París reprime la moda de los grandes "botellones" en Francia

  • Un joven francés murió recientemente cuando cayó ebrio desde un puente durante una gran fiesta del alcohol convocada a través de internet. Montpellier, Nantes, Rennes y París son sólo algunas de las ciudades galas que en las últimas semanas han vivido encuentros masivos de miles de estudiantes pre celebrando el fin de curso, en algunos casos abusando del alcohol. Pero en la capital francesa no se han querido arriesgar a que sucedan nuevas desgracias y han prohibido el consumo de alcohol en el tradicional sitio de encuentro de los jóvenes bajo la Torre Eiffel.
Mildrade Cherfils | GlobalPost

(París, Francia). Era la mayor fiesta que nunca fue. Las barricadas y controles policiales daban la bienvenida a la que se suponía sería la mayor fiesta –etílica- de Francia, organizada a través de Facebook. Pero en los Campos de Marte, la gran explanada al pie de la torre Eiffel y el lugar de encuentro de los juerguistas, había un ambiente de calma. Las parejas se besuqueaban, las familias disfrutaban de un picnic y los músicos practicaban con sus tambores de bongó y guitarras.

La diferencia más notable comparada con cualquier otro domingo de sol era la ausencia de botellas de vino y abridores. En su lugar, zumos de frutas y refrescos. La calma ofrecía un contraste evidente con otras fiestas organizadas recientemente a través de Facebook.

A principios de mayo, una convocatoria en Montpellier atrajo a unas 11.000 personas. Y en otro encuentro, en Nantes, se reunieron más de 10.000 y un joven de 21 años murió después de caer ebrio de un puente.

Las autoridades de París no prohibieron el acontecimiento, pero advirtieron que la fiesta era una imprudencia. A medida que se acercaba la fecha, la policía creó su propia página de Facebook para enviar advertencias como: “Está prohibido consumir alcohol a toda ahora en los Campos de Marte, no puede haber una enorme fiesta la noche del domingo 23 de mayo”. Los anuncios en las salidas del metro cerca del lugar de la convocatoria reiteraban las advertencias.

Se levantaron barricadas y la policía controlaba el acceso al césped, incluidas las calles aledañas. Revisaban los bolsos de la gente que entraba en busca de alcohol. “Después de todo, alguien murió”, afirma un policía. “Antes, les dejábamos hacer”, afirma mientras se encoge de hombros. Intenta encontrar las palabras para describir el contraste con otras épocas cuando la gente ignoraba los contenedores de esta conocida zona de picnic.

Si bien las tácticas disuasorias de la policía y las autoridades municipales funcionaron bastante bien, algunos como Pierre de Saintmarc y Carl de Cherisey decidieron probar suerte e intentaron introducir una botella de whisky “para ver qué pasaba”. La policía revisó los bolsos, olió el contenido, les condujo hasta un cubo de basura y les pidió que vaciaran el líquido en la arena.

“Fueron muy educados”, declara de Saintmarc, un estudiante de 20 años, que vive en la zona. Casi le dio pena por la policía. Había estado en Rennes hacía unas semanas, cuando se reunieron 4.000 personas para una fiesta. “Estaba a reventar. La policía no tenía medios [necesarios para controlar]”.

De Saintmarc destaca que su generación incluye a hijos de personas que participaron en las violentas protestas de mayo de 1968, que enfrentaron a los estudiantes con las autoridades universitarias, y después con la policía. Piensa que “ahora existe un falso sentido de libertad. Porque al mismo tiempo, estamos igual de atrapados”. Un poco más optimista, de Cherisey, de 21 años. Dice que esperaba que viniera una gran cantidad de personas, pero casi nadie había llegado a la hora estipulada.

En Francia ya se han realizado más de una veintena de fiestas de este tipo y hay varias más previstas para celebrar el final de curso. Las autoridades de París dicen que ellos podrían organizar un evento de este tipo, pero teniendo en cuenta todas las medidas de seguridad que un encuentro espontáneo no permite.

Pero para algunos, esa es precisamente la gracia, hacerlo sin preparación. Françoise Sicard no daba crédito a la interacción entre la policía y los dos jóvenes a quienes se les pidió deshacerse del alcohol. “Uno pensaría que estábamos en la época de la ley seca de EEUU”, afirma la mujer, de 57 años. Los jóvenes viven “hoy una juventud completamente diferente de la nuestra. No por tener más medios a su disposición, son más felices”, afirma. “Detrás de ello, existe un verdadero sufrimiento y no les dejamos expresarse”.

Sicard cree que los sociólogos deberían estudiar el fenómeno de las fiestas masivas, y no el hecho que las autoridades intenten reprimirlo. A medida que se acercaba la puesta del sol, un recorrido por los jardines no dejaba ver nada fuera de lo común. La policía patrullaba de a tres y un grupo incluso se hizo fotos con un turista. En otra zona, unas hojas de papel y unos rotuladores estaban desparramados por el suelo. Uno ponía Facebook con un signo de interrogación.

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