La utopía contra la pobreza

De revolución a disolución: 30 años del fin de una URSS sin economía próspera

Durante 70 años, los comunistas siguieron el manual de instrucciones del Marx, sin importarles las consecuencias. En diciembre de 1991, los estados de la URSS firmaron disolver el inmenso organismo

Stallin
De Revolución a disolución: 30 años del fin de una URSS sin economía próspera.
EFE

La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) se creó en 1922, cuatro años después de la revolución de octubre (1918) que trajo formalmente a los comunistas al poder en Rusia. Durante casi setenta años, los predicadores del comunismo aplicaron las doctrinas de Karl Marx, escritas en el siglo diecinueve. Fue un gran fracaso. La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas fue disuelta oficialmente el 25 de diciembre de 1991 (hace treinta años). Se extinguió porque los que vivían bajo ese régimen no querían sufrir más.

¿Cuál fue su principal error? Seguir al pie de la letra evangelios de Marx que atacaban el concepto de plusvalía y el concepto de propiedad privada. Marx pensaba que la propiedad privada de los medios de producción alienaba al individuo. Los empresarios se apropiaban no solo de esos medios de producción sino de la plusvalía, la cual pertenecía a los trabajadores como fruto de su trabajo. Apropiándose de esa plusvalía, los empresarios acumulaban capital y al final creaban estructuras políticas para seguir explotando a los trabajadores.

Todo parecía encajar como las piezas de un reloj. Era una interpretación simple pero eficaz para explicar la pobreza, y desde luego partía de muchas verdades como la explotación que tuvo lugar tras revolución industrial, con jornadas de más de 14 horas y trabajo infantil. Los obreros no tenían derecho al retiro, ni indemnización por despido ni ningún derecho laboral. Pero mientras que en muchos países , los trabajadores se fueron sindicando, ganando derechos y mejorando sus condiciones de vida (como crear la Seguridad Social en Alemania), en Rusia no dio tiempo a que llegaran esos cambios.

Cuando llegaron al poder, los dirigentes comunistas tomaron los evangelios marxistas y los aplicaron, empezando por Lenin en 1918. En este desarrollo del comunismo en Rusia se pueden establecer varias etapas. La primera, desde 1918 hasta 1921 es la del “comunismo de guerra”, donde se colectivizaron las tierras y se eliminaron a los pequeños propietarios. Puesto que el resultado fue una enorme hambruna con cinco millones de muertos, la segunda fase consistió en la vuelta a los mecanismos del libre mercado y la propiedad privada de los medios de producción, especialmente agrícolas. Fue la NEP, la Nueva Política Económica, aplicada desde 1921 hasta 1928. Gracias a ella se recuperó la producción y se pudo combatir el hambre.

La tercera etapa fue la de la colectivización en masa y los planes quinquenales. La llevó a cabo Stalin a partir de 1929. El gobierno socializó la agricultura en una campaña de colectivización forzosa: confiscó la tierra, maquinaria, ganado y los silos de cereales del campesinado. El resultado fue la gran hambruna de los años treinta, que afectó mortalmente a los ucranianos: murieron más de cinco millones de habitantes de ese estado soviético.

En 1937, el 99% de la agricultura soviética eran granjas colectivas gestionadas por representantes del estado. Como no había plusvalía para los campesinos, y tampoco tenían la propiedad de la tierra ni de su producción, el rendimiento agrícola disminuyó en lugar de aumentar. Así prosiguió la situación agrícola hasta la década de 1980. Un informe del Congreso de los EEUU indicaba que en esa década, antes de desmoronarse la URSS, los agricultores soviéticos producían alrededor del 10% de lo que producían los campesinos de EEUU.

Durante la etapa de Stalin, los planes quinquenales absorbieron los recursos del país para invertirlos en la industria. El país se industrializó a una velocidad nunca vista, sobre todo la industria pesada. El peso del sector industrial, incluyendo la construcción, el transporte y las comunicaciones, llegó a suponer la mitad del PIB de la URSS. Sin embargo, el sector terciario (servicios) solo alcanzó el 33% del PIB, lo cual revelaba que era un país sin bienes de consumo y sin servicios. Por decirlo de algún modo, sin tiendas ni comercios.

A pesar de los planes quinquenales, el PIB soviético per cápita nunca llegó a ser siquiera la mitad del PIB de EEUU. En los años 50 llegó a acercarse a más del 60% de los países de la Europa occidental, pero jamás lo sobrepasó. En algunos aspectos, el marxismo llegó tan lejos como impedir la investigación genética. Trofim Lysenko, uno de los científicos más ponderados de la URSS, se negó a aceptar la teoría cromosómica de los genes, y por su culpa la ciencia y la biología soviéticas estuvieron retrasadas durante años.

En otras áreas, la URSS si destacó: los inmensos recursos invertidos por el estado soviético permitieron a la URSS adelantar a EEUU en ingeniería espacial en los años 50: pusieron un satélite y un cosmonauta en el espacio antes que los estadounidenses. La ingeniería militar destacó con aviones como Yakovlev, Antonov o Tupolev, y especialmente el caza Mig, así como el célebre fusil AK-47, probablemente el mejor del mundo. En la ingeniería nuclear, los soviéticos destacaron en los años 60 con el desarrollo del Tokamak, un reactor que hoy es la esperanza de la energía de fusión. Los rusos desarrollaron la mejor flota del mundo de rompehielos atómicos. La URSS también lideró la campaña mundial de vacunación contra la viruela, con un éxito indudable. Pero esos avances se estancaron definitivamente en los años 80.

La URSS se convirtió en un país con una baja producción agrícola, y sin bienes de consumo. Cuando el mundo libre ya estaba lleno de televisores, coches y ordenadores personales a finales de los ochenta, los rusos seguían haciendo cola para comprar pan. No existían bienes de consumo porque no existían empresarios que los produjeran. Si hubieran permitido que los rusos obtuvieran plusvalías por medio de empresas, habrían cambiado las cosas. Pero para el evangelio marxista, la plusvalía era el origen del mal. Marx dedicó el primer volumen de su obra “El Capital” a desgranar qué era lo que él entendía por plusvalía y cómo se apropiaban de esta plusvalía los propietarios del capital. 

Los empresarios compraban la mano de obra a un precio inferior al valor de la mercancía, y se quedaban esa diferencia: la plusvalía. En la sociedad ideal, eliminada la plusvalía, dejaba de existir el objeto de la codicia. Y eso solo se podía hacer arrebatando a los empresarios los medios de producción, y dando a los obreros el valor de la mercancía producida en forma de salarios.

“El proletariado se servirá de su supremacía política para arrancar poco a poco todo el capital a la burguesía, para centralizar todos los instrumentos de producción en manos del Estado, es decir, del proletariado organizado en clase directora, y para aumentar rápidamente la cantidad de fuerzas productivas”, dice “El Manifiesto Comunista”. Lenin, Stalin y los dirigentes comunistas de la URSS aplicaron a rajatabla los diez puntos del manifiesto comunista de Marx y Engels durante 70 años: desde la abolición de la propiedad, hasta la centralización del crédito y del transporte en manos del estado.

El resultado fue el derrumbamiento económico de una superpotencia. En 1991, los productos soviéticos de consumo eran de mala calidad, la agricultura era improductiva y el nivel de vida de un ruso era muy inferior al de cualquier país occidental. El rublo era una moneda sin valor en los mercados internacionales. En cambio, el país contaba con un enorme arsenal militar, carros de combate, armas, cohetes, misiles, aparte de una burocracia de millones de funcionarios que estaban todo el día produciendo papeles y sellándolos, y creando cuellos de botellas en todo el país. Ronald Reagan, cuando era presidente de EEUU, contaba el chiste de que un día un ruso consigue que le adjudiquen un coche, pero le dicen que vaya a recogerlo dentro de diez años. “¿Pero voy por la mañana o por la tarde?”, pregunta el ruso. “Da igual: es dentro de diez años, ¿por qué lo pregunta?”. Y responde: “Es que el fontanero me ha dicho que vendrá a casa dentro de diez años por la tarde”.

En el caso de China, el extraordinario crecimiento económico y la disminución de la pobreza desde finales de los años setenta se ha debido a que el país adoptó las fórmulas del libre mercado, la propiedad privada y la acumulación de plusvalías. Las reformas introducidas por Deng Xiaoping a partir del 1979 consistieron en que la agricultura pasó de un régimen colectivo, a uno de explotaciones centradas en la productividad del pequeño agricultor. Se eliminaron los precios fijos y se permitió que el mercado libre los estableciera, con el derecho a la plusvalía. Los chinos pusieron en marcha sus propias empresas, aunque las empresas clave, relacionadas con la banca y la energía, quedaron en manos estatales. Los chinos lo llamaron “socialismo con características chinas, o “economía de socialismo de mercado”.

Pero en Rusia siguieron el guion escrito en el siglo diecinueve por Karl Marx. En lugar de ser prácticos, aplicaron el libro de instrucciones, un libro de instrucciones con erratas, sin hacer caso de los resultados. A lo largo de diciembre de 1991, los diferentes estados que componían la URSS firmaron tratados para disolver este inmenso organismo. El 25 de diciembre, Mijail Gorbachov, dimitió como presidente de la Unión Soviética. La bandera roja de la hoz y el martillo fue arriada del Kremlin. El día 26 de diciembre de 1991, el Soviet Supremo, el organismo más poderoso de aquel régimen, votó por autodisolverse. Fue el fin del comunismo soviético.

Mostrar comentarios