Según un estudio de la Asociación Médica Americana

El riesgo de la curva en 'M': actuar tarde, poco y confiarse son los grandes peligros

Las segundas oleadas de la gripe de 1918 en Estados Unidos
Las segundas oleadas de la gripe de 1918 en Estados Unidos
Nerea Bilbao

Cuando todavía no se termina de confirmar la cima de la curva del coronavirus en España quizá suene aventurado ponerse a elucubrar sobre una hipotética segunda curva para el otoño. Todo lo contrario: ahora es el momento adecuado para evitar en lo posible que la temida segunda oleada, o curva en forma de 'M', se convierta en realidad. Para evitarlo o mitigarlo, lo que se decida en los próximos días será decisivo. Insisten en ello a diario los expertos del Ministerio de Sanidad que salen en rueda de prensa, aunque el discurso oficial aún se queda en la fase de frenar el colapso sanitario. Mucho más directa fue la ministra de Defensa, Margarita Robles, quien mientras el país estaba pendiente el pasado domingo por la noche de la publicación del BOE, ya se mostró resignada a un nuevo golpe viral a partir de septiembre. 

No estaba siendo especialmente agorera. En una pandemia no solo importa la rapidez con la que se toman las decisiones sino cuánto tiempo se mantienen las medidas restrictivas para no incurrir en una recaída... y la dureza de dichas medidas. Entre los numerosos estudios que se están desempolvando estos días para buscar un poco de oxígeno o una explicación a la realidad, llama la atención uno publicado por la Asociación Médica Americana en 2007 y en el que se analizó la evolución durante medio año del impacto en las 43 ciudades más importantes de Estados Unidos de la llamada gripe española durante el otoño de 1918. 

Redactado por siete investigadores de la Universidad de Michigan y del CDC (el centro nacional de enfermedades), el informe cruza dos variables igual de importantes: las muertes ocasionadas por aquel virus y las medidas que cada una de esas ciudades tomó, cuándo las tomó y el tiempo que las mantuvieron. La conclusión es clara:  que cuanto antes se actúa, mejor... pero el riesgo de un segundo pico incluso mayor al primero está latente si se relajan las medidas de cuarentena: "Las ciudades que implementaron medidas no farmacéuticas antes tuvieron mayores retrasos en alcanzar el pico de mortalidad, menores tasas de mortalidad y una mortalidad total menor. Hubo una relación significativa estadísticamente hablando entre una duración prolongada de medidas no farmacéuticas y un registro final de mortalidad reducido".

Por medidas 'no farmacéuticas', el informe entiende tres grandes bloques en escala ascendente: cierre de colegios y lugares públicos, prohibición de reuniones y cuarentena y paralización casi total de actividad. A partir de aquí, cuatro ejemplos muy significativos (que se recogen en el gráfico): Filadelfia, San Francisco, Nueva York y San Luis. Cada una de ellas demuestra una forma distinta de afrontar la pandemia y unos resultados demoledores o esperanzadores, según se opte por una solución u otra. 

Filadelfia, porque cerró a cal y canto muy tarde la ciudad, vivió un pico pronunciado que, en cuanto se cerró todo, bajó para mantenerse estable. San Francisco, que vivió una curva en M, algo menos pronunciada en sus dos picos, pero que sufrió el relajamiento temprano de las medidas. Nueva York, la ciudad mejor parada de toda la costa este, puso en cuarentena la Gran Manzana antes de sufrir la aceleración de casos y mantuvo las medidas para evitar la segunda ola. Y San Luis, que también se adelantó al cerrojazo, pero se confió y su segunda ola fue mayor que la primera.

En resumen, la peor parada en todo el estudio es Pittsburgh, con una tasa de mortalidad al cabo de 24 semanas de 807 muertos por cada 100.000 habitantes. Le sigue Filadelfia, con 748, y solo hay otras dos por encima de 700: Nueva Orleans (734) y Boston (710). Para entender el alcance de estas cifras y compararlas con la actualidad española, la Comunidad de Madrid, con apenas cuatro semanas de impacto real, está en 54 fallecidos por 100.000 habitantes a 31 de marzo. 

Además, antes de continuar con el estudio de la AMA, habría que recordar que la denominada gripe española es el único ejemplo reciente de pandemia a la que se puede acudir para buscar comparaciones por su extensión planetaria. Entonces, y en un mundo ya debilitado por cuatro años de Primera Guerra Mundial, la enfermedad campó a sus anchas y terminaría matando a más de 50 millones de personas, cerca de 700.000 solo en Estados Unidos. La contienda dejaría 20 millones de muertos más.

Sin embargo, muchas de las víctimas de la gripe se podrían atribuir a la propia guerra también, ya que fueron los soldados hacinados en las trincheras el mayor agente propagador de la enfermedad. Soldados americanos que lucharon en Europa en la primavera de 1918 (la guerra acabaría en noviembre) heridos o de permiso y que empezaron a expandir el brote cuando aterrizaron de vuelta a casa. Fue entonces, según cuenta un estudio de Kenneth C. Davis para la revista del Smithsonian, que la gripe asomó brevemente para desaparecer en verano. Y sería en septiembre, con cientos de soldados enfermos de nuevo en los muelles de Boston cuando empezó la propagación definitiva después de un desfile para animar a las tropas en la capital de Nueva Inglaterra. 

De Boston esos mismos soldados contagiados viajaron para participar en más actos patrióticos a ciudades como Filadelfia o Nueva Orleans, dos de las que más muertes sufrieron al final de la epidemia. Pero lo de Filadelfia tuvo especial repercusión... y negligencia. Con el primer caso de gripe reportado el 27 de agosto y con la tasa de mortalidad ya acelerada el 25 de septiembre, la ciudad decidió mantener un desfile en el que se congregaron más de 300.000 personas. Era un desfile para recaudar fondos para la guerra, con los soldados venidos de Boston de grandes protagonistas. Se celebró el 28 de septiembre.

Tan solo 72 horas después del desfile (lo que demuestra que la enfermedad ya había tomado la ciudad) cada cama de los 31 hospitales de Filadelfia estaba ocupada. En la semana siguiente, hasta 2.600 personas habían muerto por la gripe; y a los 15 días, más de 4.500. Con la mayoría de los hospitales cuidando de los militares que trajeron primero el virus (y que fueron las primeras víctimas), la ciudad quedó desbordada. Por aquella época, tenía una población estimada de millón y medio de habitantes, según datos de la propia localidad.   

¿Y cuándo se tomaron las medidas? La ciudad clausuró la mayoría de lugares públicos (colegios, iglesias, teatros...) el 3 de octubre, a la semana siguiente del desfile. Dos días después, el 5 de octubre, los principales medios todavía criticaban por excesivas las medidas. A la semana, con los casi 3.000 fallecidos, ya se fue a la cuarentena.

Tarde y mal, por lo menos las medidas en Filadelfia fueron lo suficientemente efectivas como para impedir una segunda oleada. Lo que sí ocurriría en muchas otras grandes urbes, como San Francisco (con 672 muertos por 100.000 habitantes a las 24 semanas) y Denver (con 631 y con un segundo pico más virulento que el primero), ambas con curvas en 'M' claramente definidas. 

En el extremo opuesto, el de las buenas noticias, está Nueva York. Condenada a ser ahora en esta crisis de 2020 la gran víctima americana, en 1918 su respuesta a la enfermedad generaría decenas de informes médicos elogiando su respuesta. Registró una tasa final acumulada de 452 fallecidos, la más baja de toda la costa este y por debajo del promedio de 500 de las 43 ciudades del estudio. Se limitó a seguir el manual contra pandemias: su primer caso data del 5 de septiembre, las primeras medidas se tomaron ya el 18 y la tasa de mortalidad no se aceleró hasta el 29 de septiembre. Decidieron antes de tiempo y, después, fueron pioneros en cerrar todo el comercio y la actividad durante un mes desde el 3 de octubre.  

En Pittsburgh no hubo desfiles que valga y, aun así, se fue por encima de los 800 muertos en la tasa final. Su secuencia de decisiones a contracorriente lo explica todo. El primer caso se dio el 4 de septiembre y hasta el 27 no experimentó la aceleración en la mortalidad. Una semana después, se prohibieron las reuniones públicas. Hasta aquí, la respuesta estándar en todo el país, excepto que los colegios siguieron abiertos hasta el 24 de octubre. Para colmo, el 2 de noviembre se volvieron a permitir las reuniones. Un ejemplo perfecto de tarde, mal y por poco tiempo. 

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