Este lunes se ha cumplido un año de uno de los terremotos más devastadores que ha sufrido Nepal en su historia. Un terremoto de magnitud 7,6 que sacudió el país desde la capital, Katmandú, hasta la ciudad de Pokhara, acabando con la vida de alrededor de 8.700 personas y dejando a 2 millones de personas sin casa ni refugio.
Tras el temblor, cientos de miles de personas huyeron de sus hogares por miedo a las réplicas y se
ubicaron en los alrededores; tanto el transporte como las comunicaciones se vieron gravemente afectados.
Cuando parecía que la situación no podía ser peor, apenas dos semanas más tarde, el 12 de mayo, un
segundo terremoto de magnitud similar causó aún más devastación.
Los esfuerzos de respuesta se sucedieron, pero se complicaron intensamente ante la llegada del invierno, especialmente duro en este país, donde mujeres, niñas, ancianos y personas con discapacidad resultaron las personas más afectadas. La falta de combustible y la ausencia de un organismo público eficaz dedicado a la reconstrucción dificultaron enormemente la llegada de ayuda humanitaria.
Gracias a los tremendos esfuerzos y a la coordinación de la siempre solidaria y rápida sociedad civil
junto con ONG locales e internacionales se pudo llegar a gran parte de la población nepalí afectada en el
momento del desastre.
No obstante, un año después, parece que falta voluntad para continuar con el siguiente paso, la
reconstrucción. Aún hoy, un año después de ese 25 de abril, miles de familias se encuentran desplazadas en campamentos sin posibilidad de volver a sus hogares.Respuesta institucional
Habría mucho que aprender sobre la respuesta institucional. En mayo de ese mismo año, la ONU solo había recibido alrededor de un 13% de los más de 380 millones de euros necesarios para responder a la emergencia tras el terremoto que asoló el país y la posterior reconstrucción del país.
El Gobierno de España demostró una gran predisposición al fletar un avión con 30 toneladas de ayuda humanitaria. Sin menospreciar esta rápida y coordinada respuesta de la Agencia Española de Cooperación Internacional al Desarrollo (AECID) con esta acción, la respuesta resultó claramente insuficiente ante el llamamiento de financiación de Naciones Unidas para los primeros meses tras el desastre y la posterior
reconstrucción del país.
Una vez más la sociedad española volvió a dar ejemplo al involucrarse reflejando una cultura de
solidaridad lejos de verse equiparada en los despachos de los ministerios.
La contribución española, incluyendo los costes del avión, no superó los 500.000 euros frente a los 380
millones que solicitaba Naciones Unidas. Claramente insuficiente.Los nepalíes no pueden caer en el olvido
Ante un desastre de estas magnitudes, lo que ya resultaba evidente entonces, y lo sigue siendo un año
después, es que las labores de recuperación y de reconstrucción se dilatarían en el tiempo durante años hasta poder volver a las condiciones de vida anteriores al seísmo; por lo que la comunidad internacional
no debe permitir que las vidas de millones de nepalís caigan en el olvido cuando el foco mediático deja
de iluminarles.
Este lune hace un año del desastre y es oportuno resaltar esta triste conmemoración para que se recuerde la
situación de estas personas, y volver a preocuparnos por ellas, como hicimos cuando sus vidas se vinieron
abajo hace un año. A dos meses de la llegada del monzón del próximo mes de junio se teme que la situación se complique aún más y las condiciones de vida en los refugios empeoren. No es el momento para
dejarlas de lado.
Además, Nepal no es un caso aislado. La experiencia nos obliga a reflexionar sobre la respuesta ante una emergencia de este tipo. Hace escasos días se dio un temblor en Japón, y estamos atendiendo a las
devastadoras consecuencias del que ha hecho temblar Ecuador.
¿Creemos que estas personas solo sufren un día, el día en que su casa se convierte en escombros o pierden
a un ser querido sepultado bajo los restos de lo que horas antes era su salón familiar? ¿La ayuda es solo
necesaria entonces? No, la nueva vida de estas personas debería empezar el día en que la naturaleza les escoge como víctimas. Un largo camino de reinicio se abre ante ellas.
La ciudadanía española se moviliza y colabora de forma ejemplar cuando se produce un terremoto. Se
responde de forma inmediata y en el algo-más-tarde después. Quizá no todo el mundo es muy consciente de
que hay muchas medidas que se pueden tomar antes, y de que es necesario trabajar en labores de prevención
y en la reducción de riesgos de desastres.¿Cómo? El Gobierno de España debe apostar por un desarrollo
sostenible y resiliente, y comprometerse a destinar a cooperación el 0,4 del producto interior bruto, con
un 10% de la ayuda oficial dedicado específicamente para ayuda humanitaria.
Porque no podemos evitar que se produzcan terremotos, pero sí colaborar para prevenir algunas de sus
peores consecuencias.
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