Los retos en India: agricultura ecológica e inversión 'tech' para alcanzar a Francia

  • El primer ministro de la India, Narendra Modi, ganó las elecciones el pasado 23 de mayo y ahora trabajará para hacer crecer a la séptima economía.
Un hombre duerme sobre frutas en India
Un hombre duerme sobre frutas en India
EFE

Narendra Modi tendrá otros cinco años para continuar con su plan para modernizar la India, después de haber logrado la victoria electoral el pasado 23 de mayo, lo que permitirá al primer ministro seguir reactivando la economía del país centrándose en tres retos clave: la agricultura, la inversión tecnológica y la potenciación del consumo. Además, si en 2014 su gran promesa electoral fue la creación de empleo, en 2019 sus principales bazas electorales han sido la lucha antiterrorista y el fortalecimiento de la seguridad nacional, después de los ataques yihadistas que ha sufrido el país en los últimos años, especialmente en las zonas fronterizas con Pakistán y otros grandes núcleos del islamismo radical.

Desde la llegada al poder de Modi en 2014, la India ha pasado de un PIB de 2,03 billones de dólares a casi 2,6 billones en solo tres años, situándose como la séptima economía mundial, según el Banco Mundial. De hecho, se encuentra a escasos miles de euros de Francia, a la que podría superar en los próximos años, aunque la superpoblación de la India (con 20 veces más ciudadanos que el país galo) hace que el nivel de vida medio aún no sea equiparable con el de las grandes potencias mundiales.

La India arrastra una crisis agraria que el Gobierno no ha sido capaz de solucionar en los últimos años: Modi ha prometido duplicar los ingresos de los agricultores de aquí a 2022 para que los cultivos, de los que dependen actualmente 1.339 millones de personas (según el último censo oficial, de 2017), no aminoren su producción, lo que provocaría un severo desabastecimiento. Para hacerlo, el plan del primer ministro pasa por extender el programa denominado Precio de Soporte Mínimo (MSP, por sus siglas en inglés), el cual fija un valor mínimo por el cual se venden los productos agrícolas en el país. Sin embargo, la ausencia de una infraestructura concreta de adquisiciones y de las reformas del mercado que se necesitarían, la medida no ha cambiado mucho el panorama en el campo, ya que la mayoría de los productos agrícolas se están vendiendo entre un 10% y un 30% por debajo de esos precios mínimos.

Como medida estrella para la agricultura, Modi anunciaba en la campaña de 2014 la creación de un mercado online para productos agrícolas que abarcase todos los estados de la India. Sin embargo, el proyecto no ha despegado hasta ahora debido a la oposición de intermediarios, comerciantes y políticos locales, que no desean extender el mercado local existente. De hecho, el primer ministro ni siquiera ha tenido la oportunidad de presionar a los Gobiernos locales, con su partido en el poder. Para empeorar las cosas, alrededor del 40% de la India está sufriendo en 2019 los efectos de la sequía, que podrían agravarse si se confirman los temores de que el temporal de El Niño hará estragos a finales de este año.

Ante este panorama, Modi adoptó el año pasado un plan alternativo que pasa por incentivar la agricultura ecológica, como medida para reconstruir zonas de cultivo en peligro actualmente. Sikkim, un estado del norte del país y fronterizo con Nepal, Bután y el Tíbet, lleva 15 años sin fertilizantes ni pesticidas para cultivar sus cosechas, tras escoger a principios del siglo XXI la vía de la agricultura ecológica, coincidiendo con el auge de los productos orgánicos en los países desarrollados. En parte, por la preocupación medioambiental de sus dirigentes, así como por dejar de depender de ayudas externas para ser una región autosuficiente.

Según los gobernantes de Sikkim, la salud global ha aumentado en una zona bastante sometida a las inclemencias meteorológicas del Himalaya. Aunque tal vez precisamente su ubicación, en la fértil cara sur de la cordillera, haya permitido que la iniciativa prospere. De hecho, el primer ministro de la India, Narendra Modi, ya ha empezado a extender el modelo de Sikkim al resto del país, con una subvención de 119 millones de dólares el pasado año para impulsar granjas ecológicas, desde Cachemira hasta Kerala. En estos años, casi 80.000 hectáreas de Sikkim han sido certificadas como orgánicas, las cuales representan un 3,4 % del total que existen en la India -en torno a 2,2 millones de hectáreas-.

Inversión tecnológica y consumo

Pero para llevar a cabo esta transformación del sector agrario, Modi tiene que lidiar paralelamente con la prácticamente nula inversión privada y el lento crecimiento de las exportaciones en la India. Además, no se están creando suficientes empleos. Además, a estos problemas hay que sumar una expansión ralentizada del crédito debido al empeoramiento de la crisis de liquidez en el espacio bancario en la sombra (empresas financieras no bancarias, comunes en la India), lo que ha provocado una desaceleración del consumo, tal y como refleja la caída de las ventas en sectores como el de la automoción. Tampoco ayudan los precios desorbitados en los precios de los vuelos, que se han traducido en una desaceleración del crecimiento (hasta el 1,1%) en el tráfico de pasajeros aéreos, el ritmo más lento en los últimos cinco años.

Esta falta de fluidez de la economía ha encontrado su ejemplo más radical en la falta de inversión privada, prácticamente estancada en los últimos trimestres. Y, aunque el Gobierno está tratando de llenar el vacío aumentando el gasto público en infraestructuras para animar a los inversores, estas iniciativas no parecen ser suficientes. Es un círculo vicioso: los hogares cada vez tienen menos capacidad de ahorro (habiendo pasado del 23% de los ingresos familiares en 2012 al 17% en 2018), por lo que el Estado se posiciona cada vez más como fuente de financiación principal (o, directamente, de subvención) en sectores clave, lo que termina ahuyentando a la inversión privada por su baja rentabilidad.

Los que más parecen interesados en invertir en la India son las compañías extranjeras. En concreto, las tecnológicas: desde hace unos años, las políticas proteccionistas de la India en este sector han dado paso a planes concretos para atraer capital extranjero. En este sentido, el Gobierno ha aprobado ambiciosos proyectos para abrirse al mercado. Por ejemplo, en septiembre de 2018, Modi presentó su Política de Comunicación Digital Nacional, con la que pretende atraer a inversores principalmente desde EEUU. Su objetivo manifiesto es llegar a los 100.000 millones de dólares en inversiones en 2022 para generar unos cuatro millones de puestos de trabajo especializados para entonces.

Por ahora, se trata solo de una aspiración, ya que las relaciones comerciales con EEUU no invitan al optimismo desde que Donald Trump lanzase las primeras amenazas a endurecer las condiciones de exportación, que han rondado los 300.000 millones de dólares durante los últimos ocho años. En este tiempo, la India ha exportado productos de bajo valor y que requieren de mucha mano de obra, como prendas de vestir o artículos de cuero, unos nichos en el que ahora se enfrentan a una mayor competencia con países como Bangladesh y Etiopía. Además, si la escalada en la guerra comercial entre China y EEUU prosigue, uno de los principales temores es que la India se vea indirectamente perjudicada por una hipotética orden desde Pekín para aumentar su producción en estos dos sectores, vendiendo a menor precio y perjudicando aún más las ventas y las perspectivas de ingresos de los fabricantes indios.

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