Un mito en duda

La Covid redefine Silicon Valley y sacude San Francisco como el peor terremoto

Las firmas de capital riesgo tratan de entender cómo la crisis va a cambiar el gran polo de la innovación y cómo va a cambiar la forma de apostar y financiar las próximas oportunidades de negocio.

La Covid redefine Silicon Valley y sacude San Francisco como el peor terremoto
La Covid redefine Silicon Valley y sacude San Francisco como el peor terremoto
EP

La plataforma Hacker News es un hervidero desde que Twitter anunció que trabajar en sus oficinas será voluntario. A este foro acuden los empleados del sector tecnológico para hablar sobre cómo la pandemia cambió sus vidas en Silicon Valley. Está lleno de comentarios en el que expresan el deseo de migrar y trabajar remoto desde algún lugar más asequible que San Francisco. Joseph Flaherty, del fondo de capital riesgo Founder Collective, entiende que emerja esta discusión si ya no es necesario estar físicamente en la sede de la empresa.

Twitter fue la primera pieza en caer de un dominó muy compleo. Flaherty lo ve, de hecho, como una oportunidad para que otras localidades fuera de la bahía de San Francisco aprovechen la oportunidad y se conviertan en centros alternativos de innovación si atraen a estos empleados. Es el ejemplo más evidente de cómo el coronavirus golpeó a la tierra prometida de la economía digital, hasta el punto de poner en cuestión el mito que le rodea. Se acabaron las mesas de ping pong para liberar la mente a raquetazos, los tarros de golosinas en los que se mete la mano abierta o los bufés con comida ilimitada por si se queda uno con hambre. 

Facebook y Salesforce prohíben incluso conversar en el ascensor. Y por supuesto, nada de chocar las manos para cerrar un trato. Más que espacios abiertos rebosantes de diversión, estos centros de excelencia están llamados a convertirse en lugares asépticos como los hospitales.

Mary Meeker, de Bond Capital, un fondo de capital riesgo que tiene en su cartera a compañías como Slack y Uber, dijo a sus socios que el coronavirus está teniendo un efecto tan devastador en San Francisco como el terremoto de 1906. "Estamos solo empezando a entender cómo cambiará nuestras vidas", indicaba en un informe de una treintena de páginas. Y daba algunas pistas de por dónde podría ir el futuro a la hora de casar el avance tecnológico con la nueva realidad. La disrupción provocada por el coronavirus está forzando así a repensar muchas cosas en Silicon Valley, incluida la manera en la que se van a financiar las nuevas compañías emergentes. Los fondos de capital riesgo fueron, de hecho, de los primeros en apartar la bola de cristal y en febrero empezaron a cerrar el grifo de liquidez esperando a que se disipara la incertidumbre. Sequoia Capital anticipó que el flujo de financiación se reduciría como en las crisis de 2001 y 2009.

El flujo de efectivo que movilizan las firmas de venture capital y de private equity no se paró, en cualquier caso, por completo. Estos fondos cuentan con 1,5 billones de dólares para movilizar. Pero en medio de tanta confusión, tratan de identificar a las compañías más prometedoras cuya valoración cayó y que necesitan dinero fresco para sobrevivir. Porque una de las lecciones de la pandemia es que no hay una inversión que sea a la vez segura y altamente rentable. 

Los datos de PitchBook muestran que las inversiones de capital riesgo en EE UU cayeron un 25% cuando se compara con el periodo previo a la pandemia. Para las empresas emergentes con efectivo en sus cofres es una oportunidad para hacerse con rivales más vulnerables. Volviendo a la reflexión de Meeker, el nuevo dinero fluye hacia empresas metidas en el mundo de la telemedicina, la educación online, el trabajo remoto y las infraestructuras digitales. 

Sequoia Capital indica en este sentido que buscan cosas que perduren y que reflejan el futuro, como Instacart. La clave en el nuevo contexto económico, añaden en Insight Partners, es que prueben que sus modelos de negocio se sostengan en un entorno complejo, sean más eficientes y sepan adaptar su producto a las nuevas tendencias. T. Rowe Price añade que es importante ser muy rigurosos a la hora de analizar, entender y comprobar la capacidad de crecimiento que prometen. La valoración de una firma emergente se basa en su potencial de expasión. 

Muchas ya tuvieron problemas para justificar sus modelos de negocio tras la implosión de WeWork o el decepcionante estreno bursátil de Uber y Lyft. Son las que ahora tienen más problemas para dotarse de liquidez. "Se pone más énfasis en la sostenibilidad de los ingresos y la rentabilidad", indican desde PitchBook, "al tiempo que se les pide que reduzcan el ritmo con el que queman efectivo". La pandemia, como señalan desde Kleiner Perkins, está acelerando tendencias que ya se veían antes de la crisis. Muchas empresas emergentes ya se fueron de San Francisco y dejaron atrás a un grupo de empleados clave. Lo que está por ver es si esta dispersión va a cambiar la arquitectura del capital riesgo. El fondo Nfx, por ejemplo, ya puso en marcha un servicio virtual en el que los emprendedores que buscan inversores pueden presentar sus planes de negocio.

Silicon Valley podría así dejar de ser el único lugar que importa a las empresas tecnológicas que quieren despuntar. David Rotman, editor del MIT Technology Review, es más profundo en su reflexión. Señala que la pandemia reveló los límites y la incompetencia de esta industria en su conjunto a la hora de responder al reto sanitario. "EE UU ya no es tan buena a la hora de aportar nuevas ideas y tecnologías relevantes para nuestras necesidades más básicas", lamenta. 

Las revueltas raciales exponen, a su vez, otro problema. Los fundadores negros de empresas emergentes son una letanía. Apenas llegan al 1%, según RateMyInvestor, y se suele confundir a sus consejeros delegados con los lugartenientes en las reuniones para captar fondos. Solo el 3% de los inversores de capital riesgo son de color, de acuerdo con un estudio de Deloitte. En un intento por revertir la situación, surgen iniciativas para financiar proyectos de las minorías. Andreessen Horowitz, uno de los grandes iconos en Silicon Valley, acaba de crear un fondo diseñado para invertir en empresas incipientes con gran potencial pero que tienen acceso necesario a los recursos financieros que necesitan para despuntar. 

Sotfbank y Google también anunciaron en plena controversia racial un vehículo financiero similar destinado a fundadores de color. Estas iniciativas, sin embargo, se están viendo como una reacción más bien oportunista. La industria del capital riesgo fue siempre muy lenta al hacer frente a los problemas de desigualdad expuestos por la crisis. La frustración también es palpable hacia el fracaso del sector tecnológico al actuar frente a la pandemia. Chamath Palihapitiya, fundador de Social Capital, se alzó como la voz de la conciencia de la comunidad inversora. Insiste que es crucial para probar que Winston Churchill se equivocó cuando dijo que "EE UU hará lo correcto tras haber intentado todo los demás".

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