El plan Visión 2030 hace aguas

Pánico en Arabia: Bin Salman condena a las empresas españolas con sus recortes

El príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohammed Bin Salman Bin Abdulaziz Al-Saud
El príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohammed Bin Salman Bin Abdulaziz Al-Saud
EUROPA PRESS - Archivo

El Coronavirus es una prueba de fuego para los sistemas políticos. Los Estados tratan de dar una respuesta acertada ante un desafío que, día a día, está demostrando que puede acabar con los sueños de cualquier líder.

Algo así está ocurriendo en la Arabia de Mohammed bin Salman, el príncipe heredero saudí. La otrora promesa democrática de Occidente, ha reformado por completo el proyecto de país que diseño hace apenas unos años. El ambicioso plan Visión 2030 que buscaba modernizar y reconvertir tanto la economía como la sociedad saudí está haciendo aguas debido a la confluencia de factores sociales y económicos.

Hace apenas dos días, el gobierno de Ryad anunció la eliminación de todas las ayudas y subsidios de los que gozan sus nacionales. A la par, multiplicaba por tres los impuestos sobre el valor añadido de gran parte de los productos de una sociedad educada en el lujo. No les faltan razones presupuestarias. La caja no es la de hace unos meses. En el primer trimestre del año, Arabia Saudí alcanzó un déficit presupuestario de 9.000 millones de dólares, algo inédito en un Estado que, como principal castigo, tiene el oro negro brotando por sus esquinas.

La combinación de varios vectores estratégicos, como la recesión provocada por la caída de la demanda, la guerra de precios en el mercado del petróleo y la crisis del coronavirus, han dado como resultado una espectacular caída en los ingresos del reino saudí. Ryad no es ajena a la realidad viral. A menores ingresos no cabe otra opción que los temidos recortes que van a afectar a los proyectos más emblemáticos y faraónicos del príncipe heredero.

El frente petrolero, la principal fuente de ingresos del país, ha proporcionado desde enero un 25% menos de ingresos que en la misma etapa del año anterior. Las consecuencias de la dependencia del mineral se han contagiado al Banco Central saudí, que ha perdido una parte considerable de sus reservas de divisas, alcanzando su nivel más bajo desde 2011. El gigante energético del país, Aramco, también ha sufrido el mismo porcentaje de caída en sus ingresos netos durante el mismo periodo de tiempo. Menos ingresos se traducen en menos gastos sociales y esto, en un país que destina miles de millones de dólares a partidas para megaproyectos de construcción y de reforma económica suponen un claro revés para la inversión extranjera.

En 2017, al hilo de los gigaproyectos saudíes grandes empresas españolas se lanzaron a competir en un mercado que anunciaba, día tras día, grandes licitaciones dirigidas a la construcción de infraestructuras en gran parte del país. Yeda, La Meca, Ryad eran el objetivo principal de la acción comercial española que ofrecía precios asequibles para un presupuesto millonario, cercano a los 27.000 millones de dólares anuales. Energía, carreteras, infraestructuras ferroviaras y sobre todo agua, han sido los sectores en los que empresas como Abengoa, Acciona, ACS, Sacyr, Técnicas Reunidas o Typsa junto a compañías francesas, italianas, americanas o chinas se han peleado para obtener el mejor trozo de pastel.

Fruto de estos esfuerzos han sido las concesiones de la segunda desaladora de ósmosis más grande de Arabia Saudí para Abengoa, los 2.676 millones de euros concedidos a Técnicas Reunidas para la construcción de parte de la nueva planta de gas de Tanajib, los 1.300 millones de Hochtief en el aeropuerto de Ryad o el consabido AVE La Meca -Medina, todos ellos claros ejemplos de la importancia de la presencia española en el reino saudí. Miles de millones y trabajo que ahora pueden verse afectados por los recortes anunciados por el ministro de economía del reino.

No es la primera vez que Arabia Saudí introduce medidas de control del gasto y austeridad en su economía. En 2015, la comparada con ahora, pequeña crisis de los precios del petróleo, llevó a los mismos recortes y en los mismos sectores en un país que afronta una situación de riesgo social de importancia. Las consecuencias para las empresas extranjeras fueron idénticas a las que ahora se esperan: recortes, cancelación de contratos y reinversión en empresas íntegramente locales. Hubo que esperar dos años para que, gracias a nuevos programas de financiación y desarrollo, la carrera por el maná saudí se abriera al mundo.

Junto al económico, la estabilidad política es otro de los problemas que pesan sobre bin Salman. La prosperidad y la economía de la opulencia es un contrato no escrito firmado entre la monarquía Saud y su pueblo que se remonta al rey Abdulaziz, el fundador del país. Es como funcionan las sociedades tribales: lealtad a cambio de beneficios.

El príncipe bin Salman está poniendo en cuestión esta realidad que podría crear inestabilidad en un país esencial en el mantenimiento del equilibrio en la zona. Sus promesas de modernización han chocado con un sistema jurídico que ha sido responsable de más de 800 ejecuciones desde 2015, año de la llegada el poder del joven príncipe, según recogen diversas Ongs.

A mediados de abril, Abdul Rahim Ahmad Mahmoud al-Hwaiti, un ciudadano saudí, se filmó asegurando que sería ejecutado por las fuerzas de seguridad del reino. Dicho y hecho. Apenas unos días después, la policía le abatió tras negarse a entrar en su casa. Es una muestra clara de la delgada línea que separa la represión de la inestabilidad en un país que no puede permitirse situaciones como estas.

Con todo, las empresas españolas tendrán que afrontar un difícil futuro en un Estado en el que los analistas coinciden en que la falta de criterios democráticos y una legitimidad política basada en la distribución a las grandes familias de los ingresos del petróleo, pueden ser los detonantes de situaciones de cambio político. Y es que, también en Arabia, las reformas promeridas y la austeridad suelen ser malas consejeras.

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