Solidarios en Acción: "Perdí dos piernas por una mina antipersona, pero tengo suerte"

  • Rahmatullah Merzayee pisó una mina antipersona en Afganistán cuando tenía nueve años. Ahora lucha por conseguir más derechos para otros como él en el país donde más personas han resultado muertas o heridas en los últimos años por culpa de estos explosivos.

Rahmatullah Merzayee tenía 9 años cuando pisó una mina antipersona
Rahmatullah Merzayee tenía 9 años cuando pisó una mina antipersona
lainformacion.com

Rahmatullah Merzayee tenía nueve años cuando una mina antipersona se llevó por delante sus dos piernas de camino al colegio en 1996. Estuvo cinco meses en el hospital y pasó por siete operaciones. Pero tuvo suerte, porque una organización humanitaria le financió un viaje a Alemania para que le pusieran dos piernas "artificiales", como se refiere él mismo a la prótesis.

Pasado un año volvió a Kabul y siguió estudiando. No fue fácil. "No me gustaba demasiado ir a la escuela. No podía jugar como los demás niños", recuerda. Llegó a la universidad, para estudiar Administración de Empresas. Pero lo tuvo que dejar, por falta de dinero. Eso sí, le dio tiempo a estudiar bien inglés y algo de informática.

Ahora tiene 23 años y cuenta desde el otro lado del teléfono que en realidad es un afortunado. "La mayoría de la gente con alguna incapacidad está en el paro. Yo tengo suerte, porque tengo trabajo y voy a la universidad. También tengo dificultades y retos, pero no en la misma medida".

Ha podido volver a la facultad gracias a su sueldo como administrador en la Organización Afgana de Supervivientes a las Minas Antipersona('Afghan Landmine Survivors Organization'). Afganistán es el país con más víctimas de minas antipersona, según un informe "Supervisor de minas antipersona 2010" (Landmine Monitor) publicado esta semana. Tanto en 2009 como en 2008 este país asiático se llevó el récord de víctimas (heridos y fallecidos) por minas antipersona u otro tipo de explosivos de pequeña envergadura.

El informe perteneciente a una campaña internacional para combatir el uso de las minas antipersona cifra en 859 los afectados en Afganistán. Colombia le sigue en el segundo puesto con 674 y después va Pakistán, con 421.

La organización para la que trabaja Rahmatullah ofrece ayuda a 59 lisiados, "incluidos hombres y mujeres", destaca. Su observación no es baladí. En Afganistán son pocas las niñas y mujeres a las que sus familias les permiten estudiar. Pero esta ONG también las acoge a ellas.

Los objetivos de la Organización Afgana de Supervivientes a las Minas Antipersona son luchar por derechos como unas infraestructuras adaptadas para ellos (todo un reto en un país con escasas infraestructuras), proporcionarles educación (poco accesible ya de por sí para los ciudadanos no mutilados y mucho menos para mujeres) y ayudarles a integrarse en la sociedad que les rodea. Trabajan principalmente en Kabul (al Este), aunque también tienen dos oficinas más en Herat (Oeste) y Mazar (Norte). Rahmatullah está en la capital.

Se levanta a las 6 de la mañana. Trabaja desde las 8 hasta las 16 horas en la oficina y luego se va como puede a la universidad, donde tiene clase de hasta las 19 horas. "Es muy difícil ir de un sitio a otro. Voy a clase en un autobús o taxi público. Si surge algún problema, llamo por el móvil a algún amigo."

Pero el esfuerzo le vale la pena. "Mi padre murió y en casa aún vivimos mi madre, dos hermanos pequeños y yo. Yo soy el único que trae un salario a casa y además ese salario me ha permitido pagarme una universidad privada", acierta a explicar Rahmatullah a pesar de las continuas interferencias telefónicas que ofrecen las líneas con Afganistán.

En Kabul hay una universidad pública, pero este joven explica que en la privada no exigían examen de acceso y teniendo un sueldo de 320 dólares (que le acaban de subir a 420) se lo podía permitir. Con ese sueldo, se podría decir que Rahmatullah pertenece a la clase media afgana. Pero explica que tiene que mantener a su familia, pagar un alquiler de 100 dólares y del Estado solo recibe una pensión anual de 200 dólares.

"Afganistán es un país que sufre mucho. Falta apoyo político y económico a mucha gente y las carencias educativas conforman uno de los principales problemas."

¿Pero es feliz? "No sé qué decir". Resopla. A través del teléfono se puede oir cómo piensa en silencio y finalmente llega a una conclusión: "Me siento bien, pero no soy demasiado feliz. Aunque agradezco lo que tengo. Ahora lo que quiero es acabar la Universidad y dedicarme a ayudar a gente con discapacidades, movilizar a la sociedad para que les ayude".

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