Opinión: Los Gobiernos de China y EEUU deberían aprender de sus ciudadanos y llevarse mejor

  • La apertura y la generosidad de los estudiantes estadounidenses hacia sus homólogos chinos contrastan con las relaciones que mantienen los gobiernos.

En 1985 Xi Jinping saboreó por primera vez la hospitalidad de EEUU cuando, como oficial del Partido Comunista, se alojó con una familia estadounidenseen Muscatine, Iowa.

Han pasado 27 años, y durante su reciente visita de una semana a EEUU el supuesto futuro presidente de China hizo escala en Muscatine para rememorar viejos tiempos. 'Venir aquí es realmente como volver a casa', comentó.

Si bien muchos chinos quizás se sintieron incómodos escuchando a su futuro presidente referirse a EEUU como su casa, nosotros (estudiantes de Harvard de China y EEUU) podemos entender realmente el sentido de pertenencia de Xi.

Cada uno de nosotros ha experimentado la apertura y la generosidad de los estadounidenses hacia los estudiantes chinos, los mismos sentimientos que hicieron que Xi se sintiese tan relajado y cómodo en Iowa hace dos décadas.

Esta buena voluntad inherente contrasta enormemente con las relaciones que mantiene los gobiernos de China y EEUU. Cada parte insiste en ver al otro como un enemigo en potencia.

El reciente aumento de la militarización china (su gasto en material bélico aumento un 13 por ciento el año pasado, hasta 92.000 millones de dólares) tan sólo tiene sentido en el contexto de un deseo de desafiar a EEUU, por mucho que insistan las autoridades chinas en que tan solo lo hacen por seguridad nacional y regional.

El reciente veto de China a la resolución sobre Siria en la ONU respaldada por EEUU y la Liga Árabe tiene un motivo parecido.

Tal y como señala el Global Times (un periódico publicado por el portavoz comunista People's Daily): 'Es equivocado lanzarse a ciegas del lado de Occidente'. En otras palabras, el Gobierno chino se juega su prestigio básicamente desafiando la percibida hegemonía de EEUU.

EEUU, por su parte, también trata constantemente a China como un adversario.

La política para Asia de la administración Obama parece pensada para contener a China a través de un incremento de la venta de armas a aliados regionales y con la inversión en aviones no tripulados de reconocimiento para patrullar las ricas aguas con yacimientos petrolíferos del Mar de China del Sur.

El Pentágono se gasta millones de dólares al año en 'simular' escenarios de una posible guerra China-EEUU. Los candidatos presidenciales republicanos se desviven para incrementar su retórica anti China.

Mitt Romney ha calificado las tensiones económicas entre EEUU y China de 'guerra comercial' y se ha comprometido si gana a denunciar a China como 'manipuladora de divisas' prácticamente en cuanto llegue a la Oficina Oval.


Rick Santorum ha aumentado la apuesta de su rival proponiendo hacerle 'la guerra a China y convertir a EEUU en el lugar más atractivo del mundo para hacer negocios'.

El presidente Barack Obama probablemente endurecerá su postura respecto a China para atraer a los votantes del sector industrial y manufacturero en estados oscilantes como Ohio y Pennsylvania el próximo otoño.

¿Por qué difieren tanto los planteamientos de los gobiernos de China y EEUU de la manera en que se perciben mutuamente los ciudadanos de sus países?

Una gran parte de la respuesta está en una combinación de ignorancia e inexperiencia.

Los altos cargos de los gobiernos de EEUU y China suelen estar ocupados por personas que tienen pocos conocimientos de primera mano sobre la otra parte.

Por ejemplo, no resulta sorprendente que las relaciones económicas bilaterales se hayan deteriorado tras la sustitución del veterano en temas chinos Gary Locke como Secretario de Comercio de EEUU por el relativamente inexperto John Bryson.

La primera línea del Departamento de Defensa apenas tiene personal que haya trabajado o servido en Asia oriental, bien en instalaciones civiles o militares. Sin embargo, estos son los oficiales que han diseñado la política de referencia de Obama.

Las cosas son probablemente aún peores en el lado chino.

Pocos altos cargos tienen un conocimiento profundo de EEUU o tienen lazos personales con ciudadanos estadounidenses. Es difícil creer que el posible futuro presidente de China sólo haya visitado EEUU dos veces.

¿Cómo podrá manejar, por no decir 'construir', las relaciones China-EEUU si no tiene un conocimientos de primera mano?

El año que viene, con un nuevo presidente en China y un presidente y un Congreso recién elegido en EEUU, será una oportunidad perfecta para establecer un nuevo camino.

Los votantes de EEUU deberían de hacer de China un tema principal en las elecciones. Necesitamos congresistas, senadores y un presidente abiertos a construir sobre la reserva de buena voluntad que existe a nivel individual, en lugar de alimentar miedos y prejuicios.

Los lazos de amistad harán mucho por convencer alGgobierno chino de que EEUU no está tratando de amenazar su ideología política, y se reducirá la necesidad de China de poner en riesgo su credibilidad internacional con posiciones como las vistas estos días en la ONU.

No somos tan cándidos como para creer que unos cuantos funcionarios experimentados son la panacea de las relaciones China-EEUU. Hay temas difíciles entre ambos países que no tienen una solución fácil.

Pero el proteccionismo, en forma de aranceles de importación y manipulación de divisa, a largo plazo acabará dañando a las dos partes.

William Hakim, de Belmont Massachusetts, y Charlotte Chang, de Sangai China, son estudiantes de segundo curso de la unidersidad de Harvard

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