El 'milagro' de un científico de 102 años que sigue trabajando en la Universidad

  • David Goodall fue despedido de su empleo, pero demandó al centro Edith Cowan por considerar que le discriminaban por su edad y ganó el pleito. Ha vuelto a su trabajo.

    Autor de 100 investigaciones sobre ecología, poseedor de tres doctorados y miembro de la Orden de Australia, aún es capaz de explorar islas desiertas a bordo de un bote.

David Goodall, en su oficina.
David Goodall, en su oficina.
D.C.
D.C.

David Goodall tiene una carrera académica impecable que se extiende a lo largo de 70 años. Hoy, cuando ya ha cumplido 102, la idea de dejar de ir al campus universitario a trabajar le sigue resultando imposible.

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Tras dos décadas de ejercer sus labores como docente en la Universidad Edith Cowan, en Australia, las autoridades de ese centro académico le pidieron en agosto pasado que desocupara su oficina. El personal del establecimiento y varios estudiantes habían expuesto serias preocupaciones sobre la seguridad del hombre.

Goodall debe emprender un viaje diario que le demanda 90 minutos para llegar desde su casa a la oficina. El trayecto incluye dos autobuses y un tren. Sin embargo, cuando escuchó lo que las autoridades del centro educativo le ordenaban, decidió presentar una demanda por discriminación. Consideraba que le estaban apartando de sus funciones por el mero hecho de ser anciano, aunque sus facultades mentales están plenas e intactas.

Por ese motivo ganó el pleito. Recibió miles de mensajes de apoyo de científicos de toda Europa y de australianos que hasta abrieron una página web para recaudar firmas a favor de la lucha de Goodall por conservar el derecho de ir a su oficina a trabajar.

Ahora la Universidad ha dado marcha atrás en su planteo y hasta le ha ofrecido otra oficina para que continúe trabajando.

Este científico actualmente es investigador honorario asociado al centro (no recibe ningún salario por sus labores ni tampoco lo reclama). Pero puede ser considerado toda una eminencia en su especialidad. Ha producido más de 100 investigaciones sobre ecología, tiene tres doctorados y es miembro de la Orden de Australia, nada menos.

Su trabajo consiste principalmente en revisar investigaciones académicas y en supervisar a los estudiantes. Cuando la revista especializada New Scientist le preguntó si le preocupaba el futuro, su repuesta fue contundente. "Soy muy pesimista. Es demasiado tarde para emprender una acción efectiva de cara al cambio climático. Igualmente importante es la población mundial, que aumentará a 10 billones de personas al final de este siglo", declaró, según publica la BBC.

En octubre pasado se informó sobre el récord de emisiones de CO2 que marcó el inicio de una "nueva era" de cambio climático. La Organización Meteorológica internacional (OMI) había dicho que los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera terrestre ya habían superado consistentemente la simbólica marca de 400 partes de CO2 por cada millón de moléculas (ppm).

Goodall tiene tres hijos, 12 nietos y 16 bisnietos. Todo parece indicar que la longevidad en su caso es hereditaria. Algunos miembros de su familia materna vivieron hasta los 90 años. Portavoces de la Universidad Edith Cowan confirmaron que han encontrado la mejor solución para este profesor: han habilitado una oficina "mejor", que le ha sido asignada en un campus cercano a la casa del científico.

"Espero continuar haciendo un trabajo útil en mi campo tanto como mi visión me lo permita", ha manifestado a la cadena australiana ABC.

La vida de Goodall está llena de proezas: nacido en el Reino Unido, en mayo pasado viajó con su hija y un grupo de naturalistas al archipiélago Abrolhos, ubicado a 60 kilómetros de la costa de Australia Occidental. Lo hizo en un pequeño bote para observar las focas y exploró las islas desiertas en busca de vida animal.

"Fue también un viaje por su memoria, pues la primera investigación que publicó sobre los pozos de cangrejos en el área fue en los años 60", ha indicado al mencionado medio.

En 2015 el científico también viajó en tren desde Darwin, en el norte de Australia, hasta Adelaide, en el sur del país. Éstos son algunos de los motivos por los cuales su legado para el mundo, desde el anonimato y la sencillez, resultan inconmensurables. Cuando se tienen ganas de vivir, nunca es tarde.

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