May, la primera ministra que votó contra el Brexit y terminó ahogándose en él

Theresa May pasará a la historia como la primera ministra incapaz de lograr el Brexit
Theresa May pasará a la historia como la primera ministra incapaz de lograr el Brexit
EFE

La empresa no era sencilla: coger las riendas de un proceso como el Brexit que heredó de David Cameron tras un referéndum, el de 2016, que dividió a Reino Unido y que supuso el germen de las 'fake news' que actualmente enredan la política internacional. Sin embargo, Theresa May aceptó el desafío y cogió el testigo del anterior primer ministro para liderar la trascendental salida de la Unión Europea. Y lo hizo incluso sin siquiera creerse el Brexit, votando en contra en la consulta. Este viernes, tras una semana de pulsos con su Gabinete y ofertas de un nuevo acuerdo a la oposición, May ha anunciado su dimisión tras casi tres años en Downing Street. Y lo peor: su marcha no deja ni una sola certeza sobre el futuro del Brexit.

En este tiempo, May ha pasado de ser considerada la heredera del vigor de Margaret Thatcher a ahogarse con el Brexit. Con un perfil muy similar al de la 'Dama de Hierro', ha estado ligada a la política desde muy joven y se ha enfrentado a una crisis de identidad nacional de calado, como ya le ocurriera a Thatcher en los 80 con conflictos como el de las Malvinas o el rechazo de una parte de Reino Unido a la reciente condición de Estado miembro de la UE. En el caso de May, ha lidiado (sin éxito) con un Partido Conservador muy dividido, una UE hermética respecto a las concesiones en relación a la salida de Reino Unido y una opinión pública tan crítica como volátil. 

Una vida dedicada al servicio público

De joven, como Thatcher en su día, May estudió en la Universidad de Oxford, donde se graduó con honores en Geografía en 1977. En esos momentos, Reino Unido acababa de aprobar su adhesión a la UE (mediante otro referéndum) y la economía británica iba camino de sufrir una de las mayores transformaciones de su historia, con una profunda política de privatizaciones en numerosos sectores, desde que Thatcher llegase al poder en 1979. Tras terminar sus estudios superiores, May ingresó en el Banco de Inglaterra, donde trabajó hasta 1983.

Dio el salto a la política en 1986, cuando entró en el Ayuntamiento de Londres como concejala, al frente de Educación (1988-1990) y de la portavocía de Vivienda (1992-1994). Pero ya en esa época sentía que un consistorio local se le quedaba pequeño. Por eso, en las elecciones generales de 1992 May intentó sin éxito conseguir un asiento en la Cámara de los Comunes (concurriendo por North West Durham). Posteriormente, tras la muerte de Jo Richardson (miembro del parlamento laborista por Barking), volvió a intentar conseguir un escaño, también si éxito. Al fin, en las elecciones generales de 1997 May logró entrar en el Parlamento británico como miembro del Partido Conservador por Maidenhead.

Ese mismo año arrancó el Gobierno del laborista Tony Blair y los conservadores se vieron obligados a liderar la Leal Oposición. Fueron años de desgobierno entre los 'tories', hasta que el liderazgo de David Cameron (y la polémica guerra de Irak en la que el primer ministro había metido al país), se tradujeron en un cambio de inquilino en el número 10 de Downing Street en 2007. Con Cameron, May ejerció de ministra de la Mujer e Igualdad (entre 2010 y 2012) y, sobre todo, como ministra del Interior desde 2010 a 2016.

La crisis abierta en el Gobierno de Cameron tras la derrota del "no", en junio de 2016, animó a May a dar un paso adelante para liderar el Partido Conservador. Tras la renuncia del primer ministro, el 13 de julio de 2016 se convirtió en la primera jefa de Gobierno de Reino Unido desde Thatcher, con el claro objetivo de liderar la transición del país y las negociaciones con la UE durante el proceso del Brexit, a pesar de reconocer públicamente que había votado en el referéndum en contra de la salida del bloque comunitario.

De heroína a villana del Brexit

En estos tres años, sin embargo, la valentía política que se le atribuía se ha ido diluyendo paulatinamente. En junio de 2017, un año después de su llegada al poder, May organizó unas elecciones generales con el objetivo de legitimarse como líder durante el proceso de transición. Y, aunque las ganó, el Partido Conservador perdió algo de apoyo popular, cayendo en 12 escaños (mientras que los laboristas de Jeremy Corbyn lograron 30 diputados más).

En cualquier caso, May sintió el suficiente respaldo como para iniciar las conversaciones con la UE. En marzo de 2017, había comunicado formalmente a Bruselas la salida efectiva del bloque -previsto inicialmente para marzo de 2019-, pero hasta ese momento no se había sentado a negociar con Jean-Claude Juncker y los 27. Por eso, cuando May anunció que había llegado a un acuerdo con la UE (en noviembre de 2018, medio año antes del Brexit), muchas voces criticaron que no hubiera iniciado antes las conversaciones, dado que el texto final (y, sobre todo, el punto de la cláusula de salvaguarda) no convenció a casi nadie.

Ni laboristas, ni unionistas, ni proBrexit, ni antiBrexit; el acuerdo no pasó el corte para la mayoría de la Cámara de los Comunes, que desde enero lo ha rechazado hasta en tres ocasiones. Según sus detractores, el gran error de May en este tiempo ha sido el inmovilismo, que ha impedido al Parlamento buscar soluciones alternativas para llevar a término el Brexit. Y la última oferta de May a la oposición, un acuerdo revisado unilateralmente con 9 puntos retocados, ha conseguido el efecto contrario al que la primera ministra pretendía, generando una ola de críticas a su gestión tan grande, desde dentro y fuera de su gabinete, que la primera ministra ha terminado 'ahogada' por el proceso.

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