Proyecto Medusa: el Pentágono crea pistas de aterrizaje hechas por bacterias

Kenley McAdams, de bioMASON, 'alimenta' a las bacterias para endurecer la superficie del prototipo de 230 metros cuadrados en Durham, Carolina del Norte. / Air Force
Kenley McAdams, de bioMASON, 'alimenta' a las bacterias para endurecer la superficie del prototipo de 230 metros cuadrados en Durham, Carolina del Norte. / Air Force
Kenley McAdams, de bioMASON, 'alimenta' a las bacterias para endurecer la superficie del prototipo de 230 metros cuadrados en Durham, Carolina del Norte. / Air Force
Kenley McAdams, de bioMASON, 'alimenta' a las bacterias para endurecer la superficie del prototipo de 230 metros cuadrados en Durham, Carolina del Norte. / Air Force

La Fuerza Aérea de Estados Unidos está decidida a preparar a conciencia cualquier necesidad que se le presente en futuros escenarios de conflicto, y para ello mantienen su vista puesta sobre posibles innovaciones de las que sacar provecho. En otros casos, toman las riendas y ponen la financiación y los equipos para desarrollar las mejoras que, los analistas del Pentágono, consideran claves para mantener la superioridad en el campo de batalla.

La última 'locura' presentada por la US Air Force es fruto del trabajo de un 'think thank' de investigación bautizado como 'Blue Horizons Program', que crea y desarrolla prototipos de nuevos conceptos estratégicos y capacidades. Se trata de un grupo multidisciplinar que permite abordar 'nudos gordianos' desde diferentes ángulos. En el mismo se integran desde ingenieros de desarrollo militar a especialistas en sistemas de combate pasando por oficiales de inteligencia. 

Así ha nació el "Proyecto Medusa", que perseguía el desarrollo de fórmulas para la creación de pistas de aterrizaje que permitan asegurar la continuidad de suministros y presencia de la Fuerza Aérea en lugares de difícil acceso o compleja orografía durante futuros conflictos militares. 

En un momento en el que el Pentágono está localizando sus potenciales amenazas lejos del territorio estadounidense, los responsables de la Fuerza Aérea son conscientes de la incapacidad de afrontar una amenaza solamente con su bien nutrida red de bases altamente preparadas

Las operaciones futuras pueden depender de la capacidad de despliegue rápido, algo para lo que no pueden depender de la concurrencia de circunstancias como la cercanía de países aliados. En esas circunstancias no puedes esperar a contar con pistas de aterrizaje, que pueden tardar en estar listas de dos a tres meses. Además, se precisa hormigón, maquinaria pesada y una importante cantidad de personal.

La solución la encontraron en la bioingeniería. El empleo de bacterias capaces de endurecerse hasta crear superficies similares al asfalto, con la única condición de alimentarlas y regarlas convenientemente. La primera prueba se realizó en laboratorio y poco después se pusieron en manos de bioMASON, una firma de Durham, que creó un prototipo de más de 230 metros cuadrados en la sede de la empresa. Y las bacterias hicieron lo que los investigadores esperaban de ellas. ¿El equipo necesario? Un simple sistema de riego agrícola y varios tanques de agua. En pocos días tenían una superficie sobre la que podrían aterrizar aeronaves.

Tras una primera inversión de medio millón de dólares del Pentágono, ahora el Laboratorio de Investigación de la Fuerza Aérea (AFRL), y la Agencia de Investigación Militar DARPA trabajan para lograr diferentes tipos de suelo y dar madurez al proyecto.

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