El 50% de la población vivirá en desiertos en 2050 por culpa del cambio climático

El 50% de la población mundial vivirá en desiertos en 2050
El 50% de la población mundial vivirá en desiertos en 2050
Pixabay

Si nada lo impide, el mundo se dirige irremediablemente a un escenario apocalíptico. Nada parecen importar las advertencias que la comunidad científica lleva gritando desde hace décadas, ni el incremento del nivel de los océanos, ni el aumento alarmante de las temperaturas, ni la tala indiscriminada; mientras se sigan ignorando las iniciativas de protección medioambiental como los Acuerdos de París de 2015, el ser humano está condenado a propiciar su propia extinción. Y, tal y como señalaba la ONU en su último informe sobre cambio climático, en 2050 la mitad de la población de la Tierra (unos 4.000 millones de personas) vivirá en desiertos.

Se trata de un problema que ya empieza a evidenciarse en algunos puntos del planeta: la Fundación Aquae advertía el año pasado de que nada menos que 169 países ya notan los efectos de la desertificación, mientras que el 44% del territorio español está en serio riesgo de erosión. Las perspectivas sugieren que las zonas del sur y más aisladas en el interior (como Monegros) sufrirán más que otros puntos el aumento de las temperaturas, pero no hay que olvidar que, a día de hoy, según la ONU, unos 250 millones de personas sufren en todo el planeta de forma directa los efectos de la desertificación y unos 1.000 millones de personas se encuentran en zonas de riesgo por la escasez de agua.

En España el principal problema reside en la severa disminución en el nivel de los embalses. En los últimos años, tal y como señalaba Aquae, la falta de precipitaciones y el aumento de las temperaturas han provocado que las reservas de agua estén muy por debajo de lo esperado. Y hay un dato escalofriante que señala al principal culpable de este cambio meteorológico: la temperatura en las ciudades españolas ha subido el doble que la media mundial en los últimos 50 años, por encima de los 2 grados.

Sobrepoblación y falta de recursos

El agua, como todos los recursos que nos proporciona la Tierra, es finita: las reservas de agua dulce en el planeta (presente en acuíferos, ríos, lagos o glaciares) se están reduciendo a un ritmo tremendo y, de hecho, empiezan a secarse bajo tierra, de donde bebe aproximadamente la mitad de la población mundial actualmente. La desertificación no solo influye (y, a menudo, destruye) un ecosistema concreto, sino que también tiene una incidencia directa en el resto del planeta: sin amplios bosques, no se generan lluvias y, sin lluvias, no se generan zonas verdes. Es un círculo vicioso que lleva mucho tiempo revertir. A veces, eras geológicas enteras.

La ONU advierte de que la Tierra pierde cada año 15.000 millones de árboles, lo que se traduce en millones de hectáreas de tierra fértil que acaban secándose. El problema es que bajo el suelo yermo también desaparecen caudales subterráneos que actualmente abastecen a buena parte del planeta. Y, si se cumplen las previsiones de este organismo, de los 7.300 millones de gargantas que a día de hoy calman su sed gracias a estas reservas de agua, pasaremos a 11.000 millones en 2050. Por eso, si no se toman medidas urgentes, es probable que la escasez sea una realidad en lugares que hoy en día disfrutan de abundante agua.

Mención aparte merecen los océanos: la contaminación, el cambio climático (y la pesca indiscriminada) ya han empezado a cambiar ecosistemas enteros en numerosos puntos del planeta. La Agencia Europea de Medio Ambiente establecía el año pasado una conexión inequívoca entre el calentamiento global y el aumento de desastres naturales asociados a las costas: llueve menos, pero con tanta intensidad que es cada vez más común observar tormentas torrenciales como las que sufrieron el año pasado Menorca o Málaga.

Por eso, el objetivo principal de los Acuerdos de París de 2015 es impedir un aumento de las temperaturas globales por encima de los 1,5 grados de cara a 2100. Sin embargo, algunos eventos recientes como la retirada de EEUU del pacto (por la actitud negacionista de Donald Trump) o la explosión industrial de China y el sudeste asiático (causantes de un incremento en la emisión de gases de efecto invernadero), ponen en serio riesgo la capacidad de la comunidad internacional para frenar el cambio climático. Y, si nada lo impide, lo pagaremos.

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