Somos menos comunitarios que nunca

Réquiem por la Britannia europea: un Brexit ventajoso traerá más divorcios

  • Europa y España se juegan mucho en el tratamiento a dar a Londres. Si cunde el ejemplo, los británicos no serán los únicos en abandonar el club.
Réquiem por la Britannia europea. / EFE
Réquiem por la Britannia europea. / EFE

Llegó el día. Reino Unido, la nación, abandona la Unión Europea. Gran Bretaña, el país, quedará para siempre en el ser y sentimiento europeo. Y no hay más. Europa se despide de uno de sus socios más importantes y que más ha contribuido a lo que hoy en día conocemos como Unión Europea. Desde el inicio de su creación, Europa se ha peleado sin compasión entre los partidarios de la ampliación y los de la profundización. Hoy, con la salida del Reino Unido de la Unión Europea todos pierden, todos perdemos.

La ampliación suponía una carrera desesperada por crecer, incluso desmesuradamente. La Unión corría el riesgo de verse superada por el ‘core’ de los países fundadores (Francia, Alemania, Italia y el Benelux) frente a la incorporación de los periféricos como Reino Unido, Irlanda y Dinamarca (1977), Grecia (1981), España y Portugal (1986). Tras la incorporación de los vecinos del Sur, Europa se sumió en un ejercicio de contención política y expansiva. Era necesario digerir un continente que albergaba ya a doce países, cada uno con formas de entender la política, la economía y sobre todo el derecho de manera diferente.

Para hacerse una idea de esto es imprescindible comprender que, en gran parte, el éxito de la Unión Europea consistía en que un juez en el Alentejo portugués pudiera aplicar la misma justicia en materia de, por ejemplo, gallinas ponedoras en línea, que su homólogo danés en las profundas aguas de Bornholm.

Durante este tiempo el famoso acervo comunitario pasó a formar parte de nuestras vidas. Las directivas, los reglamentos, las cuestiones prejudiciales que aun llegan a nuestros días pasaron a formar ser parte de España y a la vez los españoles -y este es uno de los grandes logros de Felipe González- obtuvimos la ciudadanía europea, un concepto que trataba de superar la concepción nacional-provinciana cañí.

Réquiem por la Britannia europea. / EFE
Réquiem por la Britannia europea. / EFE

Alemania afrontaba con pies de plomo su ampliación. El auténtico motor y productor de derecho europeo no podía apoyar un panorama en el que además de absorber a dieciséis millones de habitantes tendría que seguir desviando fondos a los países del Este. Así que Europa trató de reforzarse con la incorporación de Suecia, Austria y Finlandia, la histórica UE12 pasó a ser la UE15 con tres países que permitían ampliar la población total y elevar un poco más la renta per cápita europea.

Profundización Vs ampliación. El eterno debate tuvo un punto de inflexión con la adhesión de los países del Este. Las mismas estructuras que antes se las veían para sostener la problemática de 15 países pasó a soportar 28 con sociedades, culturas, sistemas legislativos y políticos realmente dispares que hacen imposible, incluso a día de hoy, profundizar en la comunitarización de los sistemas nacionales.

El fracaso de la profundización es la auténtica causa del Brexit y del desencanto británico. Hoy en día, la ciudadanía europea ha pasado más a ser un deseo que una realidad. Pese a ser más de 500 millones somos menos europeos que nunca. Bruselas parece más lejana y este ha sido la causa por la que el Reino Unido ha decidido practicar la globalización en soledad.

Todo en el Brexit ha sido un despropósito. Desde las risas histéricas e histriónicas de los eurodiputados proBrexit de Farage, a las lágrimas de los parlamentarios británicos proeuropeos. Estos veían como sus libertades y derechos pasaban a limitarse a una pequeña isla, cuando antes disponían de todo un continente. Reduccionismo y provincianismo, dos características que combinadas hacen temblar la estructura de cualquier organización política y social.

Con todo, no nos queda más remedio que mirar hacia delante y pasar a tratar al Reino Unido como lo que es a partir de hoy: un vecino. Y esto es realmente importante. Europa y también España se juegan mucho en el tratamiento a dar a Londres. Un Brexit beneficioso solo jugará en contra de la Unión. Si cunde el ejemplo, si otros países donde el sentimiento euroescéptico o incluso eurófobo prolifera, ven que otro puede salir inmaculado de una retirada unilateral de uno de los espacios democráticos y económicos más prósperos del mundo, que nadie dude que Reino Unido no será el único en aplicar el artículo 50 del Tratado.

Siento ser tan alarmista, pero es que realmente el análisis no puede ser otro. La crisis económica supuso el fin de muchos proyectos empresariales y políticos. Su consecuencia directa fue el aumento del sentimiento antieuropeista. Bruselas, que ha sido la solución, se ha convertido también paradójicamente en el enemigo de muchos, en el culpable de la situación. Dicho de otra manera, pasó a ser el chivo expiatorio que en forma de hombres de negro nos tenía estrangulados, aunque fuera por nuestro “bien”.

Hoy ya nadie duda de que estamos ante una desaceleración con inciertas perspectivas de solución futura. Sus efectos sobre el empleo y la economía no tardarán en notarse y el imprevisto cisne negro se vislumbra en un horizonte oscuro. Si Reino Unido consigue sobreponerse, salir incluso reforzado, mientras que Europa se cierra de nuevo en las políticas de austeridad y centralización, el debate profundización - ampliación se verá sustituido por otro. Por uno que irá entre el desmantelamiento y la desafección y estos sí son dos elementos definitivamente disruptivos para el futuro de Europa.

El Reino Unido se va y se marcha unilateralmente en busca de una soberanía que perdió hace mucho tiempo y que nunca volverá. De hecho, no supone más que un viaje en el tiempo al país de nunca jamás, al país de los que creen que la soberanía todavía reside en algún lugar… de, en este caso, un gran país.

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