Referente para determinar los daños

Los restaurantes a prueba de huracanes que sucumbieron a la Covid en EEUU

Ver un local de Waffle House cerrado es verdaderamente chocante, una señal de que las cosas están realmente mal. La cadena no fue capaz de capear el inesperado desastre del coronavirus.

EFE
Los restaurantes a prueba de huracanes frente al reto de la Covid-19
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La temporada de huracanes en el golfo de México está en su pleno apogeo. Este año no solo empezó varias semanas antes de lo habitual. Además avanza rápido y, a este paso, se completará el abecedario antes de que concluya en noviembre. Nana y Omar son los siguientes en la lista. Les precedieron Laura y Marco hace solo una semana. Cada vez son más las tempestades que azotan la costa sur de los Estados Unidos, y más intensas. Los restaurantes de Waffle House son una guía infalible para determinar la severidad de estos monstruos. Ahora tratan de recuperarse del golpe inesperado del virus.

Esta popular cadena de comida sureña abre las 24 horas todos los días del año. La luz de sus locales hace las veces de faros cuando los cortes de suministro por los destrozos en el tendido eléctrico dejan a oscuras a cientos de miles de resistentes. Pero si uno de sus restaurantes tiene que llegar al extremo de cerrar, es que la comunidad local se enfrenta a un verdadero desastre. La agencia federal que gestiona las situaciones de emergencia (FEMA, en sus siglas en inglés) utiliza desde hace años un índice que toma como referencia sus operaciones.

La métrica de FEMA se basa en tres colores. El rojo representa el peor escenario posible. Si el restaurante abre pero limita el menú (amarillo) debido al uso de generadores o al bajo suministro de alimentos, es una indicación que la gente puede volver a sus casas tras la evacuación aunque es posible que sufran cortes de luz o que el agua no se pueda beber. Si abren sin problema (verde), es que los servicios básicos en la zona están intactos y hay pocos daños. 

FEMA creó el índice por pura casualidad. Craig Fugate estaba a cargo de la división en Florida cuando el huracán Charley golpeó el estado en 2004. Recorriendo la zona comprobó que lo único que estaba abierto eran los restaurantes de Waffle House, mientras el resto de los negocios se encontraban a oscuras. Ese verano hubo tres grandes tempestades más y observó en todas que el patrón se repetía. Así que con sus empleados decidió inventar este código para evaluar el grado del daño. Fugate dirigió FEMA entre 2009 y 2017.

Los locales de Waffle House no solo permiten así saber a las autoridades lo rápido que se recuperan los negocios en la zona afectada por un tornado, un huracán u otro evento peligroso, sino la amplitud del daño en la comunidad. “Cuanto más rápido un restaurante, un supermercado o un banco vuelven a abrir, la economía local puede empezar antes a general ingresos de nuevo y remontar”, explicó Fugate en un blog años después de haber creado este popular índice tricolor.

Waffle House siempre está ahí y la confianza entre los vecinos hacia la cadena es total, hasta el punto de que los residentes se acercan a los locales para informarse sobre cómo se están preparando para la llegada de los huracanes. El objetivo, como dicen desde la compañía, “es ser los últimos en cerrar y los primeros en abrir”. La cadena cuenta incluso con un menú alternativo por si se quedan sin gas y electricidad. Los empleados, en cualquier caso, no están obligados a acudir al trabajo si las autoridades imponen órdenes de evacuación.

Ver un local de Waffle House cerrado es verdaderamente chocante. La compañía, de hecho, se suele poner como ejemplo de planificación en casos de emergencia. Es la señal, por tanto, de que las cosas están realmente mal. Pero pese a llevar años preparándose para los momentos más difíciles, la cadena no fue capaz de capear el inesperado desastre del coronavirus. La intención era haber seguido sirviendo comida y refugio a las comunidades locales donde opera durante el confinamiento.

En el peor momento de la pandemia tuvo, sin embargo, que cerrar 750 de su casi 2.000 locales para ajustarse a las órdenes de confinamiento que dieron las autoridades sanitarias y frenar la propagación del virus. El Waffle House Index pasó así a convertir en una herramienta para entender la severidad del impacto de la Covid-19 en la industria de la restauración en los Estados Unidos. El proceso de reapertura comenzó de forma gradual en mayo y fue lento. Ahora vuelven a operar casi todos a plena capacidad.

Walt Ehmer, su presidente, explica que está teniendo más fácil volver a la normalidad que otras cadenas rivales porque sus clientes los ven como “restaurantes familiares” y se acercan a ellos “para volver a reconectar con la gente que les sirve”. “Se sienten cómodos comiendo con personas a las que conocen bien en un ambiente amable”, explica, aunque admite que observa algún cambio en los hábitos de consumo, como pedir más comida para llevar a casa y compartir menos platos.

Y en cuanto al menú, pocos cambios por la pandemia aunque tuvieron que simplificarlo ligeramente para reducir los tiempos de preparación en la cocina. Waffle House tiene restaurantes en 25 estados. Las ventas se le desplomaron un 70% durante el confinamiento y cerca de 28.000 empleados se quedaron sin trabajo, especialmente en Georgia y Tennessee. Ehmer ya advirtió de que el impacto económico del confinamiento sería tan peligroso como las infecciones.

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