Occidente se olvidó del sida cuando pasó a ser solo una enfermedad 'de pobres'

  • La ayuda internacional destinada a países subdesarrollados lleva tres años de recortes, mientras que los más pobres contribuyen hasta un 35% más.
Evolución inversión contra el SIDA
Evolución inversión contra el SIDA

El virus de la inmunodeficiencia humana adquirida, el sida, dejó hace tiempo de ser importante en el hemisferio norte. Incluso habrá aquellos, en especial gente joven, que no sepan ni reconocer a la enfermedad por el nombre del virus. También, hace tiempo que no aparece en la prensa. En muchos casos el nombre hasta se ha borrado de ciertas partidos de los presupuestos de dichos países. En otras palabras, Occidente se ha olvidado del sida ahora que ya no es una enfermedad que afecte a ricos.

El adiós mediático al sida ha sido la consecuencia del propio éxito que ha tenido la lucha contra dicho mal. Se podría decir que ha muerto de éxito, aunque no es del todo así. El sida sigue muy presente en aquellas regiones que hace décadas cortejaban los líderes occidentales en busca de rédito político. Porque a pesar del indudable éxito, a dicho virus no se le puede vencer, por el momento, cómo mucho calmar y evitar. Aquellos infectados, varias decenas de millones, siguen necesitados de antirretrovirales como en los años en los que aparecía la lucha contra la enfermedad en los discursos políticos.

En los últimos años, el ‘olvido’ de Occidente del sida se ha traducido en cifras. La aportación internacional para ayudar a los países de bajos y medios ingresos con un número elevado de infectados por el VIH se ha reducido desde 2013 cerca de un 16%. Si es una enfermedad de pobres, deberán hacer ellos frente a su propia pandemia, parece ser el mensaje. De hecho, es lo que ha ocurrido: en el mismo periodo, desde 2013, el volumen de aportaciones por los países domésticos, los más pobres, ha crecido un 11,3%. En volumen, mientras los ricos han dejado de aportar 1.700 millones, los más pobres lo han aumentado en 1.100 millones, según los datos recogidos en el informe anual OnuSida, el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/Sida.

Aunque el discurso de que ‘lo paguen los pobres’ parece exagerado, las cifras desde hace más de una década lo confirman. Hasta el año 2010, la ayuda internacional siempre superó (salvo en 2006 y 2007 que estaban igualados) a la aportación de los países pobres. A partir de dicho año, la inversión estuvo sostenida entre ambos, aunque por encima los países pobres En 2013 es cuando comienza a abrirse una importante diferencia entre ambos. Hasta que en 2016, la diferencia adquiere su mayor brecha; en dicho año los países pobres contribuyeron un 35% más que los ricos, según el citado organismo de Naciones Unidas.

El problema de la actual situación es que los recursos siguen siendo vitales. Los actuales fármacos logran detener el avance del virus, e incluso lo hacen retroceder. Con ellos, cualquier infectado puede desarrollar una vida más o menos normal. Aunque el efecto atenuante de las medicinas no son curas, ni mucho menos. Aquellos pacientes que dejen de tomarlos volverán a tener problemas importantes que terminarán por causarles la muerte. Al fin y al cabo, el virus inhibe el sistema defensivo con lo que no le mata el VIH, sino que produce tal debilidad que cualquier contratiempo mata a su portador.

La toma diaria de antirretrovirales puede prevenir la infección del VIH
La toma diaria de antirretrovirales frente a la infección del VIH

En la actualidad, cada vez existe un mayor número de personas que necesitan de retrovirales. La explicación es sencilla: pese a que se ha frenado la tasa de contagio sigue siendo el doble que la de muerte de aquellos que ya lo tienen. Lo que supone una gran noticia, también es un nuevo desafío para el que muchos países cuentan con cada vez menos recursos. Además, la tendencia es seguir reduciéndolos. OnuSida, la principal iniciativa contra la enfermedad dirigida por Naciones Unidas, señala que para 2020 se necesitarán 26.000 millones, pero en 2016 apenas se lograron 19.000.

Los grandes avances

Con la histórica excepción de la peste negra, ninguna enfermedad ha ganado tanta fama como el VIH. En sus peores años, el virus protagonizó cientos de portadas y noticias. Aquella popularidad fue consecuencia de un hecho diferenciador frente al resto de otros males: el sida era una enfermedad del mundo rico.

Asimismo, el hecho de que una parte importante de los afectados por el virus fuera parte de la clase media norteamericana, una gran proporción homosexuales, le confirió otro estatus a la enfermedad. Además de ser un problema del mundo desarrollado, lo era de una parte de la población muy activa políticamente. Finalmente, dio el último gran salto de popularidad cuando uno de los mayores deportistas del mundo, Earving Johnson (más conocido como ‘Magic’), tuvo que retirarse del baloncesto por padecerla.

En 1996, 15 años después de reconocerla por primera vez y 13 después de que fuera aislada, aparecieron los primeros medicamente realmente efectivos en su lucha. Hasta entonces, los retrovirales –el VIH es un retrovirus, que significa que copia sus genes en los núcleos celulares por medio de la transcripción inversa- no terminaban de funcionar debido a la alta probabilidad de mutación que tenía. En ese año, proliferaron otro tipo de fármacos que fueron más efectivos, los inhibidores de proteasa.

Con todo ello, y con unos fármacos que realmente funcionaban, la acción política se hizo más realista y efectiva. Pareció que el mundo entero se unió para luchar contra la enfermedad, además en lugares pobres donde se concentraban casi el 75% de los afectados. Incluso Estados Unidos desarrolló la iniciativa del ‘Plan de Emergencia del Presidente para el Alivio del sida’. Ahora, dos décadas después aquellas iniciativas han perdido fuelle y sus recursos son cada vez más finitos. Al final, cuando dejó de ser un problema para Occidente, la enfermedad pasó al olvido, aunque sus efectos sean muy reales.

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