña de Chernobyl, en el sentido que formó parte de los miles de niños que fueron desplazados a otros países europeos (algunos de ellos, España), como parte de un plan temporal de acogida. Tijanóvskaya pasó varios veranos en Irlanda, en Roscrea, lo cual le dio un dominio del inglés que luego le sirvió para emplearse en su país como profesora de inglés.

Debido a la persecución que Tijanóvskaya sufrió tras las elecciones, se refugió en Lituania, desde donde pide el apoyo de la UE, y anima a sus conciudadanos a rebelarse y a manifestarse contra Lukashenko. Ya antes de los comicios, en julio y como consecuencia de la política de Lukashenko de quitar los hijos a los opositores y enviarles a orfanatos, Tijanóvskaya sacó a sus hijos del país, y en teoría viven con la abuela en un sitio que no se ha dado a conocer, según informaba Reuters. "Dios no permita que ninguno de ustedes se enfrente a la elección que yo tuve… Los niños son lo más importante en nuestras vidas", dijo en un vídeo con los ojos llenos de lágrimas. 

De lo que no cabe duda es que los bielorrusos no son antirrusos. El propio nombre del país indica que proceden de la población histórica de los rus, de la cual se sienten herederos los rusos, los bielorrusos y los ucranianos. Son eslavos y pertenecieron al Imperio Ruso. Hoy forman parte de la Comunidad de Estados Independientes, que es una especie Unión Europea que abarca a nueve países que antes estaban en la Unión Soviética. Su moneda es el rublo bielorruso. También son cristianos ortodoxos y usan caracteres cirílicos como en Rusia. La mayoría habla ruso y algo menos el bielorruso, y en las manifestaciones recientes, se han visto ondear banderas rusas junto con las del propio país. Por eso, Vladimir Putin, el presidente ruso, se siente con fuerza moral para amenazar con enviar tropas especiales para poner orden.

Según una encuesta de Levada, el 57% de los rusos apoya a Lukashenko. Putin es ahora el gran aliado de Lukashenko, quien le pidió ayuda militar si era necesario. Además, para meter miedo, Lukashenko ha dicho que la OTAN, cuyas fronteras tocan Bielorrusia, ha activado carros de combate y aviones a 15 minutos de la frontera. Por supuesto, la OTAN lo negó. 

Lukashenko no quiere dejar el poder por nada del mundo. Ha sido visto con un fusil kalashnikov, rodeado de militares (al estilo de las performances de Nicolás Maduro) entrando a la sede del gobierno y en varias ocasiones ha afirmado a sus fieles: "Nunca os he traicionado y nunca lo haré". Después de 26 años en el poder, probablemente sufra el síndrome de la silla caliente, tan popular en los lideres más longevos del mundo como Teodoro Obiang en Guinea, o los chavistas y Maduro en Venezuela: piensan que ellos son el poder.

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