Rusia militariza la frontera

El precio del gas y un 'guiño' a Biden: lo que mueve el envío de buques a Ucrania

Rusia espera que el presidente de EEUU cumpla con sus exigencias y ceda a la pretensión de anexionar el territorio soviético a la OTAN mientras que los aliados muestran su apoyo y Alemania depende del gas ruso.

Margarita Robles
El precio del gas y un 'guiño' a Biden: lo que mueve el envío de buques a Ucrania.
Europa Press

La tensión entre Rusia y Ucrania asciende un peldaño más en la frontera entre ambos países tras el anuncio de Putin de la realización de "maniobras" militares a finales de enero. Una amenaza que supone la 'gota que colma el vaso' en la región, que lleva justo un año viendo la llegada de trenes cargados de artillería, blindados, misiles, camiones a las zonas limítrofes, que ya cuentan con alrededor de 127.000 soldados rusos. La situación es crítica, tal y como ha hecho saber el secretario estadounidense, Antony Blinken, quién enfatiza que una invasión supondrá una reacción "rápida, contundente y unida". La OTAN se ha movilizado y España no ha tardado en reafirmar su compromiso con los intereses del bloque occidental. Intereses que pasan también por el suministro de gas.

El envío del Buque de Acción Marítima, 'Meteoro', y la fragata de guerra 'Blas de Lezo' responde a la intención de Defensa de demostrar que está a la altura de ser un aliado serio de EEUU. La pronta respuesta de la ministra de Defensa, Margarita Robles, pretende ser un 'guiño' a Biden e intenta fortalecer aún más la afinidad del Gobierno con la OTAN. Como confirman expertos en conflictos internacionales, esta misión es de mayor calibre y marca un hito en el desencuentro ruso ya que está orquestada bajo el 'paraguas' estadounidense. Algo que, más allá de este episodio, viene de lejos: España cuenta con aviones de las Fuerzas Armadas en el Báltico, que ya han tenido roces con cazas rusos, según afirma un analista, y también mantiene el despliegue de más de 350 personas el Letonia.

La crisis actual es la punta de iceberg de un conflicto que lleva fraguándose décadas. En 2008, la OTAN y la UE invitaron a Ucrania y Georgia a adherirse a la alianza occidental. El legado de ese encuentro entre Putin y varios mandatarios europeos en Bucarest dejó un muy mal sabor de boca a la potencia soviética, que vio peligrar un territorio estratégico donde se podrían desplegar fuerzas de la OTAN  a tan solo 500km de Moscú. Desde entonces, se abrió la veda al problema de pertenencia ucraniano, cuyo pueblo se fue dividiendo entre prorusos y proeuropeos. La riña entre tendencias finalizó en las elecciones de 2014, tras un movimiento popular que colocó las bases hacia la europeización. Sin embargo, la reacción contraria inició la guerra del Donbas en el Este de Ucrania con la insurrección prorusa. Ahora, además del conflicto la región de Crimea, las tropas rusas envuelven todo el país. 

Rusia nunca ha cedido a la petición de Ucrania de entrar en la OTAN, a pesar de que la alianza atlántica la alentara. Tras meses de insinuaciones militares y con la militarización de la frontera, el conflicto está llegando a un punto sin precedentes. Frente a una posible ocupación del territorio, el aprovisionamiento de gas de algunos países miembros estaría en jaque.  Alemania, por ejemplo, depende un 60% del flujo ruso a través del Nord Stream. Pero no es el caso de España. El principal proveedor español de gas es Argelia, y el resto lo adquiere de metaneros. Sin embargo, el precio del gas en el mercado sí afectaría a la economía española.

Si Rusia llega a cortar el suministro a la Unión Europea podría elevar aún más los porcentajes de inflación en España debido a la configuración de precios en el mercado. El sistema de fijación de los precios genera que el gas sea clave a la hora de establecer referencias de precios energéticos, ya que es la tecnología más cara. Una posible escalada de su precio repercutiría directamente sobre el precio de la electricidad. Un escenario que no beneficiaría nada al Gobierno de Pedro Sánchez, teniendo en cuenta que se encuentra inmerso en una crisis energética que ha obligado a retrasar sus previsiones y que afecta directamente a la tensión al alza del IPC.

Mientras las tropas rusas acaban de desplegarse, el Gobierno de Putin ha dado una semana a la OTAN para que ceda a sus pretensiones de anexionarse Ucrania. Los rusos, como confirman expertos consultados, tienen mucho que perder y juegan con la carta del suministro del gas a Alemania. Un país que, además de ser dependiente, cuentan con que Rusia ha cumplido siempre sus acuerdos de suministro y que incluso puede abastecerles mucho más que lo pactado actualmente. Por su parte, el secretario estadounidense dejó claro en primavera que su país rechazaba el proyecto del Nord Stream por ser contrario a los "objetivos" de la UE y el interés Ucrania y Polonia. No parece que vaya a estallar un conflicto bélico, pero las líneas rojas están más marcadas que antes.  

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