Marruecos, destino surfero

  • Una localidad costera llamada Taghazout se está haciendo conocida entre los aficionados al surf por la calidad de sus olas. La economía de este pueblo ya no depende de la pesca, sino del turismo gracias a esta modalidad deportiva.
Erik German | GlobalPost

(Taghazout, Marruecos). En la costa sur de Marruecos el panorama es puramente tradicional: carros tirados por burros y barquitas de pesca; hombres vestidos con sus túnicas tradicionales con capucha, y las mujeres con la cabeza cubierta con pañuelos.Pero eso es antes de llegar a Taghazout.

En este antiguo pueblo pesquero, las europeas se pasean en minifalda al lado de hombres en bermudas y sin camiseta, y en los 500 metros de su paseo principal se pueden contar al menos cinco tiendas de surf. La mayoría de los nuevos habitantes de la zona han llegado en los últimos cinco años, gracias al boca a boca sobre las olas del sur de Marruecos.

En los últimos años la revista Surfer Magazine ha destacado varias veces la calidad de las olas de Marruecos, diciendo que tiene "los mejores point break del Atlántico". En 2007 calificó la zona de Taghazout como "el Puerto Escondido de África del Norte", comparándolo con la meca surfera del sur de México que suele acoger grandes competiciones internacionales.

Los habitantes de la región cuentan que desde la década de 1970 siempre ha habido por allí ocasionales surfistas intrépidos desafiando las olas, pero últimamente las cifras de visitantes se han disparado. Desde 2005 se ha notado un cambio vertiginoso en el pueblo, con la apertura de nuevos hoteles y el consumo de más alcohol y la llegada de turistas que andan medio desnudos por la calle.

Pero en esta población musulmana antaño profundamente conservadora, la tolerancia no sólo ha demostrado ser rentable, sino que ha dado lugar a una nueva forma de cultura playera intrínsecamente marroquí."Antes de que llegaran los surfistas, aquí todo el mundo trabajaba en la pesca", dice Hafid Iddouch, de 29 años, que ayuda a gestionar la Immouran Surf Association, una organización sin ánimo de lucro que da clases de surf a los niños del pueblo. "Ahora, casi el 80 por ciento de la gente de Taghazout vive del surf".

Mohamed Acheari, de 24, que trabaja en el bazar Aladdin's Cave, dice que la proporción es aún mayor, y que ronda el 90 por ciento o más de la población. La llegada de turistas es actualmente la principal fuente de ingresos del pueblo, y sin ellos "estaríamos muertos", dice.

Su tienda vende todo tipo de productos para turistas (especias, cerámicas, joyas), pero entre sus artículos más populares destacan las reproducciones de una foto que es casi una especie de logotipo no oficial del pueblo. En la imagen se ve la silueta de un hombre, vestido con una chilaba de colores brillantes, llevando una tabla de surf bajo un brazo.Mezclas de este tipo abundan por todas partes.

Una puerta más allá del bazar Aladdin se pueden comprar tablas Dakine por unos 225 euros, ropa de la marca Volcom y latas de Mr. Zog's Sex Wax en un local que se llama Twareg Surf Shop. En el exterior de la tienda, dos niñas jugaban hace unos días al pilla-pilla, cubiertas con unos velos y hablando en árabe. Una de ellas llevaba una camiseta que decía "I ♥ boys that rock".

Si se camina por cualquiera de las playas que hay por la zona, es posible encontrar otra de las categorías distintivas del empresariado local: hombres veinteañeros que pasean camellos con cara de aburridos por la playa, buscando a turistas que quieran pagar por la experiencia.

Pero la mayor parte de los extranjeros llegan a Taghazout buscando otro tipo de promesa. "Algunos días hay olas realmente buenas", dice Marc Fennel, un surfista sudafricano que se ha pasado los tres últimos meses en la zona, después de haber estado por Australia e Indonesia. "Para esta zona del mundo, el surf es muy bueno".

El pueblo tiene ahora al menos unos 30 hoteles conocidos como surf camps (campamentos de surf), y quienes los gestionan dicen que cada año hay más y más."Todo el pueblo está lleno de surf camps, literalmente", dice James Bailey, dueño del popular Surf Berbere. "Los precios de las casas aquí han duplicado o triplicado su valor".

Bailey dice que en su mayoría la gente local acoge de buen agrado a los cerca de 20.000 surfistas que llegan cada temporada, que va de septiembre a abril y que tambilén ha coincidido con el mes del ramadán. Durante el ramadán, Bailey dice que las formas se observan más, y que los europeos no musulmanes intentan respetar las normas. "A todas las chicas se les dice que se cubran antes de salir del hotel", dice.

Uno de los gerentes del Surf Berbere, Matthew Newman, dice que los enfrentamientos entre los surfistas y los lugareños son poco frecuentes, aunque sí existen. "A veces tienes la ligera sensación de que estás invadiendo su pequeño pueblo pesquero", reconoce.

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