¿Por qué ha perdido Obama?

  • Las elecciones legislativas en EEUU arrojan resultados contradictorios: Obama ha perdido, pero tiene todavía motivos para sonreír. Y no sólo porque vaya a conservar el control del Senado, sino porque el Tea Party no sólo se le ha atragantado a él: también puede acabar atragantándose al Partido Republicano.
Borja Ventura

Obama ha perdido, pero no del todo. Aunque los demócratas han sufrido un enorme reajuste de escaños tanto en el Congreso (donde pierde 60 de los 435 asientos que forman la cámara) como en el Senado (donde pierde 6 de los 100 asientos que hay), la sombra del fenómeno Tea Party es tan alargada que no sólo amenaza con eclipsar al presidente, sino también al propio Partido Republicano.

Si hay un factor clave para explicar lo sucedido en estas elecciones, pensadas para redistribuir los pesos políticos a mitad de cada legislatura, es el Tea Party. La irrupción de este movimiento en el seno del republicanismo ha cambiado completamente el mapa electoral en base a ideas conservadurismo moral y liberalismo económico en respuesta a las políticas de Obama.

Lo sucedido en esta noche electoral se puede desgranar en diez ideas:

Vencedores y vencidos. Gana el Tea Party, todo él, aunque haya sufrido algunas derrotas con las que no contaba. En apenas unos meses, este movimiento manejado en la sombra por Karl Rove, ideólogo de los Bush, y los Cheeney en boca de la hija del ex vicepresidente, han conseguido contrarrestar el efecto Obama. Del 'Yes we can' al 'Here we come'. Lo que el presidente construyó a base de discursos emocionales, el ala dura del conservadurismo norteamericano lo ha conseguido con millones de dólares y un mensaje popular. Al otro lado el derrotado, el Gobierno de Obama y él en particular. Pero cuidado porque Reagan y Clinton pasaron por batacazos similares antes de renovar su mandato. En medio, los republicanos de toda la vida, que han visto a figuras tan emblemáticas como Charlie Crist desplazadas por la irrupción de un Tea Party que amenaza con devorarlos.

Intercambio de golpes. Obama ha besado la lona tras el combate, pero ha conseguido salvar algunos muebles. Las elecciones legislativas han cumplido el objetivo con el que fueron creadas: han equilibrado el poder del presidente, dándole el Congreso a los republicanos y manteniendo el Senado en manos de los demócratas. En los Estados se nota el voto de castigo a los demócratas, que pierden posiciones por la irrupción de los Gobernadores conservadores. Pero no todo es malo para el inquilino de la Casa Blanca: símbolos del Tea Party como Christine O'Donell o Carl Paladino han perdido frente a los demócratas, que también ha recuperado en el fragor de la batalla un Estado tan importante como California, aunque por el camino haya perdido diez Estados más.

Datos significativos. Además de los grandes datos, hay otras lecturas paralelas de las elecciones: el Senado no tendrá representantes negros, el Tea Party encumbra a dos latinos como estiletes del movimiento -Marco Rubio como representante para el Senado y Susana Martínez como Gobernadora en Nuevo México-, California ha dicho 'no' a la legalización de la marihuana y, además, tras estas elecciones se despide Arnold Schwarzenegger, uno de los Gobernadores más populares de los últimos años.

La economía no termina de despegar. La semilla que originó la irrupción del Tea Party ha sido la crisis. Dos años después de la llegada de Obama, con el colapso financiero en plena gestación, sus políticas no han terminado de dar los resultados esperados. La percepción de los ciudadanos de que la economía estadounidense sigue encallada mientras otros, como China o Brasil, ven crecer sus arcas ha dado alas a los críticos.

Populismo en tiempos de crisis. El Tea Party ha hecho cundir la idea de que sus propuestas son la esencia del americanismo: menos país, más libertad y una moral férrea. Si Obama consiguió conquistar los corazones del electorado en un momento de profunda decepción con la imagen de su país por las políticas de Bush, el Tea Party ha conquistado las mentes del conservadurismo latente en EEUU. Ideas simples y arengas nacionalistas que han hecho mella en las mentes de los descontentos con Obama, esa clase media trabajadora que no comparte el giro político emprendido desde Washington.

Movimiento con pies de billetes. Pese a lo que sus miembros han vendido, el Tea Party no es un movimiento ciudadano surgido de la nada. Es una ola financiada con donaciones millonarias, ideada por uno de los 'rasputines' más conocidos de los pasillos de la Casa Blanca. Karl Rove, el eterno ideólogo republicano, ha moldeado un movimiento aprovechando el carisma de personajes como Sarah Palin y lo ha introducido en cada uno de los hogares estadounidenses gracias a los mensajes de la Cadena Fox. El tour emprendido en la campaña electoral da una imagen del poderío económico y los medios con los que cuenta el movimiento.

El factor del miedo. Obama ha sido identificado como un 'socialista', en ocasiones como un 'comunista', por emprender políticas alejadas del liberalismo. La intervención del Tesoro para rescatar a la banca, la creación de un plan sanitario o el plan de fomento de las inversiones son medidas que han rechinado al imaginario conservador estadounidense, un poder que los ideólogos del Tea Party han sabido canalizar y difundir.

Un pasado mal planteado. Otra clave para explicar la desilusión de los votantes demócratas ha sido la forma en la que la ciudadanía ha percibido reformas históricas. Apuestas electorales conseguidas tan revolucionarias como la reforma sanitaria, la salida de Irak, la mejoría de las relaciones internacionales o el principio de la recuperación económica se han visto ensombrecidas por una deficiente política de comunicación. Tanto es así que hace unas semanas Obama decidió volver a la fórmula que tanto éxito le dio en su camino hacia la Casa Blanca.

Un presente complicado. Dejando de lado la dimensión de la derrota demócrata en sus números, el escenario que deja es el 'normal' tras unas legislativas: una cámara para cada partido para que el presidente se vea obligado a negociar para aprobar sus leyes. La clave estará en si esa división de poderes permitirá alcanzar consensos o si la oposición republicana bloqueará las iniciativas demócratas, impidiendo a Obama gobernar en un momento clave para la recuperación de la crisis.

Un futuro incierto. No sólo de la goberabilidad dependerá lo que pase en estos dos años -con la reforma migratoria y el plan de inversiones públicas en el limbo. De cara a las próximas elecciones también será fundamental cómo consiga el Partido Republicano digerir al Tea Party, especialmente en un futuro proceso de primarias para elegir candidato. La polarización interna de la oposición puede ser la mejor baza de un Obama al que sólo le queda centrarse en la reelección en 2012.

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