Piden que Japón no regrese a la cacería de ballenas

  • El Gobierno nipón ha suspendido temporalmente la caza de ballenas en la Antártida debido a la presión de las organizaciones ecologistas. Algunos activistas creen que la decisión de Japón podría ser también una respuesta a las peticiones de Australia de poner fin a sus expediciones. Los defensores del medio ambiente, celebrando la decisión, piden que sea definitiva y que los 'barcos caza ballenas' japoneses no salgan del puerto nunca más.
Japón suspende la caza de ballenas
Japón suspende la caza de ballenas
lainformacion.com
Justin McCurry, Tokio (Japón) | GlobalPost

Tras más de un lustro persiguiendo a los balleneros a lo largo de las peligrosas aguas antárticas, los activistas medioambientales han tenido recientemente un motivo de celebración.

Ante la insistencia de los ambientalistas, Japón dio por terminada la temporada de caza de ballenas un mes antes de lo previsto.

Dos días después de terminar su actividad ballenera, y aludiendo al hostigamiento del grupo de conservación marina Sea Shepherd, el gobierno japonés ordenó el 18 de febrero el regreso a cada de su flota, que vuelve con el menor nivel de capturas de su historia.

Aunque insiste en que la decisión ha sido adoptada por razones exclusivamente de seguridad, se especula que este podría ser el último año en el que Japón se aventura a viajar al sur para desarrollar las "investigaciones letales" (estudiar la población de ballenas para su caza sostenible con fines comerciales).

La Comisión Ballenera Internacional prohibió la caza comercial en 1986, pero durante los últimos 23 años Japón ha aprovechado una cláusula que permite matar a cierta cantidad de ejemplares cada año con fines científicos.

La carne de ballena (un manjar que se sirve crudo, frito o estofado) se vende en el mercado nacional nipón, pero su escasa demanda podría significar el fin de una industria fuertemente subvencionada.

El programa ballenero le cuesta a Japón 60 millones de dólares al año, y un 85 por ciento de ese dinero viene de la venta de la carne procedente de la caza en expediciones científicas.

Según explicó en rueda de prensa el ministro de Agricultura japonés, Michihiko Kano, "se ha vuelto difícil mantener la seguridad de la flota. No tenemos más remedio que acortar nuestra investigación. Es lamentable que tengan lugar obstrucciones de ese tipo".

Kano no aclaró si la caza se reanudará la próxima temporada, tan solo dijo que el ministerio "examinará" el asunto antes de tomar una decisión.

El fundador de Sea Shepherd, Paul Watson, ha calificado la retirada de la flota de cuatro barcos y 180 tripulantes como un "día muy feliz para la gente en todo el mundo que ama las ballenas y los océanos".

La decisión de Japón, según él, es la culminación de una agresiva campaña internacional que comenzó hace siete años.

Sea Shepherd asegura que este invierno ha perseguido al barco Nisshin Maru a lo largo de más 3.200 kilómetros, y que desde el 9 de febrero ha impedido a la flota matar a más cetáceos.

La organización calcula que la flota tan solo ha logrado capturar este año entre 30 y 100 ballenas Minke, aunque las autoridades niponas aseguran que han sido 170. Aún así, es una quinta parte de la cuota de 945 ejemplares prevista para este año.

El ministro no pudo decir cuándo regresará a tierra la flota. Los balleneros salieron de Japón el 2 de diciembre, y llegaron a la zona de capturas a finales del año pasado. Se suponía que se iban a quedar allí hasta mediados de marzo, para regresar a casa en abril.

Sea Shepherd se ha visto implicada en varias escaramuzas con balleneros en el Océano Antártico en los últimos años. Sus tácticas incluyen atacar las cubiertas de los barcos con ácido corrosivo o distrayendo a la tripulación con rayos infrarrojos y bengalas.

El gobierno japonés la considera una organización terrorista y ha demostrado su disposición a llevar a sus miembros ante los tribunales.

El verano pasado, Peter Bethune, un activista neozelandés de Sea Shepherd, recibió una sentencia de prisión condicional de dos años por subirse a bordo de un ballenero como protesta por el hundimiento de una lancha fueraborda.

Pero quizás detrás de la sorprendente decisión de Japón haya algo más que una mera preocupación por la seguridad de los barcos: estas cacerías han erosionado las relaciones bilaterales con Australia, un importante socio comercial con el que Tokio espera cerrar un nuevo acuerdo de libre comercio.

El año pasado Australia presentó una queja contra Japón en el Tribunal Penal Internacional de La Haya con el objetivo de poner fin definitivamente a sus expediciones antárticas. Se espera una sentencia, como muy pronto, para el 2013.

 "Estoy contento de que la temporada se haya terminado. Australia cree que no debería de haber ya ninguna otra temporada ballenera más", aseguró el viernes en un comunicado el ministro de Medio Ambiente australiano, Tony Burke.

Pese a las promociones especiales y a los programas que sirven ballena en los comedores escolares, los japoneses comen al año tan solo el equivalente a unas cuatro rodajas de ballena.

Mientras Sea Shepherd está inmerso en la guerra con los balleneros en alta mar, Greenpeace intenta influir en la opinión pública denunciando la violencia y el despilfarro de esa industria.

En septiembre pasado los miembros de Greenpeace en Japón, Junichi Sato y Toru Suzuki, fueron condenados a un año de prisión tras interceptar un paquete con carne de ballena que según ellos había sido robado por tripulantes de un barco con el fin de venderlo en el mercado negro.

Sato, ahora director ejecutivo de la organización ecologista, asegura que al anuncio de la semana pasada debe seguir el fin permanente de la caza de ballenas.

 "El anuncio histórico confirma lo que todos sabemos: que el programa ballenero de Japón no tiene ningún propósito".

"Lo único que ha producido el programa ballenero es una acumulación de miles de toneladas de carne de ballena congelada, el despilfarro de miles de millones de yenes de los contribuyentes japoneses y una cultura de corrupción y escándalo."

"El regreso anticipado de la flota no es suficiente. Los barcos caza ballenas de Japón no deberían volver a salir de puerto jamás", asegura el directivo de Greenpeace.

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