Cambios de estrategia en el ejército

Misiles, bombas termobáricas... Rusia renueva su fuerza militar ante la OTAN

Putin se ha embarcado en varias guerras desde el año 2008, cuando invadió Georgia, que le han servido para recomponer su ejército, desarrollar nuevas estrategias y hacerse temer por la OTAN, su gran enemigo.

Lanzamiento del misil hipersónico Tsirkon desde una fragata de la Marina de Rusia
Lanzamiento del misil hipersónico Tsirkon desde una fragata de la Marina de Rusia
MINISTERIO DE DEFENSA DE RUSIA

La bomba termobárica es una arma con dos tipos de carga explosiva: tras el impacto sobre el objetivo, la primera carga expande una nube de líquido explosivo o gas, y la segunda carga lo detona. Se pueden lanzar desde aviones o con lanzacohetes móviles. Se emplea para destrozar cuevas, búnkeres, túneles o edificios por dentro. La onda expansiva puede alcanzar los 2.500 grados y al mismo tiempo genera un vacío que pulveriza todo lo que entra en su radio de acción.

Están consideradas como una de las tecnologías más avanzadas en una guerra, y al mismo tiempo han suscitado muchas críticas por su poder devastador. Pocos países tienen esta clase de armas. Estados Unidos probó en 2002 una bomba termobárica de 9.800 kilos a la que llamó “la madre de todas las bombas”. Cuatro años después Rusia creó su versión a la que llamó “el padre de todas las bombas”. Estados Unidos las empleó en Afganistán, y Rusia utilizó armas termobáricas en los conflictos de Chechenia y Siria, y se la acusa de haberla empleado en Ucrania, aunque no hay pruebas. Pero el solo hecho de que sepan que la tiene es para Rusia una demostración de que ha logrado recuperar parte del terreno militar que había perdido con la caída de la vieja URSS. Ahora piensa que está a la altura de la OTAN.

No era así cuando Putin llegó a la presidencia de Rusia en 2000. La maquinaria bélica soviética se había casi desvanecido. Ya en 1988, antes de que cayera la URSS, el presidente Gorbachov intentó que la economía de Rusia no se basara tanto en la industria militar como la civil. Aprobó un plan para recortar las fuerzas armadas en medio millón de hombres, retiró al ejército ruso de Afganistán y llegó a promulgar una nueva era porque “el uso de la fuerza... se ha vuelto históricamente obsoleto”.

A partir de entonces, las fuerzas armadas rusas sufrieron un profundo desmantelamiento. Solo los misiles estratégicos obtuvieron suficientes fondos para seguir dando miedo. El fin del Pacto de Varsovia, la alianza de países del Este diseñada para contrarrestar a la OTAN, dejó a Rusia más desnuda ante EEUU y sus aliados occidentales. Peor aún: la OTAN continuó expandiéndose, y empezó a abarcar a los antiguos amigos de Rusia: Polonia, República Checa, Rumanía… Ante esta expansión de la OTAN, Boris Yeltsin, presidente de Rusia, llegó a decir en 1998 que era un “grave error” con “graves consecuencias”.

La llegada de un ex agente del KGB a Kremlin cambiaría todo eso. Vladímir Putin encargó a sus ministros de Defensa que fueran poniendo las bases de un cambio en las fuerzas armadas. El trabajo preliminar lo hizo el ministro de Defensa Sergei Ivanov (desde 2001 a 2007): recortó el número de reclutas, redujo los rangos superiores y aumentó la presencia de soldados profesionales. Anatoly Serdyukov reemplazó a Ivanov como ministro de este departamento en febrero de 2007. Y fue a partir de 2008 cuando se dio el gran giro. Fue en ese año cuando Rusia invadió la república de Georgia, en el Cáucaso, furiosa porque los gobernantes de esta república habían expresado su deseo de adherirse a la OTAN y a la UE. Putin no estaba dispuesto a aceptarlo. Pero, para sorpresa de muchos, la lentitud y la eficacia de las tropas rusas en Georgia fueron bastante deficientes.

Para sorpresa de muchos, Rusia solo cuenta con un portaaviones en activo

“El conflicto con Georgia había demostrado que Rusia todavía carecía de la capacidad para desplegar rápidamente suficientes unidades listas para el combate, incluso para una guerra pequeña”, dice un informe de septiembre de 2020 de los analistas del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS, por sus siglas en inglés). Eso hizo reflexionar a Putin y puso en marcha una gran reforma del ejército ruso llamada 'New Look' o Nueva Imagen. “Los rusos se embarcaron en una campaña de modernización de la defensa que duró una década, impulsada por un aumento masivo del gasto militar de alrededor de 700.000 millones de dólares”, afirma Alexey D. Muraviev, profesor asociado de Seguridad Nacional y Estudios Estratégicos, de la Universidad de Curtin (Australia).

En un artículo para 'The Conversation', Muraviev concluye que “(La campaña de Ucrania) es la primera oportunidad que el mundo ha tenido de ver toda la fuerza de la nueva maquinaria militar de Rusia: una fuerza de combate profesional y modernizada que ha sido completamente renovada desde la guerra de Rusia con Georgia en 2008”. ¿Qué es lo que ha hecho Putin en estos años? Embarcarse en varias guerras que le han servido para recomponer su ejército, y poner en marcha nuevas tácticas. En lo que refiere a las fuerzas terrestres ha habido grandes transformaciones. “Quizás el mayor cambio de las fuerzas terrestres ha sido en términos de organización y personal”, dice el informe de IISS. 

Como parte de la Nueva Imagen, “las autoridades planearon formaciones móviles autosuficientes del tipo que se pensaba que sería necesario en la periferia de Rusia. Los Grupos Tácticos de Batallón (BTG, por sus siglas en inglés), eran una idea que databa de la década de 1990”. “Se introdujeron en 2012 para generar un poder de combate efectivo a partir de brigadas, al concentrar al personal en una agrupación del tamaño de un batallón. Los BTG generalmente comprenden un batallón de tanques o infantería reforzado con armadura o infantería y con artillería, defensa aérea, guerra electrónica y otros activos de apoyo al combate”, dice el IISS. Suelen constar de unas 3.000 personas, pero en Ucrania, debido a la resistencia de los ucranianos, los rusos están volviendo a pensar si es mejor movilizar grupos más grandes como divisiones: 10.000 efectivos.

“La preparación de las tropas también ha mejorado mucho gracias al aumento del número de ejercicios militares y de las maniobras a gran escala, en las que ha quedado patente en multitud de ocasiones que el pensamiento militar ruso es de naturaleza ofensiva, y orientada a la expansión, no a la defensa”, afirma Alberto Guerrero en su estudio para Global Strategy, una publicación digital de divulgación científica sobre estudios estratégicos, historia militar, política de Defensa y políticas de Seguridad.

En cuanto a los carros de combate, los rusos aprendieron mucho de la guerra de Georgia. "En Georgia, los viejos tanques y otros vehículos blindados de Rusia entraron en las principales áreas urbanas y se vieron obligados a participar en batallas callejeras prolongadas. Hubo otros fallos logísticos en las carreteras del conflicto, con muchos vehículos averiados o con accidentes de tránsito”, afirma Muraviev. Las cosas han cambiado. La flota de carros de combate se ha modernizado. Como el T-72, con el T-72B3/B3M modernizado y, en menor grado, los BVM T-90M y T-80, dice el informe del IISS. Y por supuesto, el temido TOS-1A, un lanzacohetes montado en el chasis del T-72 que puede usarse como lanzadera de ojivas termobáricas. Rusia cuenta hoy con más de 12.000 carros de combate, el doble que EEUU.

El Kremlin también ha logrado progresar mucho con las unidades de artillería de misiles y cohetes. “El 9K720 Iskander-M de 500 kilómetros de alcance ha reemplazado al Tochka-U de 120 km de alcance”, dice el informe de IISS. El Iskander puede utilizar misiles balísticos y de crucero. “El sistema de lanzacohetes múltiple BM-30 Smerch existente se ha modernizado con la introducción del sistema Tornado-S y el sistema BM-21 Grad de menor alcance se ha actualizado con el sistema Tornado-G. Las fuerzas terrestres también tienen potencia en la defensa aérea móvil en capas, con sistemas capaces de atacar a diferentes altitudes y distancias. También hay puntos fuertes en las capacidades de guerra electrónica, con nuevos sistemas introducidos en los últimos años”, dice el IISS.

En la parte naval, la anexión de Crimea mejoró mucho la posición marítima de Rusia en el Mar Negro. La Flota del Mar Negro también se ha beneficiado de una considerable inversión y ahora está mucho mejor posicionada, particularmente para los bloqueos y para negar el acceso marítimo a Ucrania. A diferencia de 2008, donde poco pudieron hacer los rusos para evitar que Estados Unidos atracara un buque de guerra en un puerto del Mar Negro, “ahora, los grupos de batalla navales rusos en el Mediterráneo oriental están disuadiendo efectivamente a las flotas estadounidenses y de la OTAN de presionar a los rusos sobre el terreno en Ucrania”.

Rusia tiene almacenadas 6.000 cabezas nucleares, casi la mitad de las que hay en el mundo

Además, Rusia cuenta con 58 submarinos de los cuales 27 están movidos por energía nuclear. Buena parte de estos submarinos cargan misiles balísticos. Para sorpresa de muchos, Rusia solo cuenta con un portaaviones en activo. Estados Unidos tiene once. Y los países de la OTAN diecisiete. Algunas armas rusas en supuesto desarrollo parecen salidas de novelas de ciencia ficción como el torpedo Poseidón. Movido por energía nuclear, puede recorrer todas las distancias submarinas sin agotar su combustible, viajar a mil metros de profundidad e impactar en la costa o en un objetivo flotante como portaviones. Hasta ahora solo se han filtrado pocas informaciones sobre su desarrollo.

La fuerza aérea ha reemplazado la mayor parte de sus aviones de combate en la última década. “Los primeros modelos de aviones Sukhoi Su-27 Flanker y MiG MiG-29 Fulcrum han sido sustituidos con cazas de ataque terrestre de combate de múltiples funciones como el Su-35S Flanker M, Su-30SM Flanker H y Su-34 Fullback”, dice el informe de IISS. Se han introducido helicópteros de ataque Mi-28N Havoc y Ka-52 Hokum, aunque estos proyectos son de cierta antigüedad. El Mi-26 Halo sigue siendo el pilar del transporte pesado: es el helicóptero de un solo rotor más grande del mundo.

Lo más temible sin duda es su potencial en misiles. Rusia están tratando de actualizar su inventario de misiles aire-aire (AAM), con misiles mejorados de corto, mediano y largo alcance que entraron en servicio a mediados de la década de 2010. Según IISS, durante la campaña siria, la fuerza aérea empleó dos tipos de misiles de crucero de ataque terrestre de largo alcance por primera vez. El Raduga Kh-555, una modificación armada convencionalmente del misil con armas nucleares Kh-55, y el Raduga Kh-101, que fueron lanzados desde aviones bombarderos Tupolev. Pueden alcanzar objetivos situados a 3.000 kilómetros.

Rusia tiene almacenadas 6.000 cabezas nucleares, casi la mitad de las que hay en el mundo. El arma más moderna y letal es el RS-28 Sarmat, un misil balístico intercontinental con 15 ojivas nucleares con un rango de acción de 15.000 kilómetros. Es el sustituto del temido SS-18 Satán. En los años sesenta Rusia detonó la Bomba del Zar (Tsar Bomb), una bomba termonuclear de 50 megatones que suponía muchas veces más que las bombas de Hiroshima y Nagasaki. La Bomba del Zar es la arma más destructiva de la historia, pero desde entonces nunca se ha ensayado más.

En resumen, las guerras en las que se ha metido Rusia desde la llegada de Putin al Poder (Chechenia, Georgia, Siria, y Ucrania) le han servido para probar nuevas tácticas, poner en marcha nuevas armas, y hacerse temer por la OTAN, su adversario militar. Ahora Ucrania está siendo el escaparate mundial de ese poderío militar. Con sus 4.100 aviones, sus 1,3 millones de soldados, sus 605 barcos de guerra, sus 12.400 carros de combate, sus más de 30.000 blindados, sus inmensos recursos naturales, su autonomía energética y su presupuesto militar de 154.000 millones de dólares, hoy Rusia es la segunda mayor potencia militar del mundo según la clasificación de GlobalFirePower, que tiene en cuenta 50 factores con categorías que van “desde el poderío militar y las finanzas hasta la capacidad logística y la geografía”. Ese país ha desatado una guerra en pleno continente europeo, cuyo fin nadie es capaz de adivinar.

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