Así son las mezquitas clandestinas que tienen en jaque a la policía española

  • Se ubican en garajes, trasteros o locales en polígonos industriales. Todo en ellas tiene aire de provisionalidad: saben que, ante la mínima sospecha de estar vigilados, tendrán que cambiar de lugar.

    Suelen ser muy pequeñas, apenas caben 5 o 6 personas, por lo que las reuniones diarias celebran en dos turnos.

Así son las mezquitas clandestinas que tienen en jaque a la policía española
Así son las mezquitas clandestinas que tienen en jaque a la policía española
Bárbara Barón

Se ubican en garajes, trasteros o locales en polígonos industriales. Todo en ellas tiene aire de provisionalidad: saben que, ante la mínima sospecha de estar vigilados, tendrán que cambiar de lugar. Son las llamadas mezquitas ilegales, centros musulmanes sin ningún tipo de registro en los que se adoctrina a los fieles en la visión más radical del Islam.

Suelen ser muy pequeñas, apenas caben 5 o 6 personas, por lo que las reuniones diarias celebran en dos turnos, así como las cinco oraciones diarias, en las que siempre está el imán.

No están bien iluminadas, a menudo por fluorescentes propios de trasteros. Cubren los suelos con alfombras e instalan un grifo para poder hacer sus limpiezas rituales. En las paredes se suelen estar decoradas con inscripciones del Corán. Por lo demás, son sitios lóbregos, casi siempre sin calefacción y con mala ventilación.

Solo se accede por invitación, normalmente tras acudir con regularidad a una mezquita oficial o a una no registrada, es decir, sin control administrativo, pero en la que las enseñanzas que en ellas se propugnan no son tan radicales.

Aunque no todas las mezquitas sin registro se dedican a hacer apología de la yihad, los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado sí vigilan un buen número de ellas.

Suelen estar reservadas exclusivamente para hombres y las más grandes no superan los 20 metros cuadrados, pero pueden albergar hasta a 80 personas. Solo en Madrid se calcula que existen unas 230, muchas ubicadas en el barrio de Lavapiés o en zonas periféricas, a menudo marginales. En Cataluña, foco principal del salfismo en España, hay más del doble.

Como ejemplo, basta señalar la Cañada Real, que contaba con varias mezquitas clandestinas en los que imanes sin ningún tipo de supervisión por parte de la comunidad musulmana radicalizaban a decenas de jóvenes. Es más, tres yihadistas de una célula lista para atentar fueron detenidos allí el año pasado.

Abrir una de ellas no tiene mayor complicación: alquilar el espacio, comprar una alfombra y un recipiente para hacer las abluciones. Muchas de ellas se inscriben como asociación cultural y ocultan el verdadero objetivo de estos templos improvisados. ¿El objetivo? Obtener fondos públicos para hacer la yihad.

En los últimos años, estos lugares de reunión se han extendido sobre todo por Barcelona, Levante, Ceuta y Melilla y la Costa del Sol, aunque los verdaderos puntos calientes son Madrid y Tarragona, donde la Policía tiene constancia de que se han celebrado una suerte de congresos anuales de la corriente salafista.

La presión policial sobre estos templos ilegales es constante: saben que de la buena labor de los servicios de información depende, en gran parte, que Madrid no se convierta en el nuevo Bruselas o París.

Mostrar comentarios