Stalin, Mao, Pol Pot… Las purgas comunistas más sonadas de la Historia

  • Comunistas matando a comunistas bajo la acusación de no haberse comportado como tales. Tal ha sido el signo de los regímenes comunistas a lo largo de la Historia.

    Las grandes purgas que comenzaron en Rusia encontraron su eco en todo el mundo, pero especialmente en China y en Camboya, donde adquirió las dimensiones de genocidio.

El tribunal de Camboya acusa a 4 ex dirigentes del Jemer Rojo de genocidio
El tribunal de Camboya acusa a 4 ex dirigentes del Jemer Rojo de genocidio

La historia del comunismo en el poder corre paralela a las purgas que ejercieron unos sobre otros para conservar el poder. Comunistas matando a comunistas bajo la acusación de no haberse comportado como tales. En algunos casos, los cargos eran puros desvaríos. Como muestra, un botón en nuestras fronteras: el comunista catalán Andreu Nin, líder del trotskista Partido Obrero de Unificación Marxista, el P.O.U.M, fue asesinado en España durante de la Guerra Civil a manos de agentes estalinistas bajo la acusación ¡de ser un agente fascista!

La Rusia estalinista de los años 30 deparó un destino similar a multitud de antiguos revolucionarios, militantes comunistas y altos miembros del ejército. Sólo en 1933 fueron expulsadas 400.000 personas del Partido Comunista de la Unión Soviética.

Estas masivas defenestraciones obedecían al intento de eliminar a aquellos elementos que entorpecían el tránsito del socialismo al comunismo prescrito en la doctrina marxista. Pero detrás de todo ello existía un motivo más real y menos confeso: apuntalar el poder omnímodo de Stalin sobre el nuevo estado.

Para ello, el dictador soviético no se arredró a la hora de firmar sentencias de muerte para antiguos compañeros en la lucha contra el zarismo. Se abrieron campos de concentración, los tristemente famosos gulags, donde miles de señalados como opositores políticos, languidecieron hasta morir exhaustos por los trabajos forzados.

Las grandes purgas de los años 30

El primer gran proceso para juzgar a ex miembros del Partido Comunista tuvo lugar en agosto de 1936. Los destacados políticos Grigori Zinóviev y Lev Kámenev, antiguos camaradas de Lenin, fueron acusados de planear el asesinato del dirigente bolchevique Serguéi Kírov, que precisamente se había destacado en sus últimos días por ejercer una oposición moderada contra el mismo Stalin.

Las constantes torturas practicadas a lo largo de diez meses en los calabozos, y que fueron confirmadas tras la disolución de la URSS en 1991, incluían golpes y amenazas a sus familias. A los detenidos se les impedía dormir y comer para debilitarlos física y psicológicamente. Exhaustos por las torturas, acababan firmando una confesión conforme a las exigencias de sus verdugos y dando aparencia legal a su posterior ejecución.

Un año después corrieron la misma suerte 17 cargos del partido de menor rango. De igual modo fueron procesados y ejecutados varios generales del Ejército Rojo, entre ellos Mijaíl Tujachevski, el gran modernizador del ejército ruso y cuyas teorías sobre la ‘Guerra Relámpago’ fueron adoptadas con sumo éxito por los alemanes en la Segunda Guerra Mundial.Ni la familia quedaba a salvo

En 1938 se juzgaron a otras 21 personas como enemigos “derechistas y trotskistas”. Sorprendentemente, entre los destacados dirigentes que al igual que sus predecesores terminaron ejecutados, se encontraba Génrij Yagoda, que había sido el encargado de detener a los “enemigos del pueblo” en la primera purga.

Todos ellos acabaron en el pelotón de fusilamiento o confinados en un ‘gulag’ tras haber firmado confesiones de sus delitos, confesiones que al caer la Unión Soviética se demostró haber sido forzadas mediante torturas y coacciones.

Se dio el caso que algunas de algunas de estas confesiones fueron aceptadas por los implicados bajo la garantía de que Stalin garantizaría la vida de sus familias. Una vez aceptado el pacto, que implicaba la muerte inmediata de firmante de la confesión, las familias de este corrían igual suerte. Como buen dictador, Stalin no respetaba ni sus propios compromisos.Ramón Mercader asesina a Trotsky

Los ‘trotskistas’ pudieron comprobar hasta qué punto Stalin perseveró en el empeño de no dejar enemigos políticos dentro ni fuera de Rusia. Su eterno rival, León Trotsky, murió asesinado por el golpe de piolet que le asestó un agente de Stalin, el español Ramón Mercader.

Las purgas de Stalin, que murió en 1955 tras consolidar un poder indiscutido en la URSS, encontraron su eco décadas después en la China de Mao. La conocida Revolución Cultural, que se extendió de 1966 a 1976, llevó a la muerte, la cárcel o el exilio a responsables del partido acusados de traicionar los ideales revolucionarios en favor “del camino capitalista”.Los 'Guardias Rojos'

Valiéndose del movimiento juvenil conocido como ‘Guardias Rojos’, ejecutó intelectuales y confinó a ‘campos de reeducación’ a profesores de todos los niveles educativo. Se causó un enorme daño al patrimonio histórico del país. Las turbas no respetaron los templos budistas, antiguos manuscritos e incluso parte de la Gran Muralla. El culto a la personalidad del mismo Mao alcanzó niveles cuasireligiosos.

De acuerdo a lo que comentó un testigo a la agencia de noticias AFP, "los asesinatos eran espantosos, peor que los de las bestias. Durante esta década catastrófica, Guangxi fue el marco de una crueldad y de un salvajismo indignante (…) Personas fueron decapitadas, golpeadas hasta la muerte, enterradas vivas, lapidadas, ahogadas, hervidas, masacradas en grupo, vaciadas de sus entrañas, detonadas con dinamita. Se utilizaron todos los métodos”.

Pero donde las purgas comunistas llegaron al paroxismo, alcanzando la categoría del genocidio fue en Camboya en la segunda mitad de los años 70. Durante el régimen maoísta de los Jemeres Rojos, entre un millón y medio y tres millones de personas fueron masacradas en un intento de purificar a la población. Delitos como conflictos vecinales, relaciones sexuales extramaritales, el robo de alimentos o peleas entre la familia eran castigados con la muerte.

Los funcionarios y los intelectuales fueron prácticamente exterminados, en muchos casos con sus familias. El 83% de los oficiales del Ejército corrieron la misma suerte, así como el 60% de los mandos policiales, la mitad de los diplomáticos y un tercio de los camboyanos con estudios primarios. Se calcula que la masacre afectó a más de un tercio de la población, que en 1975 era de siete millones y medio de personas.

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